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Eran las 4 de la madrugada cuando decidió levantarse.

No había dormido nada en realidad, pero no era sino hasta este momento que decidía activarse y dejar descansar a Stuart. Se la había pasado todo el tiempo respirando contra su nuca, acurrucado y abrazándole desde atrás. Los ligeros suspiros que Stuart dejaba salir no eran más que señales de lo profundo que era su sueño.

Con cuidado, tratando de no despertarlo, Murdoc dejó de abrazar a Stuart, y abandonó el sillón en silencio. Viendo cómo la piel blanquecina de Stuart tiritaba por la frescura de la madrugada, lo cubrió con su abrigo, abandonado en el piso.
Acto seguido, se vistió en la oscuridad, y dejó la sala caminando de puntillas.
Decidió ir a la cocina a pensar en lo sucedido.

Sentándose en una de las sillas, Murdoc no dejaba de repetir en su mente aquellas escenas de cómo había compartido su intímidad con Stuart, y todo aquel acto amoroso que habían llevado a cabo por un simple beso.
A pesar de lo maravillosa que había sido la experiencia, Murdoc no podía evitar sentirse como un aprovechado. Rechazaba la idea de que Stuart aceptara semejante fraude en su casa, en su propio cuerpo... En su corazón.

¿Pero qué hacer en estos casos, cuando la mentira ha crecido tanto y aún nadie se da cuenta de nada?
Lo más razonable sería seguir con ella; quizás no. El hecho de cómo debía manejar su moral realmente le tenía sin cuidado, pero al mismo tiempo le sumergía en un remolino de dudas e incertidumbre.

¿Era lo correcto iniciar ahora una relación con Stuart, aprovechando su ceguera y el hecho de que no lo conocía? Eso sería abusivo. ¿Pero no era lo que Murdoc deseaba? Tal vez; amaba tanto al peliazul... Pero no quería mentirle.
¿Y si le dijera la verdad? Eso complicaría las cosas. Aún recordaba cómo la enfermera Noodle le había dicho que si Stuart hubiese sabido desde un inicio que él fue el culpable de su desgracia, todo se hubiera vuelto complicado. Tal vez su relación ni siquiera hubiera funcionado. Pero si le decía ahora... ¿Lo perdonaría? Murdoc había pedido perdón antes, pero Stuart nunca supo el motivo de sus disculpas, y por eso las aceptaba. Y ahora que lo amaba no podría negarse a aceptar una disculpa más clara... ¿Verdad?
Había dos opciones: O lo terminaba odiando, o lo comprendía todo y lo perdonaba.
Aunque la segunda era casi improbable.

Y lo último que quería era seguir hiriendo a Stuart, hacerlo sufrir por su culpa. Tenía que enmendar sus errores del pasado, reparar lo que debió merecer él en su lugar.
¿Pero cómo?

Agh, pensar en todo aquello le mareaba... Lo único que tenía en ventaja era que Stuart era ciego, y podía ocultar su mentira mientras el peliazul no lo mirara.

Pero, ¿y qué pasaría si llegaran a hacerle una cirugía después...?

Murdoc alzó la mirada, como si tuviera enfrente una gran revelación.
Aún quedaba una esperanza, aunque fuera casi nula. Había todavía algo que podía hacer para preservar la felicidad del peliazul, y que todo se solucionara: devolverle la vista a Stuart.
¿Pero cómo haría eso? Recordando las palabras del doctor Hobbs, la lista para los transplantes era muy larga, y los donantes, escasos. Probablemente tarde más de un año en recibir su turno para volver a ver, y en ese entonces ni siquiera sabía si Stuart seguiría deseando recuperar su vista.
Por lo tanto, la única solución era encontrar un padrino. Alguien que esté dispuesto a donarle sus córneas a Stuart para darle el derecho de ver de nuevo, alguien que sea un buen samaritano, alguien que lo ame tanto que esté más que listo para sacrificarse por él...

Murdoc suspiró.

Tenía en mente a la persona adecuada para la cirugía... Y lo iba a extrañar tanto.

Así que, sin más, Murdoc se recargó con pesadez en su asiento, y tomó su teléfono celular para llamar a su mejor amigo. Marcó, y esperó a que la llamara conectara. Ace le contestaría sin duda.
Sabía que podía contar con él para lo que iba a pedir...

—Hey, Ace... —Murmuró Murdoc, cuando Ace aceptó su llamada y le esperaba del otro lado de la línea.

—¿Murdoc? ¿Qué mierda...? Son las 4 de la mañana, viejo... —Decía Ace, entre bostezos—. ¡Más te vale que sea importante, o te patearé el trasero por haberme despertado!

—Escucha, Ace, lo siento por despertarte, pero... —Decía Murdoc, abrazándose a sí mismo y suplicando que aquello fuera una buena idea. Respiró hondo, antes de soltar—: ¿Recuerdas el favor que me debías? Por lo de la cafetería, ¿recuerdas?

—Um, sí... ¿Qué necesitas? —Preguntó Ace, asustado al escuchar el tono temeroso con el que Murdoc hablaba.

El azabache miró atrás, ojeando al peliazul dormido en el sillón. Soltó una leve sonrisa, y después, una lágrima...

—Tenías razón, Ace... Terminé enamorándome de Stuart...

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Removiéndose de a poco en el sillón, Stuart despertaba después de escuchar el sonido de alguien cocinando el desayuno.
Sonrió ante la idea de que Murdoc siempre fuera tan tierno con él con esos detalles, y decidió enderezarse para indicarle que había despertado.
Dejó que el abrigo de Murdoc resbalara por su piel desnuda, mientras pensaba en lo bueno que hubiese sido despertar un poco antes para disfrutar su compañía.

Eran ya las 9 a.m.

—¿Murdoc? —Llamó el peliazul, sin levantarse del todo aún. Se alegró más al escuchar cómo su guía se acercaba a él, seguramente con una sonrisa en sus manos.

—Buenos días, Sunshine... —Le dijo Murdoc, acariciándole los cabellos después de sentarse a su lado—. ¿Dormiste bien?

Stuart asintió, y tomó la mano de Murdoc cuando todavía le tocaba sus cabellos. La sujetó, y besó el dorso con delicadeza, múltiples veces.
Murdoc sonrió ante aquel dulce gesto, y pronto apartó su mano para poner su rostro frente al de Stuart. Le robó un beso pequeño, y pegó su frente a la ajena cuando Stuart se sonrojó.

—Me alegra que hayas dormido bien, Stuart... ¿Desayunamos?

—Claro... —Dijo Stuart, y alzó la cabeza buscando los labios de Murdoc de nuevo. Antes de besarlo, musitó—: Amo todo lo que haces por mí, Mudz...

Murdoc gruñó enternecido, y dejó que Stuart lo besara antes de ayudarle a vestirse e ir a desayunar.
Secretamente, sabía que aquel desayuno sólo era una fracción de lo que estaba dispuesto a hacer para demostrarle su amor...

Y el mayor acto de amor sería una completa locura para ambos.

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2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora