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—Mi padre solía hacer esto cuando yo era pequeño —explicaba Murdoc, mientras Stuart sentía un listón siendo atado a su muñeca—. Era para que no me perdiera mientras hacíamos las compras, pues era demasiado hiperactivo y destrozaba todo... ¿No te molesta?

—Para nada. —Contestó Stuart, jalando un poco su muñeca hacia sí, comprobando que había sido atado al carrito del supermercado. Como no le habían permitido el uso del bastón —con la boba excusa de que tiraría todo con él al caminar—, era la única manera en que Stuart podía hacer la compra con su guía.
Se sentía como un cachorro ciego...

En la entrada del supermercado, las personas se quedaban observando cómo Murdoc le indicaba a Stuart que se mantuviera sujeto al carrito, y que caminara junto a él con precaución. Quizá era por la falta de costumbre de ver gente invidente en aquellos lugares comunes, o por el mero hecho de causar polémica.
Ya se sabe, con cualquier movimiento que les llame la atención, las cámaras de sus teléfonos se encenderían para registrarlo todo...
Murdoc se sentía vigilado.

Ignorando a los demás, Murdoc hizo que Stuart le tomara del brazo para guiarse, y a la cuenta de 3, empezó a andar con él por los pasillos del lugar.
Tendría que acostumbrarse a caminar más lento de lo normal y a ser guía.

—¿Hay algo en específico que quisieras que compre? —Preguntó Murdoc—. ¿O prefieres adaptarte a mi rutina?

Stuart lo pensó por unos momentos, mientras caminaba casi a la par que las ruedas del carrito. Después, tocó el antebrazo de Murdoc como si quisiera llamar su atención.

—Me adaptaré, no te preocupes por eso —dijo—. Pero... Por lo menos cómprame crema para café.

—De acuerdo.

Establecido aquello, Murdoc y Stuart recorrieron los pasillos del supermercado a los que el azabache estaba acostumbrado, y se detenían de cuando en cuando para colocar las compras dentro del carrito. Stuart podía escucharlas chocar contra el fierro al caer, y eso le daba un poco de seguridad.
Al menos su oído no estaba mal.

Suspiró después, cuando escuchó ese sonido metálico de nuevo. Murdoc lo notó.

—¿Qué sucede? —No pudo evitar preguntar.

—Nada, nada... Sólo estoy un poco cansado. —Respondió Stuart, y desvió el rostro a su izquierda en reflejo.

Murdoc no le tomó mucha importancia —o al menos, eso aparentó—, y animó a Stuart a andar hasta el siguiente pasillo.
Un pasillo lleno de miradas juzgantes y curiosas.
Por inercia, Murdoc evitó el pasillo aquel, y decidió mejor volver en un rato.
Al diablo los demás.

En el siguiente pasillo, Murdoc se detuvo frente a una pared de sopas instantáneas, y comenzó a elegir algunas cuantas. Stuart se aferraba al carrito mientras esperaba.

—Eh, oye, Stuart... —Pronunció Murdoc, vertiendo unas latas en el carrito, en un intento por hacer un poco de ruido y normalidad entre ellos.

—¿Sí? —Respondió Stuart, con el tintineo de las latas llenándole los oídos levemente.

Murdoc se aclaró la garganta antes de hablar, y se recargó en el carrito de compras sin indicarle a Stuart que debían avanzar.

—¿Cuál era la verdadera razón por la que lloraste hace rato?

Stuart sintió sus labios secos por un momento. Tosió un poco y apretó el carrito un tanto más.

—Oh... N-no era nada. Sólo una tontería... ¿Qué falta por comprar? —Dijo, tratando de escapar del tema.

Sin embargo, Murdoc no estaba tan convencido, y suspiró con un aire falto de resignación. Ajustó un poco más el listón de Stuart para que no se deshiciera, y dio un pequeño empujoncito al carrito.

—No estoy tan ciego como tú como para no saber que algo andaba mal. —Dijo sin pensar.
Acto que provocó que Stuart se detuviera en seco.
Y un débil sollozo subiera por su garganta.

—¿Q-qué?

Mierda.

—¡Uh, no quise decir eso! —Exclamó Murdoc al instante, dándose cuenta de lo que había dicho. Se sintió avergonzado, y sujetó a Stuart del brazo para disculparse—. ¡De verdad no me di cuenta de lo que dije!

Stuart no dijo nada, y bajó la cabeza en dirección al interior del carrito. Después, su labio tembló.
Una lágrima cayó sobre una "Campbell's" de champiñones.

Hipo nervioso.

—N-no soy ciego... Y-yo... Yo no... ¡E-el que estaba ciego era ese maldito conductor! —Gritó, y sin que lo notara, los demás compradores lo escudriñaron con la mirada—. ¡P-por favor, no hablemos más sobre eso, que no quiero ni acordarme!

De la nada, Stuart lagrimeaba. Frente a él, Murdoc permanecía estático, atónito por las palabras que Stuart le había escupido indirectamente y sin saber.
Se sujetó las manos con la misma fuerza con la que apretaba el volante ese día.
Pero no se estrelló con Stuart esta vez.
De hecho, lo evitó.

—Perdón... No volveré a hablar. Anda, vamos por tu crema para el café.

Dicho esto, Stuart asintió, y fingió que nada de eso había pasado. Murdoc igual.
Los otros compradores no.

Entre pasos calmados, Stuart y Murdoc llegaron al pasillo deseado, y el azabache dejó el carrito atrás mientras buscaba en los anaqueles la crema que Stuart pedía. Había de tantas marcas y sabores diferentes, que Murdoc se sintió un tanto inseguro de tomar una sin antes preguntar.

—¿Cuál es la que regularmente...? —Preguntó, interrumpiéndose de repente al sentir unos delgados brazos envolverle en un abrazo apurado.
Era Stuart, que se había soltado del listón.

Lo había seguido con su voz, y guiado con el carrito apuntando en su dirección.
Y mientras lo abrazaba, Murdoc sintió un pequeño latido —o golpe— en su garganta.

—L-lo siento... Me alteré por algo de lo que no tienes ninguna culpa... ¿Vas a dejar de cuidarme por eso?

Y con toda la sinceridad, y el peso de la culpa atacándole la garganta, Murdoc trató de no sollozar.

—No voy a dejarte... Si ni siquiera te he cuidado un día entero... Porque por eso te preguntaba esas cosas; para conocerte mejor, sin saber que te lastimarían... Así que, lo siento de igual manera.

—Disculpa aceptada... —Dijo Stuart, al tiempo que lo soltaba y se sujetaba del carrito de nuevo—. Quisiera la crema con sabor a vainilla, por favor.

—Aquí va —Dijo Murdoc, y echó la caja al carrito—. Ahora déjame volver a atarte.

Stuart asintió, y mientras era atado, sintió una especie de alivio en su interior.
Murdoc no.

Apenas llevaban un día de conocerse, un día que no había acabado.
Y Murdoc empezaba a creer que era mejor estar en la cárcel que a punto de llorar de culpa en el supermercado, frente las cajas de crema para café, y su víctima ciega al lado.

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Apenas van 5 capítulos, y esta cosa tiene más llanto que una viuda en funeral.
Meper d0nan¿

Por lo menos les aviso que lo triste ya se va a acabar en el siguiente capítulo y seguiré con algo más ligero... Por ahora.

2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora