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A partir de ese primer día de sorpresas para los sentidos de Stuart, Murdoc decidió volverlas rutina.
Por todo un mes, sin un solo día de descanso, Murdoc preparó un sinfín de sorpresas para el peliazul. Stuart no podía estar más encantado, y siempre terminaba su día con una sonrisa en su rostro cegado.

Para cada sentido, había variedad de sorpresas únicas e irrepetibles. Por ejemplo, para el sentido del gusto, Murdoc siempre le cocinaba platillos deliciosos a Stuart, quien no dudaba en devorarlos y saborearlos con alegría. A veces también jugaban a adivinar los ingredientes que llevaba cada comida, y Stuart se ganaba un chocolate por cada receta adivinada a la perfección. E incluso, en una ocasión, consiguieron boletos para una cata de quesos.

Para el olfato, Murdoc siempre traía cosas distintas, o llevaba a Stuart a lugares que eran bien conocidos por sus aromas. Había procurado rodear siempre a Stuart de flores para empezar el día, y después, irse por otros olores igual de buenos. Panaderías finas donde el cálido aroma los recibía con gusto, cafeterías donde el hipnotizante olor a café recién molido los mantenía relajados un buen rato, e inclusive, el propio patio de la casa de Stuart donde el olor a tierra mojada después de una intensa lluvia alegraba las fosas nasales del peliazul.

El tacto era un poco más difícil. Pero después de visitar una tienda de telas, comprar un montón de esponjas, e incluso reunir todos los pétalos que caían de las flores que compraba para Stuart, Murdoc supo adivinar qué era lo que más le gustaba tocar a Stuart.
Le gustaban las cosas suaves, pero también las lisas y duras. Como tablones de distintas maderas, piedras de río, y hasta corcholatas de metal. Pero quizá lo que más le gustaba tocar, eran los papeles recién impresos, que siempre salían de la impresora calientitos como pan.
Y no había necesidad de imprimir nada, sólo pasar la hoja por ahí como si realmente lo hicieras.

En el oído, Murdoc no dudaba en llevar a Stuart a la tienda de discos cada que lo pedía, y comprar una gran variedad de géneros musicales para el deleite del peliazul. Disfrutaban mucho bailoteando y cantando las canciones que el reproductor hacía sonar hasta apagarse solo. Pero además, Murdoc lo llenaba de otros sonidos no necesariamente musicales, pero que de igual manera eran bellos y relajantes.
El sonido de la lluvia cayendo sobre el auto, tintineo de llaves colgadas en la puerta, trinar de pájaros y el propio viento en el bosque, e incluso el sonido natural de las olas del mar... Todo aquello era una explosión de sentimientos y sentidos para Stuart, quien nunca fue más feliz en su vida por sorpresas de ese tipo.

Sin embargo, la felicidad no puede durar para siempre...

Hoy no irían a ninguna parte. Hoy la única sorpresa esperada era el diagnóstico del doctor Hobbs.
Hoy, es el día de la revisión mensual de Stuart.

Por eso, justo ahora, Murdoc está sentado junto a Stuart, mientras el doctor Hobbs pasea una lamparita por sus pupilas vacías. La enfermera Noodle anota todo lo que ve, y lo que el doctor declara, pero no anota lo que Murdoc muestra en su rostro, aunque sea lo mismo que los demás piensan: Preocupación.

—Dime, Stuart, ¿has sentido alguna molestia en los ojos últimamente? —Preguntó Hobbs, acercando más la lamparita a Stuart para analizar esa gran zona oscura.

—No, no realmente. —Dijo Stuart, mientras siente cómo el doctor le sostiene los párpados, pero no se da cuenta de la luz que le pone enfrente.

—Entiendo —Dice Hobbs, y al no ver reacción alguna en Stuart, se aparta de él. Con cierta pena en su voz, declara—: Todo sigue igual. Sigues ciego, Stuart. Y no hay rastros de mejora...

Al escuchar aquello, el peliazul no pudo evitar bajar el rostro con tristeza, y apretar su brazo para aguantarse las ganas de sollozar. Murdoc también sintió pena por él, y estuvo a punto de darle una palmadita en la espalda para consolarlo, pero fue interrumpido por Stuart, quien alzó de nuevo la mirada, y con voz esperanzada preguntó—: ¿Y qué noticias hay sobre la cirugía?

Hobbs y Noodle guardaron silencio, mientras se miraban uno al otro. Murdoc retrajo su mano, atónito. ¿Stuart podía tener una cirugía para recuperar la vista? Eso sí no lo sabía.
Pero al parecer, Hobbs y Noodle sí...

El doctor Hobbs apoyó su mano sobre el hombro de Stuart, y carraspeando un poco, lo miró como un padre que le explica a su hijo que su juguete favorito es casi imposible de reparar.

—Stuart, créeme que estamos haciendo todo lo posible por ayudarte a recuperar la vista. Pero si te soy sincero, no eres el único que espera nuestra ayuda. Hay una larga lista para los transplantes, y... Casi no hay donantes. ¿Entiendes lo que trato de decir?

—Sí... Entiendo... —Musitó Stuart, y volvió a bajar el rostro. Ahora sí, una ligera lágrima asomaba por su ojo ciego.

Murdoc, en cierto modo aliviado de saber que había una forma para que Stuart volviera a ver, pero triste por la larga espera, no pudo evitar preguntar como si fuera un reclamo—: ¿Y que no hay algo que se pueda hacer para acelerar ese proceso?

—Hacemos todo lo que está en nuestro poder, de verdad —dijo Noodle, mientras explicaba un poco la situación difícil en la que Stuart se encontraba—. Pero en estos casos, lo único que se puede hacer es esperar. A menos, claro está, que se trate de un trasplante apadrinado.

—¿Un qué? — Preguntaron Stuart y Murdoc al mismo tiempo, sintiendo una ligera esperanza en esa declaración.

—Transplante apadrinado —explicó Hobbs—. Es cuando una persona elige directamente a un paciente para donarle sus órganos, como si lo apadrinara. La mayoría de las veces, son los familiares quienes se ofrecen a hacerlo.

Murdoc pareció entender a la perfección. Con una ligera sonrisa, miró a Stuart, y le tomó la mano para animarlo.

—¿Oíste eso, Stuart? —Dijo Murdoc, con emoción—. ¡Un familiar puede darte sus ojos!

Sin embargo, eso no ayudó en nada.
Apenas escuchó la palabra "familiares", Stuart no pudo evitar que un sollozo se le subiera por la garganta. Noodle bajó la mirada, dándose cuenta de que había olvidado comentarle aquello a Murdoc...

—¿Él no te dijo nada?

—¿Sobre qué? —Preguntó Murdoc, y Stuart dejó que se le quebrara la voz cuando respondió.

—Y-ya no tengo familiares... —Declaró—. Se olvidaron de mí por ser ciego...

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Le adelanté un mes a esta wea porque sinceramente me dio flojera escribir todos los días de sorpresas, y aparte no quería alargar esto demasiado.
Así que les pido una disculpa UnU

2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora