Con un tenue rumor, el motor del auto se detuvo por completo.
Después de dar un vistazo por su ventana y analizar en qué especie de barrio se encontraba, Murdoc chistó con la lengua antes de bajar de su vehículo con las llaves apretujadas contra su bolsillo.
Tendría que acostumbrarse a ese barrio; apenas ponga un pie en el pórtico del chico al que debía cuidar, ese sería su hogar temporal.Se lo habían dicho en la corte y en el hospital. Debido a la distancia entre los hogares del "perjudicado" y el "cuidador", Murdoc tendría que vivir obligatoriamente con el joven que atropelló, y no podría volver a su casa propia sino hasta que su condena se cumpla, o hasta que el desafortunado joven recupere la vista y pueda valerse por sí mismo.
Cosa que era muy poco probable.Así pues, dadas las circunstancias, Murdoc ya se hallaba sacando una gran maleta de la cajuela del Stylo, con sólo lo necesario para quedarse por menos un mes ahí.
Oh, y unos cuantos objetos de valor que no se arriesgaría a dejar en su casa temporalmente abandonada.Una vez que estuvo listo, Murdoc se dio la vuelta hacia la casa que estaba justo enfrente a su lugar de estacionamiento, y arrastró su maleta por el camino de cemento que llevaba hasta la puerta.
Ahí, suspiró, y mentalmente se despidió de su tiempo libre y actividades ociosas.
Tenía una obligación que cumplir ya, y no podía andarse con tonterías.
Era entrar ahora a la casa, o arriesgarse a entrar luego a la cárcel arrodillado.Sin pensarlo demasiado, tocó el timbre.
Le dijeron que habría alguien que lo recibiría.
Pues bien, ¡que lo reciban de una vez!No tuvo tiempo ni para acomodarse el flequillo en cuanto escuchó una voz femenina detrás de la puerta, y en consecuencia, el rechinido y movimiento de ésta última.
—¿Sí? ¿En qué puedo ayudarle? —Dijo entonces una joven de aspecto asiático y ropas blancas, sin animarse a abrir la puerta por completo.
Murdoc supuso al instante que ella era la enfermera que había cuidado al joven durante su falta de presencia.
—Hola, me llamo Murdoc Niccals. El doctor Hobbs me envió a esta dirección y yo... —Trataba de explicar, pero cuando se dio cuenta de que estaba a punto de irse por las ramas, picó—: Soy el cuidador asignado por la corte.
La enfermera entonces hizo una mueca de alivio, y con total confianza abrió la puerta totalmente.
—¡Oh, por supuesto! Pase, adelante. Siéntase como en su casa.
«Y así será...», pensó Murdoc, entrando al hogar. Hizo el favor de cerrar la puerta tras de sí, y dejó la maleta en el piso antes de colgar el abrigo en el perchero.
De la nada, una voz levemente alzada le hizo brincar por lo repentino de ese timbre en la voz.—¡Stuart, hay alguien más con nosotros! —Fue lo que dijo aquella voz femenina, mientras su portadora se dirigía hasta la sala contigua.
Murdoc entonces siguió a la enfermera por mero instinto. Reconoció inmediatamente uno de los consejos para cuidar de los ciegos: avisarles cuando alguien entra o sale de la casa.
Por ende, Murdoc supo que el ciego estaba en casa, y que debía presentarse con él.Sin armar mucho escándalo con sus zapatos, llegó a la misma sala que la enfermera japonesa, y se detuvo a unos cuantos metros de ella, observándola inclinada frente al sillón.
Frente a lo desconocido.Pues sentado sobre el sillón más largo de la sala, se encontraba un joven —el joven— peliazaul, pálido y delgado. Sus párpados estaban caídos, y mechones de cabello le tapaban parte del rostro, envolviéndolo en una especie de misterio y fantasía que Murdoc no se animaba a observar.
Se sentía como un asesino viendo de nuevo a su víctima.
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2Doc AU : Blinded
FanficUn inesperado accidente automovilístico deja al joven Stuart Pot ciego. Murdoc Niccals ha sido condenado a cuidar de él como parte de su servicio comunitario. ¿El amor realmente es ciego?