6._Dioses

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Los pacientes no hacían algo peligroso por lo que los enfermeros no intervinieron. Zamasu logró apartarse de todo eso disgustado y salió al jardín a buscar algún lugar solitario donde poder descansar. No sabia porque accedió a la petición de Serena y mucho menos porque le mintió a esa anciana para que comiera. Tampoco quería averiguarlo. Escuchó que alguien lo llamaba por su nombre y volteó a ver. Por poco la muchacha se estrella contra su cuerpo debido a que él se detuvo abruptamente y ella se aproximaba corriendo.

–¡¿Por qué me sigues?!– le grito.

–Lo...lo lamento. Solo quería darte las gracias por...

–¡No lo menciones!– le advirtió disgustado.

–Esta bien– le respondió la muchacha con una mirada algo triste y bajando la cabeza.

Ella no insistió en sostener alguna conversación con Zamasu. Se dio la vuelta e iba a volver al edificio cuando se quedo viendo una escena. En la puerta del comedor habían dos enfermeros saludándose y el más joven miro a Serena de una forma que a Zamasu le recordó a Karonte. En los días siguientes la vio hablando con él y en una ocasión seguirlo a alguna parte.

Zamasu a ratos se sentía ahogado, desesperado. Odiaba a los humanos, mas no pensaba en ello ni en su maestro que fue el que lo llevo allí o en algo anterior a llegar a ese lugar. Nada de eso le era real. El poder que tenia, su puesto como aprendiz de dios; todo eso le parecía tan distante. En cambio el abuso del que fue victima, las golpizas y maltratos sin justificación eran algo que le palpitaba constantemente en su ser. Como si esa fuera la única vida que conociera, la única que hubiera tenido y la única que iba a tener.

En una oportunidad lo llevaron con un sujeto que llamaban siquiatra. Era un hombre de edad media, con gafas rectangulares y una bata blanca que Zamasu veía como un símbolo de poder en ese lugar. El sujeto moraba en una habitación tan cómoda y limpia que era como un espacio alterno. Su voz y su mirada eran tan amables que sin duda ese siquiatra era solo una farsa. Aquel individuo lo hizo sentar en una silla cómoda, lo saludo cortésmente y le preguntó su nombre.

–Zamasu– respondió con dificultad y preguntándose de qué forma podía torturarlo a ese tipo.

–¿Qué edad tienes Zamasu?

–Muchos– contestó. Como Dios había vivido mucho tiempo, pero no estaba seguro de que la cuenta fuera correcta a esas alturas.

–Aquí dice que tienes veintiséis. No son tantos. Eres muy joven...

El sujeto siguió hablando al respecto y haciendo preguntas ¿Cómo es la relación con tu padres? Él no tenia padres ¿cómo fue tu experiencia en la escuela? ¿Tenias muchos amigos? Preguntas que él no podía responder, pues era un dios que nació de un árbol sagrado. Tampoco es que quisiera hacerlo, pero ese sujeto continúo con su cuestionario ¿q
Qué cosas te gustan? ¿Qué cosas te desagradan?

–Los humanos me desagradan– respondió como si lo acabara de descubrir y por fin pudiendo contestar algo.

– ¿Los humanos?– repitió el siquiatra– ¿Por que no me hablas de eso, Zamasu?

Él lo meditó un momento, luego con una sonrisa torcida alzo la cabeza y se recargo en el respaldo de la silla.

–¿Por qué me desagradan los humanos? ¿En serio me preguntas eso? No cabe duda que ustedes no son capaces de ver más allá de su nariz. Es porque son escoria. Son una enfermedad infecciosa que deteriora todo con lo que entran en contacto y transtornan todo su entorno. Son seres nefastos a los que por error se les otorgo la vida. Desperdician los dones que se les han entregado ¡Son detestables! Hasta se odian a ustedes mismos.

–Interesante...cuéntame más– le pidió el sujeto con un total desinterés y los ojos puestos en una libreta entre sus manos.

Zamasu arqueó una ceja antes esa respuesta e hizo un gesto de repulsión. No volvió a hablar pese a la insistencia de aquel sujeto. Solo al final le respondió una pregunta con una declaración escueta.

–Yo  iba a tomar la responsabilidad de corregir el error que cometieron los dioses, ese que no quieren aceptar.

–Entiendo. Dime Zamasu ¿estas familiarizado con el termino "delirio místico"? Imagino que no. Se trata de una alteración del pensamiento– le dijo el sujeto viéndolo a los ojos– Lo padecen algunos individuos que realiza una interpretación del mundo, del sí mismo y de los demás únicamente en base a la fe, viendo en todo lo que ocurre una confirmación de sus creencias y de la consideración de su papel en el mundo. Tienden a tener una consideración de que la mayoría de actos llevados a cabo son pecado y buscando expiar sus culpas o las del resto, en algunos casos incluso de manera violenta. No es raro asimismo que existan ideas de autoreferencia o incluso de grandeza, considerandose un ente superior, un enviado divino o incluso una deidad. Dime Zamasu ¿Te consideras un dios?

Después de oír eso Zamasu no supo que responder, pues si le decía que en efecto era una deidad ese sujeto lo tomaría por un total lunático. Por otro lado no tenia porque negar quien era a un simple humano, pero es que había entendido, a su disgusto y pesar, que esos humanos con la bata blanca tenían poder sobre él en ese espacio. En ese maldito espacio lleno de miseria donde lo peor y más reprochable del ser humano se encontraba a simple vista, él carecía de poder. Ese sujeto tenia poder, ese sujeto era dios y él estaba destinado a aceptar su voluntad, él no podía desafiar sus veredictos por más injustos que fueran, él allí era un simple mortal que recibiría la ira de estos dioses si los provocaba, pero incluso sino hacia algo que la causara podía residir sus ataques. Zamasu no respondió porque tenia miedo, ese mismo miedo que había visto días antes de los ojos de Serena y que él sabía había brotado en su interior estaba aflorando con fuerza.

–Esta bien. Continuaremos en la siguiente sesión. Puedes retirarte– le dijo el siquiatra.

Zamasu salió se esa oficina con los puños apretados de la indignación. por ir concentrado en su frustración es que no pudo evitar el impacto de una piedra en su cabeza al salir al jardín. No estuvo destinado a él ese ataque, pero le causo una herida por lo que lo llevaron a la enfermería. Allí encontró a Serena acostada en una cama conectada a una bolsa de suero. Hace días no la veía, desde que la vio irse con ese enfermero. Se veía tan demacrada. La miro nada más y ella le sonrió.

–Hola Zamasu– le dijo y subo sello muy cansada– ¿Qué te paso?

–,Bada importante– contestó de forma seca pidiendo hacia el techo, pero un minuto después tiró la cabeza hacia ella para preguntar qué le había ocurrido.

–Mataron a mi hijo y me arrancaron las entrañas– respondió la mujer cerrando los ojos mientras brotaban sus lágrimas.

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora