—¿Te gustó la visita al acuario?
—¡Sí, me gustó mucho! —Exclamó Stuart, mientras Murdoc le entregaba una taza de cremoso café en las manos—. Deberíamos volver allá algún otro día, ¡y ahora disfrutar del recorrido completo!
—Me parece bien. —Dijo Murdoc, sentándose frente a Stuart.
Ambos habían vuelto a casa a eso del atardecer, completamente satisfechos por su visita al acuario.
Stuart parecía tener un tipo de alegría diferente en su rostro, ese tipo de alegría que te da cuando tienes miedo a algo y tu cerebro lanza adrenalina por tu cuerpo. Como ir en una montaña rusa, donde quieres vomitar, pero no puedes parar de reír.Parecía que realmente había vencido su miedo a la ballena, o al menos a sentirla cerca. Sólo por eso, se sentía poderoso, capaz de hacer cualquier cosa a ciegas y no sentir miedo alguno.
Tal vez fue por eso, que después de darle un largo sorbo a su café, le dio por alardear de su superación.—Ya no le temo a la ballena —declaró—. ¡Ni siquiera sé por qué le temía en un principio! Hay que volver al tanque, me meto, y le doy una bofetada. ¿Qué dices, Murdoc? ¿Intentamos?
—¡Ja! Creo que todo ese café te altera el cerebro —dijo Murdoc, con una risa sincera—. Además, no has superado tu miedo del todo, aunque digas que sí. Te falta verla, mirarla a los ojos sin titubear... Pero hoy fue un buen avance, quizá cuando te hagan esa cirugía...
—No habrá cirugía alguna, Murdoc, ¿acaso no lo entendiste? —Interrumpió Stuart, poniéndose serio de la nada—. La lista es larga, no hay donantes... No voy a recuperar la vista, Murdoc...
El azabache se quedó callado al ver qué tan serio y frío podía llegar a ser Stuart cuando hablaba de su ceguera. Supo que no debía haber dicho eso sobre él.
Sin embargo, sintió alivio al ver cómo Stuart ablandaba su semblante, y bajaba la mirada arrepentido.—Lo siento si me altero... —Decía Stuart, dejando con cuidado su taza vacía a un lado—. Pero extraño demasiado ver las cosas.
—No, pérdoname tú a mí —pronunció Murdoc, tomando la taza vacía para llevarla a la cocina—. Olvidé que no te gusta hablar de eso.
Stuart escuchó cómo Murdoc se levantaba de su asiento, dispuesto a irse a otro lugar.
Sintiéndose un poco impotente de no poder ejercer una conversación tranquila con Murdoc sin que algo no saliera mal, alzó la voz en una extraña e inesperada petición.—Déjame tocar tu rostro, Murdoc. Es la única forma en que podré conocerte mejor.
Ante aquellas palabras, Murdoc soltó la taza en el primer lugar que encontró. Se quedó atónito, y sintió miedo de ser tocado por esas manos puras y tanteantes.
¿Qué si... Descubría en su rostro su secreto?
No es posible que Stuart haya logrado distinguir un rostro en el conductor que lo arruinó, ¿verdad? No había nada que temer, su identidad estaba protegida... ¿Verdad?Habría que descubrirlo.
Murdoc no dudó más, y se sentó de nuevo frente a Stuart, tomando las manos del peliazul y colocándolas en sus mejillas.
Stuart sintió cómo Murdoc quitaba sus propias manos para darle libertad de tocar a su gusto, y un gran latido le invadió.—Adelante. Mírame con tus manos... Descubre mi rostro con tus dedos.
Stuart no esperó más, y comenzó aquel recorrido de reconocimiento facial, imaginando paso a paso cómo se vería el rostro de Murdoc bajo sus manos.
Primero le acarició las mejillas; suaves, no muy rechonchas. Podía descubrir un rostro un tanto cuadrado, masculino. Avanzó hasta llegar a la barbilla, un poco más redonda y un tanto alargada, pero balanceada con la forma de su rostro. De ahí, volvió a subir hasta llegar su frente, cubierta por una espesa mata de pelo.
«Pelo de perro...», recordaba Stuart mientras hacía el flequillo de Murdoc hacia atrás, y tocaba con sus pulgares las cejas del azabache. Llegó hasta los ojos, y acarició su contorno con mucho cuidado; no vaya a ser que le pique un ojo.
Continuó con la nariz, recorriendo con la punta del dedo el puente torcido de ésta, probablemente fracturado. Extraña forma era la nariz, pero era una característica que marcaba la diferencia entre "guapo" y "promedio" en el Murdoc imaginario del peliazul.
Eligió la primera.
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2Doc AU : Blinded
أدب الهواةUn inesperado accidente automovilístico deja al joven Stuart Pot ciego. Murdoc Niccals ha sido condenado a cuidar de él como parte de su servicio comunitario. ¿El amor realmente es ciego?