Zamasu y Serena siguieron a Vaquero a travez de pasillos en los que tuvieron que evadir a algunos médicos. El hombre los llevó hasta los camarines y allí les dijo que se cambiaran de ropa. Él comenzó a vestirse con las prendas de algún enfermero. Serena y Zamasu lo imitaron, dándole a la señorita tanta privacidad como pudieron. Fue extraño para Zamasu vestir esas prendas, le eran tan ajenas e incomodas, pero pronto su atención se la gano Serena que con un atuendo más pegado a su esbelta figura parecía más alta y más hermosa. Vaquero los llevó hasta una puerta tras el comedor por donde entraban los alimentos. El hombre la abrió dandole un pequeño empujón sin ceremonia alguna. Sin más estaban ante una calle. Zamasu y Serena se quedaron estupefactos con lo simple que era salir de ese lugar.–La puerta nunca esta cerrada– les dijo Vaquero– Como estamos locos y somos estúpidos, no se molestan en cerrarla ¿van a venir o no?
Zamasu dio un paso adelante un tanto ansioso de ver el exterior, pero Serena no se movió. Estaba asustada. Una poderosa incertidumbre se apoderó de la muchacha dejandola paralizada en el umbral. Ella tenia solo dieciséis años cuando llego ahí, habían pasado ocho desde entonces y aunque ahí dentro era difícil vivir, a fuera podía ser aún peor.
Zamasu notó el temor en Serena y entendía. Él mismo estaba algo receloso de ese mundo más allá de los blancos y altos muros. Muchos pueden creer que al estar en un sitio tan deshumanizado como esa casa de reposo, el mundo exterior podría resultar menos hostil. Sin embargo, una vez experimentado la maldad humana sin importar donde estés sabes que el corazón de los hombres posee un lado oscuro que se puede apoderar de la conciencia en cualquier momento.
Zamasu miro a Serena. Ella por primera vez lucía más frágil que él y eso le causó un poco de disgusto. Volviendo la vista al frente decidió cruzar el umbral sin pensar más y desde la acera extender a Serena la mano para ayudarla a llegar del otro lado. Ella dudó, pero cuando vio los ojos de Zamasu sujetó su mano.
Para Serena cruzar esa puerta fue como cruzar un velo de bruma. La luz del sol la obligó a amparar sus ojos con el antebrazo.–Vuelvan a las cuatro– les dijo Vaquero y aparto a Zamasu de la muchacha– Ten. Cortesía de esos imbéciles. Llévala a un lugar bonito primero y luego a este ...
El hombre le metio varios billetes en el bolsillo y una tarjeta. Era obvio que todo aquello lo había tomado de algún enfermero. Vaquero se despidió y se fue rápido por la calle. Serena y Zamasu se alejaron de la puerta a prisa en dirección opuesta.
Para Zamasu todo lo que veia era completamente nuevo. Pensó que allá afuera podía encontrar algo familiar que le recordara su vida humana, pero no entendía nada de nada. Habían unas luces que señalaban cuando cruzar la calle, las personas parecían manadas de corderos yendo en todas las direcciones, pero sin mirar y con prisa. En varias oportunidades lo golpearon accidentalmente, ni siquiera le ofrecieron una disculpa. De la mano de Serena parecía un niño perdido, sin embargo, pronto volco su atención a ella nada más. El temor de la muchacha se habia disipado y parecía emocionada. Daba la impresión de querer ir en varias partes a la vez y no dejaba de hacer comentarios como: "hace tanto que no veía uno de estos" "creía que ya no habrían". En un momento se detuvo frente a un puesto de helado y lamentó no tener dinero para uno. Fue cuando Zamasu recordó que Vaquero le dio dinero y saco el montón de billetes de su bolsillo junto con la tarjeta.
– ¿Qué es esto?– le preguntó Serena al tomar el trozo de papel en sus manos.
– Me lo dio ese hombre– le respondió ingenuamente– Dijo que te llevara ahí– agregó Zamasu mientras recibía esa cosa extraña de color rosa que le daba el hombre detrás del pequeño puesto de helados.
La muchacha le dio al sujeto un billete y luego le devolvió el dinero a Zamasu. Le llamó la atención que él se lo diera todo a aquel hombre, como si no conociera su valor.
–¿Quieres ir a este lugar?– preguntó Serena regresandole la tarjeta y sosteniendo su propio helado.
–¿Es un lugar interesante?– preguntó él.
–Es un motel...
–¿Venden algo como esto ahí?– preguntó dándole una lamida al helado.
– No– rio ella y se acercó al oído de Zamasu para explicarle que era ese lugar.
Una mirada de extrañeza fue lo que él le dio al oir aquello.
–No sabia que se debía ir a un sitio especifico para hacer algo como eso– dijo fríamente.
Zamasu no lo dijo, pero recordó aquel desvarío en que él y ella estaban juntos. Sacudió la cabeza para acabar con esas imágenes y continúo su camino de mano de Serena. Parecío gustarle bastante el helado y comió más rápido de lo que debía por lo que Zamasu terminó con el cerebro frío y haciendo reir a la muchacha Serena rio más cuando a raiz de eso, él tiró el helado y lo quedó viendo con cierto pesar. Serena le ofreció el suyo y sin remordimiento alguno Zamasu lo tomo. Parecían una pareja cualquiera en una cita. Serena se desenvolvía con naturalidad por esas calles hablandole de como solia pasear por ahí y tantas cosas que a travez de sus ojos le eran agradables a Zamasu. Era divertido estar con Serena ahi a fuera, pero no dejaba de sentirse extraño entre tantas personas y nada le resultaba familiar. Miró su reflejo en el escaparate de una tienda y se vio humano. Lo único algo inusual era su peinado en comparación a los demás, pero mientras veía su reflejo, en un parpadeo, le pareció llevar otro atuendo. La imágen duro un segundo y luego se desvaneció.
–Ven...vamos allí– le sugirió Serena señalando un edificio con un domo.
Era una planetario y no había mucha gente en él. En una sala vacía la muchacha parecía estar ansiosa de entrar, él la siguió encontrandos en un sitio de paredes oscuras bajo un domo pequeño.
–Cuando era niña este era mi lugar favorito– le dijo ella y se acercó a un tablero.
Zamasu vio como las luces se apagaban y la vía láctea era proyectada allá arriba. Era algo tan hermoso que le causaba nostalgia. Serena se sentó a su lado y busco él la abrazara Zamasu lo hizo y volvió sus ojos a ese fiemamento ficticio del que no podía apartar la vista. De pronto imágenes extrañas iban a su cabeza. Él arrastrando una charola con un juego de té a través de un patio de piedra, él viendo decenas de mundos, él en lo más alto de la existencia; toda esa vida de dios se volvió de la nada más nítida, más concreta y al mirar sus manos vio su piel blanca, pero con manchas verdosas. Zamasu se asusto, pero mantuvo la calma estrechando a Serena entre sus brazos con fuerza.
–¿Sucede algo?...
–Nada...– respondió Zamasu.
De pronto le asustaba que esa vida de dios fuese real. De pronto sentia ganas de ser lo que era en ese instante nada más: tan solo un mortales, un hombre.
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Delirios
FanfictionSupuestamente fue restaurado tras su destrucción a manos del dios de la destrucción del universo siete, pero...¿Por qué fue abandonado en un manicomio en el mundo de los hombres?