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—Debo admitir que... No fue un proceso fácil... —Decía el doctor Hobbs, frente a la camilla de Stuart. Todo permanecía en silencio, a excepción de él—. Sin embargo, después de intensivas horas de trabajo, creo que hemos llegado a un resultado...

La luz de la habitación lo envolvía todo con fuerza, calando levemente la vista. El sonido de las gotas de suero caer del empaque hasta sus venas lo volvía todo como un reloj. La sensación de tener esas vendas cubriéndole los ojos le provocaba ansiedad. Olor a hospital, a instrumentos esterilizados y a algodón empapado de alcohol... Nada se comparaba a lo que Stuart sentía, en ese momento, cuando el sabor a boca seca y a anestesia le invadía los labios.
Sentado, sobre la camilla, vendado, y con leve ardor en sus cuencas, Stuart aguardaba el diagnóstico de la operación.

—Stuart, ¿estás listo para retirarte las vendas?

El peliazul asintió, rezando porque todo haya salido bien.
El doctor Hobbs dio la señal a la enfermera Noodle, quien se acercó a Stuart, y con cuidado, comenzó a quitarle las vendas que lo privaban de la vista. Stuart mantuvo sus ojos cerrados durante el proceso, a cada vuelta que las vendas daban sobre su cabeza. Tenía las manos temblorosas, y las piernas apretadas. Movía los labios.
Oraba.

La última venda le fue retirada entonces, dejando al fin libre el rostro de Stuart. Noodle se alejó en cuanto terminó su labor, y esperó a que el doctor Hobbs prosiguiera.

—Bien, Stuart... Puedes abrir los ojos ahora...

Delicadamente, aún temeroso, Stuart fue abriendo poco a poco sus párpados aún agotados por la operación. De pronto, Stuart ahogó un grito de sorpresa. Aquella oscuridad en la que había tenido que vivir desde el día del accidente parecía desvanecerse poco a poco, subiendo hasta perderse como un negro telón. Acuosos al principio, aquellos ojos empezaron a enfocar el ambiente a su alrededor, creando figuras borrosas que poco a poco se aclaraban hasta ser reconocidas.
Fue entonces, cuando Stuart se animó a abrir los ojos de par en par, que empezó a llorar de alegría.

Había funcionado.
Stuart podía ver de nuevo.

Se cubrió la boca con la mano, ahogando sus sollozos y una gran sonrisa de agradecimiento. De la nada, empezó a reír, mientras las pesadas lágrimas que le costaba soltar por el ardor caían por sus mejillas coloradas.

—¡P-puedo ver! ¡Oh, al fin puedo ver! —Exclamó, sin atreverse a cerrar los ojos ni un momento—. ¡Funcionó! ¡De verdad puedo ver! ¡Ya no soy ciego!

—¡Oh, Stuart! —Exclamó la enfermera Noodle, corriendo a abrazarlo. El peliazul pareció reconocerla por la voz, y correspondió al abrazo con fuerza. Después, Noodle señaló detrás de ella, e indicó— ¡Él es el doctor Hobbs, Stuart! ¡Él te ha devuelto la vista!

—¡D-doctor Hobbs, es verdad! —Exclamó Stuart, sorprendido y agradecido profundamente con él. El mencionado asintió, orgulloso de su éxito, y se mantuvo de pie frente al peliazul, con una sonrisa alentadora.

—La operación ha tenido éxito —afirmó el doctor Hobbs, quitándose el sudor de la frente. Después, se acercó a Stuart, y le tendió la mano amablemente—. Felicidades, Stuart. Ahora tienes un par de ojos nuevos.

El peliazul sonrió ampliamente, sin dejar de llorar. Se sentía profundamente agradecido con el doctor Hobbs, y con el donante que le había ayudado a recuperar la vista.
¡Ahora podía tener una vida nueva!
¡Oh, esperen a que...! Ah, lo había olvidado.

«¡Es verdad!», recordó el peliazul, y recorrió el lugar con la mirada en busca de alguien más.

—¿Dónde está Murdoc? —Preguntó Stuart, emocionado—. ¡Quiero ver a Murdoc! ¡Quiero verlo por primera vez!

2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora