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—Bien, puedes darme las bolsas ya. Yo las llevaré hasta la cocina —Dijo Murdoc, una vez que sentó a Stuart en el sillón de su hogar con las compras realizadas. El peliazul le tendió las bolsas a Murdoc, quien las recibió y con un "no tardo", se dirigió a la cocina para guardarlas.

En la cocina, Murdoc organizaba las compras en las alacenas y en el refrigerador, mientras su mente trabajaba en duros pensamientos que no podía evitar.
De verdad que este trabajo amenazaba con darle depresión...

Murdoc agitó la cabeza, como si así pudiese sacudir esos pensamientos negativos, y volvió a la sala junto a Stuart, con una bolsita en la mano.
El peliazul escuchó sus pasos, y sólo por eso, alzó la cabeza al frente.

—¿Qué haremos ahora, Murdoc? —Preguntó, mientras Murdoc tomaba asiento frente a él.

—La verdad, no tengo idea —confesó Murdoc—. Ya comimos, ya fuimos al supermercado... ¿Hay algo que te gustaría que hicieramos antes de la cena?

Stuart alzó los hombros, sin saber qué responder. Murdoc entendió, y abrió la bolsita que llevaba en sus manos. Se llevó un dulce a la boca, y después, tomó la mano de Stuart para que sujetara la bolsa mientras le ofrecía—: Toma, son "M&M's" de maní.

Stuart pronunció un leve "gracias", y tomó unos cuantos antes de devolverle la bolsa a Murdoc. Antes de devorar los suyos, Murdoc preguntó—: ¿Qué sueles hacer cuando estás aburrido?

Con un dulce en la boca, Stuart lo meditó unos instantes. Después, como si no le quedara ninguna opción, se levantó del sillón. Murdoc se levantó también, temiendo que cayera o tropezara con algo. Stuart buscó institivamente el brazo de Murdoc como apoyo, y al sentirlo, le dijo—: Guíame hasta mi habitación, y te mostraré.

Algo sorprendido, pero dispuesto a ayudarlo, Murdoc asintió. Enganchó el brazo de Stuart a su codo, y preguntó—: ¿Cuál es tu habitación?

—2 puertas a la derecha, después de la cocina. —Explicó Stuart, y Murdoc siguió sus instrucciones.
Por lo menos le alegraba que no hubiera un segundo piso en esa casa, o tendría que batallar un poco más para ayudar a Stuart a llegar.
En un minuto, ambos se encontraron frente a la puerta de la habitación. Stuart asintió con la cabeza al sentir que se detenían, como si le indicara a Murdoc que podía continuar y pasar.
Así lo hizo, y encendió la luz.

Quedó mudo al ver lo que había dentro.

—Llévame hasta el piano, por favor. —Le pidió Stuart. Murdoc obedeció, y con cuidado, recorrió el banquillo de madera para que el peliazul pudiera tomar asiento.
Una vez ahí, Stuart exhaló en un suspiro, y con la punta de los dedos, acarició las teclas del instrumento para reconocerlas mejor.

Murdoc le observaba, y hasta que el peliazul acarició toda la escala musical, éste empezó a tocar.
Una melodía sencilla, pero hermosa: Für Elise, de Beethoven.
Sorprendido, Murdoc se aproximó a Stuart sólo para darse cuenta de que era tan hábil con el piano, que aún con su ceguera podía tocar aquella canción a la perfección. Era como si con tan sólo el sentir las notas le ayudara a avanzar.
Al finalizar la melodía, Stuart se sonrió, y dejó las teclas quietas al apartar sus manos y posarlas en su regazo.
El aplauso de Murdoc no se hizo esperar.

—Je, esto es lo que hago... Soy un músico.

—¡Increíble! —Exclamó Murdoc —. ¿De verdad la aprendiste toda de memoria? ¡Fue sorprendente!

—¡Gracias! Es tan común, que fue la primera que me enseñaron a tocar en la escuela. ¡Así que no tengo problema alguno con ella! —Afirmó Stuart con una gran sonrisa. Sin embargo, al instante se desvaneció su felicidad, y con tono triste, murmuró—: Lamento no aprenderme más a ese nivel... Ahora es la única que puedo tocar...

—¡Pero eso no importa! —Exclamó Murdoc, en un intento por salvar la situación—. ¡Con una sola canción basta! ¿No te das cuenta de tu potencial? Estás ciego, sí, ¡pero puedes tocar una sinfonía completa sin esfuerzo alguno! ¡Eso es bastante genial para alguien como tú!

—¿L-lo dices en serio?

—¡Lo digo en serio! Ahora, si te aburres de una sola canción, y quieres tocar más, puedes preguntarme... —Sugirió Murdoc, arrodillándose a un lado de Stuart—. ¿Sabes? Yo también sé de música. ¡No será difícil enseñarte!

Al oír esto, Stuart se emocionó en silencio y sonrió. Sin embargo, aún no estaba del todo seguro. Así que agachó la mirada.

—Pero, ¿y mi condición...?

—¡Olvídate de eso! —Exclamó Murdoc, y le tomó la mano a Stuart. A continuación, le habló con suavidad y compresión—: Mira, Stuart, sé que este es un proceso difícil para ti. No es fácil ser ciego, lo entiendo, y la forma en que te tratas a ti mismo por esta nueva condición es... Horrible. Te autodesprecias. Debes aprender a quererte y a valorarte ahora más que nunca.

Stuart estuvo a punto de decir algo, pero fue interrumpido por Murdoc, quien añadió—: Sí, sé que te sientes triste por esto. ¡Pero hay algo muy bueno en ti, y no te estás dando cuenta! Tal vez las cosas no sean tan fáciles como eran antes, y sientas que no haya esperanza; pero te aseguro, que sin importar lo que pase, todo estará bien.

—¿P-por qué estás tan seguro? —Preguntó Stuart, sintiendo un sollozo tímido querer subir por su garganta.
Murdoc entonces le sujetó la barbilla, y le movió el rostro en su dirección, para que pudiera sentir su mirada llena de confianza.

—Porque yo estaré a tu lado para asegurarme de eso... Es mi deber, y mientras más te odies a ti mismo, más difícil lo harás para mí —dijo Murdoc, con esa excusa para secretamente justificarse a sí mismo—. Dime, ¿puedes ayudarme a ayudarte?

Sintiendo el pulgar de Murdoc acariciarle la mano, dándole algo en lo que confiar, Stuart sonrió levemente.
Después, olvidando el primer rechazo que había recibido cuando Murdoc llegó a su casa, abrió los ojos.
Y sus hipemas reflejaron a Murdoc con un sentimiento nunca antes conocido por ninguno de los dos: Ciega, y mutua confianza.

—De acuerdo —dijo Stuart—. ¡No más autodesprecio!

—Je, así se habla... —Susurró Murdoc, y sintió un gran alivio en su interior—. Ahora, vamos de vuelta a la sala. Busquemos algo más que hacer antes de la cena.

Stuart asintió, y se dejó guiar de nuevo por Murdoc hasta salir del cuarto.
Al menos, ambos habían dejado su tristeza y culpa atrás, y podían continuar con sus vidas...

No todo estaba perdido en la oscuridad.
No ahora que una pequeña luz había encendido sin avisar entre sus manos juntas.

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2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora