Se lo demandó con un timbre desesperado y como respuesta obtuvo ese gesto que ella tenia con él, cada vez que se veían, Serena le apartaba del rostro ese mechon de cabello que a ratos le cubria el ojo derecho.–Todo va a estar bien– le dijo Serena- Solo debes calmarte.
Zamasu no respondió. Como un niño pequeño buscó refugio en los brazos de Serena y la apretó con fuerza contra él. Temía que también fuera un delirio, mas el tiempo pasaba y ella no se desvanecía lo que fue tranquilizandolo lentamente.
Cuatro meses llevaba ahí, según Serena. A él le parecía menos y más a la vez. Los días siguientes Zamasu buscó la compañía de esa mujer y junto a ella las horas del día pasaban de una forma más normal. A veces ella cuidaba de las flores del jardín o de otros pacientes, subía a esa árbol a dormir o se quedaba en su cuarto a dibujar. Él la seguía y hablaban un poco. Se sentía menos perdido a su lado. Que ridiculo debía verse él, un dios, dependiendo de una mujer, pero apenas lograba pensar en eso. Una mañana o una tarde, mientras estaba en la habitación de Serena viendo sus dibujos, uno de ellos llamó la atención de Zamasu . Reconoció su rostro, pero ese retrato tenia algunas variaciones a como él se recordaba a si mismo. Sus orejas eran más pequeñas y su piel no tenia el color verde que recordaba.
–¿Por qué me has dibujado?– le pregunto.
–Porque así eres tú– respondió la muchacha sinceramente.
Un frío intenso bajo por la espalda de Zamasu al oír aquello. Miró sus manos, su piel lucía verdosa como siempre. Un poco asustado miró a Serena con unos ojos que no podían esconder su desconcierto.
–¿Qué sucede?– preguntó la muchacha.
Zamasu no respondió y salió de la habitación de Serena para buscar los baños a toda prisa. En ese sitio putrefacto debía haber algún espejo. Debajo de toda la escoria en esa pared tenia que haber algun espejo que le enseñara su aspecto. Encontró solo un trozo, pero suficiente para ver algo que hace mucho no veia y al hacerlo dio un grito de terror. Sus rasgos estaban ahí, solo que envueltos en piel blanca. Sus orejas tampoco eran como las recordaba. Confundido las tocó y hasta tiro de ellas para después ver sus manos y contemplar, con cierto alivio, su piel tenía su tono natural, pero en cuanto vio su reflejo la pequeña calma que había obtenido se desvaneció.
–¡¿Qué es esto?!– grito acercándose al trozo de espejo para mirarse más de cerca su insólita imágen. Su piel allí se veía blanca.
Quizá era un nuevo delirio, pensó, pero entonces ¿Por qué Serena lo dibujo tal como lo mostraba ese espejo? La cabeza le daba vueltas hasta que llego a una explicación razonable; Gowasu. Ese viejo infeliz le había puesto algún hechizo para que todos lo vieran como un humano y su aspecto no llamara la atención ahí. Tenia que ser algo así o tal vez...tal vez nunca fue un dios. Quizá realmente estaba loco. Tal vez ese hombre; el siquiatra, tenia razón y él estaba delirante. Tal vez era un humano que veía con desanimo, reprobación y hastío la conducta de su especie lo que lo llevó a un estado de frustración constante que le fue generando un repudio tal que para lidiar con él se inventó era un dios, pues así escapaba de ser parte de toda la inmunda humanidad. Tal vez era eso, pues sus supuestos poderes no estaban, reflexionaba tan rápido que no lograba asimilar nada de lo se decía a si mismo. Sosteniendose la cabeza con las manos, después de unos largos minutos en que todos sus recuerdos en ese lugar desfilaron en su mente, Zamasu llegó a una hipótesis terrible.
–Soy humano– dijo aterrado, encorvado y viendo sus manos que sostuvo delante de su rostro– Tengo que ser solo un humano...un humano demente. Nunca hubo dios realmente. Todo eso fue un invento de mi mente, pero... pero... No... Sí, es eso...¡Es eso! ¡Soy un hombre solamente! ¡Un hombre!- exclamó y comenzó a reír mirando al techo.
Zamasu, el aprendiz de su Supremo Kaiosama nunca existió esa era la verdad. Eso era lo que se había estado negando así mismo y era momento de aceptarlo, mas él se veía así mismo con la piel verde, sentía la forma de sus orejas de una forma distinta ¿por qué? Su risa se volvió un llanto amargo y bajo la cabeza para ver su regalo, golpeando el muro alrededor del espejo con sus puños.
–Soy un hombre– decía mientras azotaba sus manos en la pared– Un hombre...
Eran tantas, pero tantas las ideas en su cabeza que Zamasu sentía le iba a estallar. A sus gritos llegaron los enfermeros y al verlo en ese estado trataron de calmarlo, pero Zamasu estaba fuera de si y no les hizo caso. Por supuesto aquello provoco la respuesta violenta de esos hombres que se encontraron con la resistencia de un experto en artes marciales, mas su falta de buen juicio les permitió a los enfermeros aplastarlo contra el suelo para inyectarse un tranquilizante.
Zamasu despertó horas más tarde. Era de noche y descubrió sus manos atadas a la cama, lo mismo sus pies. Recordaba, vagamente, le habían metido a una ducha por lo que no le extraño estar húmedo. Tenia frío y hambre además de un fuerte dolor de cabeza.
Hambre, frío, dolor; Zamasu se sentía como un animal enjaulado y acosado para causar su ira. Estaba furioso ¡Al diablo con Zamasu el dios y con Zamasu el hombre!- se dijo. El solo sentía una gran ira que estallo en un grito brutal. Paso dos días ahí y para cuando lo sacaron estaba convertido en un muñeco que se arrastró por los pasillos hasta quedar tirado en uno de ellos.
Durante esos dias añoró las manos calidas de Serena y las reclamaba a gritos. La llamaba o creía hacerlo. Dónde estaba y por qué no había ido a verlo, se cuestinó angustiado. Dónde estaba esa mujer ¿Dónde estaba Serena? Siguió preguntandose. De cara al piso sintió alguien lo arrastraba de un pie y lo dejaba en la puerta del baño. Reconocía el lugar por el olor a mierda en el aire. Lo levantaron y lo metieron en una ducha. Le quitaban la ropa lo que no le gusto. Eso le hizo sacar bríos de no supo donde para resistirse, pero entonces descubrió a Serena.
–Perdón...es que hueles muy mal- le dijo ella.
Si olía mal o no él no lo notaba. Se dejó limpiar por ella y vestir con ropas que Serena encontró por ahí. Siempre había ropa tirada en ese lugar. Algunos pacientes se desnudaban. Una vez estuvo algo más compuesto ella lo sacó de ahí y lo hizo subir al árbol donde solía treparse.
– Si te dijera que soy un dios realmente no me creerías ¿Verdad?– le dijo Zamasu después de largos minutos en silencio.
– Te ves bastante humano para creerme algo así, sin embargo, el dios de los cristianos hizo hombre a su hijo así que...– declaro ella y se río.
–Creo que me estoy volviendo loco, Serena...
–¿Si? Bueno...entonces estas en el lugar indicado...
–Pienso que vivía en un sueño o...
– ¿Un sueño? Háblame de ese sueño Zamasu...me gustaría conocerlo– le dijo Serena con mucha curiosidad.
Hablar de esa vida ilusoria ¿Por qué no? Después de todo no había más que hacer en ese lugar.
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Delirios
FanfictionSupuestamente fue restaurado tras su destrucción a manos del dios de la destrucción del universo siete, pero...¿Por qué fue abandonado en un manicomio en el mundo de los hombres?