8._Empatia

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¿Tan angustiado se sentía que necesitaba que esa mujer hablara con él? No lo sabia, no quería preguntarse ese tipo de cosas, no quería pensar en ello. Zamasu solo deseaba oír su nombre en esa voz que le era menos desagradable que las otras. Queria esos ojos mirándolo sin insolencia, quería o más bien necesitaba tener a esa mujer cerca como un bote necesita de una atadura al muelle para no terminar a la deriva en el mar.

Ella volvió a sentarse, pero Zamasu no supo que decirle cuando la tuvo de nuevo junto a él. Sus ideas seguían siendo tan vagas. La miraba en silencio tratando de articular algo, pero era incapaz de entablar una conversación con esa mujer.

Zamasu no sabia dialogar, esa era la verdad. Siendo un Kaiosama estuvo solo con un animalito y siendo aprendiz de Supremo Kaiosama solo hablaba cuando su maestro le dirigía la palabra o durante sus lecciones. El resto del tiempo siempre estaba callado. Miles de ideas golpeaban la mente de Zamasu, centenares de reflexiones respecto a lo que veía de los mortales, mas ninguna idea salia de su boca. Morían en su garganta. Se convenció de que nadie lo entendería, se convenció de que él y solo él veía las cosas como eran realmente y que por tanto él y solo él podía remediar las equivocaciones de los otros dioses en el universo, regresar los planetas a la gloria menguada por los humanos.

– Me gusta el color de tu cabello–  le dijo la muchacha– Pero el de tus ojos me agrada más.

Zamasu no dijo una palabra. Fue un comentario extraño para él. Serena le volvió a apartar del rostro ese rebelde mechón de cabello mientras le sonreía amorosa y él miro a otro lado.

– Se supone que debes hacer un cumplido también o dar las gracias– le dijo ella sonriendo, él la miró de reojo luego miro a un costado otra vez.

–¿Por qué llevas vendas en los pies?– preguntó secamente Zamasu, ignorando las palabras de la joven que le causaron cierta incomodidad.

La muchacha vio sus pies un instante, para luego levantar la pierna, apoyando el talón en la banca. Se reclino sobre sus extremidades y comenzó a quitar las vendas. Pronto una cicatriz horrenda, en ambos pies, quedo al descubierto.

–Me quemaron los pies– dijo mirando aquellas marcas en su piel– Yo soy la heredera de una gran fortuna, la única heredera. Mis padres fallecieron y me enviaron con mi tía que se convirtió en mi tutor legal. Ella me puso aquí. Me drogo y metió mis pies en agua hervida, luego dijo que yo hacia ese tipo de cosas todo el tiempo. Tratando de defenderme con desespero y enojo, supongo que me vi bastante loca o mi tia pago para eso, como sea acabe aquí. Van ocho años de eso– la muchacha volvió a vendarse los pies lentamente– Lo de mis embarazos es porque uno de los enfermeros cree que él y yo sostenemos algo así como un noviazgo– continuo Serena– Él se acuesta conmigo y me mantiene lejos de los los problemas, yo se lo permito para mantenerme con vida. Al principio decia que me sacaría de este lugar, pero eso no pasará. Además a escondidas me da buenos alimentos, cuando puede claro. Él a fin de cuentas es solo un empleado...Hace unos días descubrieron que estaba haciendo y será traslado.

Zamasu escuchó aquello y se molestó por alguna razón. Se levantó y se dispuso a irse, pero entonces ella lo llamo.

–¿Qué paso? ¿No te gustó oír que dormia con un enfermero?– le preguntó la muchacha con un rostro frío.

Zamasu sintió un profundo desagrado cuando ella le confesó todo eso. No supo porqué, pero se molestó mucho por ello.

– Sé que lo hacias para sobrevivir aqui, pero dime ¿valió la pena?– inquirió Zamasu y se volteo a ella con violencia– ¡¿Valio la pena?! ¡Responde!

– Zamasu me estas lastimando– le hizo ver Serena, pues él la tomó por un brazo con bastante rudeza. Estaba furioso. Como si de algún modo le hubieran echado sal a sus heridas- Zamasu vas a hacer que nos castiguen– le señalo Serena que veía como la atención de algunos funcionarios se estaba fijando en ellos.

Él también lo notó y la empujó para que volviera a sentarse, pero no le soltó el brazo izquierdo.

–¿El precio de tu vida es tu moral, mujer? ¿Qué tan bajo vas a caer para seguir con vida en este infierno? ¿Vale la pena? ¡Dime!– le cuestiono Zamasu.

– Pienso que nunca saldré de aquí, pero eso no quiere decir que no guarde la esperanza de que un día suceda– le dijo ella– Si muero aquí o pierdo mi conciencia en este lugar, entonces si Zamasu. Entonces no valdría la pena ¿lo entiendes?

– Tu cuerpo esta inmundo, tu moral decadente y tu espíritu corrompido, no eres más que un ser decadent...

La mano libre de Serena le golpeo la cara con fuerza suficiente para voltearle el rostro a un lado a Zamasu quien le devolvió la bofetada, pero con fuerza desmedida.

– Tú y yo no somos iguales, no crees que puedes compararte. No tolerare una osadía como esa– exclamó Zamasu.

– Pero si te han hecho algo peor+ le recordó Serena– Por sobrevivir aquí, por mantener mi cordura con las conversaciones que mantenía de él después del sexo, por la razón que sea Zamasu era bajo mi consentimiento y estaba dispuesta a asumir las consecuencias ¿Quién te crees para juzgarme? Si tanto te repugna mi ser no vuelvas a acercarte a mi y se acabó.

Serena se fue y Zamasu se quedo ahí sentado a punto de estallar y lo hizo. Dio un grito y patio unas macetas, además de no responder como debía a un enfermero. Cuando trataron de contenerlo fue peor. Se las arregló para golpear a uno de esos sujetos y romperle la nariz. Estaba hecho una fiera. Serena lo volvió una fiera.

Más que sus palabras fue esa revelación la que lo tenia así de furioso. Entendía sus motivos. No los aceptaba, pero los entendía y eso era el punto de todo su ira. Terminó golpeado y tirado en el piso de las duchas. Su boca estaba llena de sangre, tenia dos dedos rotos de eso estaba suguro mientras tumbado en las baldosas repasaba que había sucedido. Su cólera disminuyó, pero ese otro sentimiento estaba exaltado. No paraba de pensar en Serena y en lo que ella le contó ¿Podía culparla? ¿Qué hubiera hecho él de estar en su lugar? Antes jamás se hubiera preguntado que haria de estar en la posición de algun humano, pues él era un dios que estaba en la cima de la existencia, pero en ese momento estaba en el basurero de la humanidad, con los despojos de esta.

No podia ser ecuánime con Serena. Esas fueron las formas en la que ella se aferro a la vida y a la cordura. De no tener ella aún el dominio de su ser él, tampoco lo tendría ¿Qué era eso que lo hacia ponerse en el lugar de esa mujer? No fue una pregunta que él se hiciera. Como pudo se levantó y caminó por el corredor. Allí terminó de cara al piso incapaz de levantarse. Unos minutos después alguien lo ayudaba a incorporarse.

– Sí quieres matarte hay mejores formas, Zamasu–le dijo Serena.

Zamasu guardo silencio mientras esa mujer le limpiaba el rostro con su vestido. Lo hacia de forma paciente y cuidada, lo hacia con cariño.

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora