3._Advertencia

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–¡No fastidies!– le grito Zamasu y la muchacha volvió a cubrirle la boca.

–Eres muy necio– le dijo la joven– Tus gritos me despertaron. Mi habitación esta a dos de estas. Lo único que haces es alterar a los otros. Guarda silencio y si tienes suerte te soltaran por la mañana o a media tarde. Cuando lo hagan no les hables, solo asiente con la cabeza y no hagas contacto visual con ellos, lo toman como un desafío...Ahora ¿Guardarás  silencio?

Zamasu la miró con odio. La mano de la mujer sobre su boca le daba asco, pero lo habían manoseado bastante y ese contacto era el menos desagradable que tenia en días por lo que lo tolero y movió la cabeza diciendo "si" para que se apartara de él. Ella le quito la mano de la boca y cruzó los brazos sobre Zamasu para luego descansar su cabeza sobre ellos. Aquello no agrado al shin-jin, sin embargo, también lo soportó. 

–¿Cómo te llamas?– pregunto la joven.

–Zamasu– le respondió él, sin estar seguro porque revelo su nombre a esa humana inmunda.

Quiza fue porque era la primera persona que le preguntaba su nombre y era la primera persona que le dirigía la palabra en dias o semanas. Realmente no lo supo ni lo reflexionó.

– Za-ma-su...Zamasu ¡me gusta!– exclamo sonriente y le puso la mano sobre los ojos– Duerme Zamasu, duerme y sueña que solo ahi estamos a salvo de toda esta mierda.

La mano de la muchacha lo obligo a cerrar los parpados. Le dolía la garganta por estar gritando, tenia la boca seca y estaba cansado. Escuchó un susurro en su oído : "me llamo Serena. Sabes donde encontrarme" Después de eso se durmió profundamente.

A la mañana siguiente despertó en la misma posición y aún atado. Guardo silencio y esperó de forma resignada más que. Tal como la muchacha le dijo pasaron varias horas antes de que fueran a verlo y ensayo los consejos de aquella joven que, según parecía, se llamaba Serena. Funcionaron bastante bien. Lo soltaron sin agredirlo o insultarlo dejándolo en el cuarto sin si quiera preguntar si tenía hambre o sed.

Zamasu notó desde la primara vez que esa muchacha estaba bastante lucida. No sabia si cuerda, pero al menos no tenia rastro de estar bajo los efectos de alguna droga y además podia serle bastante útil si quería que su estancia en ese lugar fuera menos desagradable mientras buscaba la forma de salir de allí. Tras meditarlo un poco decidió ir por ella que dijo estaba a dos habitaciones de la suya. No tuvo suerte. Las habitaciones estaban vacías. Fue cuando se le ocurrió que podía estar en el jardín, sobre ese árbol donde la conoció. Alli la encontró recostada como una gata que reposa vanidosa en la ventana de un chale. Su brazo derecho colgaba hacia el suelo y sus ojos se encontraron con los de él por casualidad.

–Hola –le dijo la muchacha sin ningún animo en particular.

– Hola, Serena– respondió Zamasu como obligado a decir esas palabras.

Si quería que ella le enseñara como se subsistía ahí debía ser amable en la medida de lo posible. Fingir no era algo que a él le costara trabajo hacer. Llamarla a esa humana por su nombre era parte de todo eso fingir una sonrisa casi lo considero un esfuerzo de más.

La mujer se sento en la rama y comenzó a mover los pies de un lado a otro mientras buscaba algo en su pecho.

–Toma esto– le dijo ofreciéndole un trozo de pan que sacó entre su ropa.

Zamasu estaba hambriento, pero la idea de comer algo que estuvo entre los senos de esa mujer no le era una idea muy agradable.

–Sé que no es lo más higiénico, pero no estas en un sitio donde la asepsia sea prioridad– le dijo Serena.

Sin mucho esfuerzo el aprendiz de dios alcanzó la rama donde ella estaba y se sentó al lado de Serena. Recibió la pieza de pan, la miró con repulsión y le dio una mordida. Fue como un puñado de arena en la boca y por poco se ahoga, pero lo trago.

–Lo lamento. Tiene más de una semana. A veces ellos me dejan sin comer así que siempre guardo algo entre mis ropas.

-¿Por qué estas aquí?-le pregunto Zamasu ignorando el comentario que ella hizo– Tú no pareces estar demente...

–Tampoco tú Zamasu– le respondió ella– Pero aquí eso no importa. Si no tienes algún problema de seguro te lo encontraran. A los médicos no les interesa curar a nadie, solo tener sus puestos de trabajo. Y los enfermeros no cuidan de nadie, solo quieren que no les estorbes.

–Parece que llevas mucho tiempo aquí– comentó Zamasu intentando hacerla hablar de su experiencias en ese lugar.

–Demasiado y estaré aquí hasta que muera– declaró Serena con tristeza– Siempre me encuentran algo nuevo...para eso les pagan supongo.

–¿Dices que te mantienen aquí por..?

La mano de la muchacha en su hombro interrumpió sus palabras. Serena miraba algo en el jardín y Zamasu pronto descubrió que sus ojos estaban puestos en un hombre de su estatura quizá, gordo como una morsa y con un bigote espeso. Llevaba lentes redondos y una bata blanca.

– Ese es el doctor Karonte, asi se apellida, es el director de este lugar. Muy pronto él te llevara a su oficina– le dijo Serena.

Algo en la forma en que ella dijo esas palabras, le advirtió a Zamasu que aquello no iba a ser bueno.

Serena le habló de los pacientes. Los conocía a todos. Había un sujeto que llamaban "Buda" porque era gordo y calvo. Tenia unos treinta años, pero se comportaba como un niño y había una anciana a la que llamaban "Reina" que estaba en silla de ruedas y también un sujeto al que le decían "Colibrí". Nada de eso le era relevante a Zamasu, pero cuando ella habló de los médicos capto su atención.

– Al principio parecen ser tus amigos, pero no confíes en ellos. Nunca te verán como algo diferente a un transtornado. Ellos no viene  a este hospital diciendo: "voy a trabajar para curar a esas personas". Ellos vienen aqui pensando en cuanto les van a pagar y que tan cerca esta el hospital de su casa. Dicen: "tengo un excelente empleo" porque les es cómodo nada más y dejan a estas personas pudrirse.

–Son detestables. Se creen dioses– comentó Zamasu con desprecio.

–Es que lo son...Aquí no hay más dios que la voluntad de ellos. Todo lo que te pase y no te pase sera por decisión de ellos. Aquí no eres dueño de ti mismo, no tienes verdad y te quitaran tu identidad. No se los permitas.

Una advertencia grave que pronto tomaría sentido recibió Zamasu. Serena le dijo que debía siempre llegar a la hora para comer, así que fueron la cenar. Fue allí que Zamasu fue tomado por dos enfermeros que lo llevaron a la oficina de Karonte. La mirada de Serena al verlo marchar no le vaticinó nada bueno.

En ese espacio amplio y sombrío Zamasu se encontró con aquel sujeto llamado Karonte que lo miró de pies a cabeza pasando su lengua por sus labios en una forma repulsiva y que le dio a entender al joven shin-jin las intenciones de ese sujeto. La puerta se cerró y uno de los enfermeros lo tomo por el cabello para arrojarlo sobre el escritorio sin cuidado, como si fuera una cosa que le resbaló lo de las manos.

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora