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—Se olvidaron de mí por ser ciego... —Repetía Stuart, sujetándose las manos—. Ni siquiera se molestaron en decirme un adiós...

Atento a sus palabras, con un gran sentimiento encontrado por la situación del peliazul, Murdoc intentaba dar respuesta a sus palabras. ¿Por qué los familiares de Stuart harían algo como eso? Murdoc empezaba a creer que quizá el amor familiar no era 100% incondicional.

Ya habían salido del hospital, era mejor hacerlo antes de que Stuart se sintiera peor. Pero ahora se hayaban dentro del auto, y ahí, Stuart sabía que nadie lo juzgaría si lloraba. No era necesario avanzar; simplemente, estar dentro del auto los unía de alguna manera.
Tal vez era aquella confidencia entre piloto y copiloto lo que los hacía escucharse, como amigos de toda una vida. Tal vez era eso, o el hecho de que ese mismo auto los unía sin saber.
Los unió sin saber, cuando atravesó el cristal de la tienda de música...

—¿Se olvidaron de ti por completo? —Preguntaba Murdoc, con una mano apoyada en el volante—. ¿Cómo puede ser eso posible?

—Ni yo lo sé... —Respondió Stuart—. Pero... Supongo que así es como debe ser...

—De ninguna manera. La familia no debe abandonarte por ningún motivo. Ciego o no, eres un hijo, un pariente, un...

—¡Pues trata de explicarle eso a ellos! —Reclamó Stuart, abrazando sus rodillas sobre el asiento—. ¡Porque lo que más apreciaban de mí era mi vista! ¡Era perfecta, ayudaba a todos con ella! ¡En cuanto quedé ciego, me trataron igual que a una herramienta rota, desechada sin piedad! Yo quedé ciego, y ellos apartaron su vista de mí...

Murdoc pudo observar cómo Stuart cerraba sus ojos con fuerza, como quien trata de no llorar. Quiso tocarlo, alzarle la barbilla para que pudiera sonreír, pero la reflexión que pasaba por su cabeza se lo impedía.
Se lo impedía porque le dolía.

¿Por qué, cuando una persona es ciega, fingimos ser ciegos ante ella? ¿Por qué les ignoramos por un sentido menos? ¿Por qué nos compadecemos tanto de ellos y después le damos la espalda?
¿A la gente le aterroriza quedar en la misma situación, y es por eso que prefieren ignorar el problema para no tener que pensar en ello?
Eran demasiadas preguntas para responderlas al instante. Pero Murdoc no podía dejar de pensar en ellas cada que miraba al triste peliazul a su lado.

Stuart extrañaba su vista, eso era obvio. A pesar de todas las buenas sorpresas que Murdoc le había dado para sus demás sentidos, Stuart aún anhelaba ver, y reconocer el mundo de nuevo.
Ansiaba ver los deliciosos platillos que Murdoc le preparaba, verlo cocinar. Deseaba abrir los ojos, y poder ver de dónde provenían los deliciosos aromas que Murdoc le había enseñado a reconocer, e imaginarse su fragancia volando por el aire. Quería observar el mundo de texturas que le rodeaba; ver algo, y distinguir con sólo la mirada si es suave, rugoso, duro o blando. Ver cómo la mano de Murdoc se sujetaba a la suya cada que le guiaba, y analizarlas con cuidado con cada gesto de ayuda que le daba. Y anhelaba, además, ver las portadas de los discos que compraban, ver a los artistas durante un concierto. Ver a Murdoc tocar el bajo junto a Ace, y ver de nuevo su tan querido piano, y a Murdoc hablarle. Ver cómo las palabras salían de su boca, y su sonrisa cuando reía de cualquier tontería.
Quería ver el mundo junto a Murdoc.
Quería ver a Murdoc junto al mundo.
Quería, pero no podía.

Es por eso, por saber que lo que deseaba no se haría realidad, que comenzó a llorar.
Al caer las primeras lágrimas, Murdoc ya no se contuvo más, y tomó el brazo del peliazul para guiarlo hasta él. Stuart se acercó con cuidado mientras lloraba, y extendió los brazos sabiendo que lo que Murdoc quería darle era un abrazo.
Ambos se abrazaron en el auto, con el llanto y el consuelo saliendo de sus bocas.

Aferrado a Murdoc, Stuart podía sentir cómo el azabache le acariciaba el pelo, y le susurraba que todo estaría bien. Murdoc pudo sentir cómo las lágrimas de Stuart le mojaban la camisa, y cómo apretaba el rostro contra su pecho para ahogar sus sollozos.
Ambos se sentían mal.
Pero al sentir al otro les hacía bien...

Después de un largo momento de llanto y consuelos, Stuart limpió sus últimas lágrimas con la punta de su dedo. Murdoc le ayudó a apartarse ligeramente, e hizo que apoyara su rostro en su hombro para descansar su barbilla.
Así, todo parecía mejor.
El peliazul suspiró pesadamente, y con un poco de tristeza, murmuró—: Se olvidaron de mí por ser ciego... Pero tú decidiste verme cuando los demás se cubrieron los ojos.

Murdoc tragó saliva sin hacer ruido, y sintió de nuevo esos dolorosos golpes en el corazón.
Sin embargo, prefirió no decir nada al respecto, y apartó a Stuart una vez que éste dejó de llorar.
El peliazul se sentía ligeramente mejor, y con ayuda de Murdoc, regresó a su asiento. Una vez ahí, tomó la mano de Murdoc antes de que lo soltara, y la acarició con suavidad.

—Comienzo a pensar que tú eres mi verdadero y único familiar*... Gracias...

—No debes agradecermelo —dijo Murdoc, con la voz apagada y tratando de evitar el tema—. Será mejor ir a casa, comienza a hacer frío aquí afuera.

—Está bien. —Dijo Stuart, sin sentir el rechazo, y soltando la mano de Murdoc para que pudiera encender el auto. El azabache encendió el auto entonces, y después de ponerle a Stuart el cinturón de seguridad, empezó a conducir hasta la casa de Stuart.

Y en el trayecto, Murdoc no podía dejar de mirar de reojo a Stuart, quien se apretaba las manos con tímidez, y la mirada baja.
Y por primera vez, agradeció de todo corazón que Stuart era ciego.
No, no por maldad, ni por esconder su identidad. Sino porque si Stuart fuera capaz de verlo en ese momento, lo vería llorando.

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*Un familiar (o espíritu familiar) es un ente mitológico con poderes mágicos, que pueden servir como ayudantes a sus dueños, o como guía a quien lo invoque.

Stuart considera a Murdoc como un familiar porque le ha guiado y se ha mantenido fiel a su lado :)

2Doc AU : BlindedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora