Le desgarraron la camisa porque se resistió y le aplastaron el rostro contra las heladas tablas del escritorio para que dejara de pelear. Zamasu no daba crédito a lo que le estaba por ocurrir. Esos humanos iban a ultrajarlo y él apenas podía enfrentarse a la fuerza de esos enfermeros que lo retenían como si estuviera sometiendo a un animal. Las palabras de ese sujeto le dieron asco y sus regordetas manos sobre su espalda le hicieron desear poder quemarcelas. Le arrancaron el pantalón y la ropa interior. Zamasu lo vio todo perdido después de eso. La impotencia e indignación fueron lo que dominaron sus sentidos mientras todo esto ocurría ¿Qué tan retorcidos podían ser los humanos? No había respuesta. Su maldad y perversión los aterraba a ellos mismos y a él lo estaba llevando a un frenesí de ira. Ese ser inmundo penetro su cuerpo con la violencia desatada de quien menosprecia, de quien se siente superior y sus cómplices disfrutaban del espectáculo sin una pizca de remordimiento o repulsión.La ira le hacia hervir la sangre. Nunca antes se sintió más humillado que en ese momento. Perder contra Gokú era un chiste en comparación a lo que estaba pasando y el grito áspero, ronco y visceral que dio fue el estallido de todo eso. En nada tuvo que ver con el dolor físico que le estaban provocando. Zamasu no sentía dolor, Zamasu no sentía absolutamente nada diferente al cólera que no estaba consumiendo.
Tirado en el piso de su habitación quedo el que alguna vez fue un aprendiz de un dios. Era menos que escoria en ese momento. Paso horas ahí de cara a las cerámicas con el olor putrefacto de ese hombre emanando de su cuerpo que tenia las huellas de los golpes recibidos en aquel proceso corrosivo. Por qué no fue suficiente penetrarlo también lo golpearon hasta dejarlo medio inconsciente vas a ir sometiendo con un deleite enfermizo.
Las horas se volvieron noche y la noche día y otra vez la noche. Zamasu no se movio de la posición en la que lo dejaron,no podía. No veía, no oía, no sentía. Sus recuerdos escapaban de su memoria drenados por la profanación que más que la carne le mancilló el alma y la mente.
Para cuando a los enfermeros les extraño la ausencia del paciente de la habitación 137, Zamasu estaba al borde de la muerte por la deshidratacion. Lo llevaron a la enfermería y lo dejaron allí con una bolsa de suero colgando de un perchero. Lo limpiaron las huellas de su transgresión, las ignoraron. El culpable podría ser un doctor, un enfermero u otro un interno; no era relevante. Esas cosas pasaban ahí todos los días.
En medio de su insensibilidad, un dia o una noche, una voz comenzó a preguntar su nombre. Era un murmullo lejano, casi inaudible, pero a ratos se hacia muy insistente. Se silenciaba y luego comenzaba nuevamente. Le era como un zumbido de abejas en el oído: "¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas?"
¿Quién era esa persona que no dejaba de preguntar algo tan simple y por qué él no le decía de una vez su nombre? No lo habia olvidado, sucedía que no era capaz de pronunciarlo. Le era incoherente con su persona, algo muy lejano y demasiado inmaculado para usarlo siendo ahora una criatura de miseria inconmensurable. Pero si me por varios días más casi solo al susurro e sensible la luz del sol.Lo sacaron de esa cama un dia y lo dejaron en el pasillo. Zamasu caminó taciturno, lento, con los brazos colgando de su hombros como dos cuerdas arrastradas por un vehiculo sin conductor. Salió al patio siguiendo una sombra blanca y se cayó al suelo, pues no vio los escalones. Se levantó y caminó de un lado a otro sin destino o intención. Estaba fuera de si. Su mente y su cuerpo estaban totalmente desconectadas. Terminó de espaldas en la hierba sintiendo el sol en la cara y la humedad del suelo, pero ajeno a todo eso. Una mano sobre sus parpados lo hizo arrastrarse buscando distancia frenéticamente, lanzando manotazos y patadas en todas las direcciones.
-¡No me toques!- le grito como un auténtico demente- ¡No me toques! ¡No me toques! ¡No me toques!
Siguió repitiendo eso hasta que se volvió un balbuceo desprovisto de sentido. La mano lo tomó por el tobillo y una segunda por la camisa. Zamasu intento soltarse, pero no lo logró. Las manos terminaron por atraparlo y lo llevaron contra algo suave, blando y tibibio; perfumado. Nunca había sentido algo asi antes. Se quedó quieto y escuchó algo así como un : "tum tum tum" además sintió una vibración muy tenue que lo tranquilizo.
-¿Cómo te llamas?- pregunto la voz.
Otra vez esa pregunta, pero ahora de la una voz de mujer. Antes no tenia genero, timbre o intención. En ese instante era la voz de mi mujer. Una voz muy bonita y tranquila.
-¿Cómo te llamas?- le insistió la voz -¿Cómo te llamas?
-¿Quién es usted y por qué quiere saberlo?
-soy Gowasu el Supremo Kaiosama y te he escogido como mi aprendiz ¿Qué dices? ¿Aceptas?
-¡Por supuesto! Lo siento...mi nombre es Zamasu, su excelencia.
¿Aquello fue un recuerdo? Zamasu no estaba segura. Volvió a oír la misma pregunta. Ahora con mayor nitidez, con más énfasis y acompañada de rumores de pájaros y otras voces.
-Me llamo Zamasu- respondió a media voz, casi dudando de eso.
El sol era intenso y lo sentía quemar su rostro por la que la mano fría sobre su mejilla se sintió bien.
-Zamasu- repito la voz- Paso Zamasu. Tranquilo... Es horrible un momento terminó.
No era verdad. Era una de esas frases dichas para consolar y en él tuvo el efecto de devolverle todos los recuerdos que habían quedado tirados en un rincón. Todo volvía rápidamente, como una estampida sin control y se aferro a la espalda y la cintura de esa mujer que lo sujetaba para en su pecho descargar un grito de notas graves que hizo a todos voltear a verlos. Fue un grito casi gutural que salió cargado de un aliento caliente y dejó una marca de su saliva sobre el vestido de la muchacha.
Zamasu la miró con el ceño fruncido y unos ojos asesinos, pero la mujer sabia que nada de eso estaba destinado a ella por eso le sonrió.
- Volviste- le dijo sonriendo- No todos lo hacen...
-Serena- la llamo Zamasu un poco sorprendido.
Él la observó por varios minutos sin decir o hacer otra cosa que no mirarle de manera helada, casi cruel, terminando por levantarse y alejarse en sus silencio, pero tras unos cuantos pasos voltear una sonrisa de ese pálido semblante.
Zamasu caminó por los pasillos con una intensión que se le salia por los ojos y con ella en el climax entró en esa oficina para encontrarse con Karonte, quien casi salta de su silla al verlo. Iba a pedir ayuda, pero Zamasu se lo impidió. Lo tomó por el cuello y levantándolo por él le dijo:
-¿Quieres saber como es el infierno? Deja que sea un dios quien te lo enseñe...
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Delirios
FanfictionSupuestamente fue restaurado tras su destrucción a manos del dios de la destrucción del universo siete, pero...¿Por qué fue abandonado en un manicomio en el mundo de los hombres?