13._Visita

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Zamasu despertó a la mañana siguiente con un dolor al costado de la cabeza. No estaba seguro de quién o porqué lo golpeo, pero daba lo mismo. Recordaba a ver visto sus manos envueltas en piel blanca por lo que lo primero que hizo fue mirarlas y tal como temió su piel era blanca como se lo mostraba su reflejo en ese trozo de espejo.

- ¿Qué estaba pasando?- se preguntó tocando su cara- Es que...solo soy un humano con delirios de una vida de dios- Zamasu levantó las manos por encima de su rostro viéndolas por tanto tiempo como pudo mantener esa postura- Esto es todo lo que soy...- murmuró y cerró los ojos amparandolos con su antebrazo como si sobre él hubiera una fuerte luz.

Debía empezar a aceptar la cruda realidad: nunca fue un dios. Era solo un hombre decepcionado de su propia especie al punto de querer tener el poder para exterminarlos a todos. Obsesionado con una justicia que era producto de su soberbia enloqueció creando casi un mundo paralelo que solo existió en su cabeza. Eso era todo. Tenía que ser eso se dijo antes de levantarse de esa cama, pero no podía acabar de convencerse.

Zamasu se duchaba y pensaba en si era o no un ser humano. Desayunaba y repasaba sus ideas. En las horas vacías entre la comida de la mañana y la del medio día, seguío pensando en eso. Solo una cosa le hacia falta para convencerse de que era un mortal: sus recuerdos humanos, mas sabia de algo que les hacian a los pacientes allí y que les borraba la memoria. Entre los residentes más lucidos lo llamaban la "terapia del sueño". pero el verdadero nombre Electroconvulsoterapia o TEC . Quizá cuando llegó a ese lugar lo trataron de esa manera, pues sus recuerdos de esos dias eran muy borrosos. Pero si así era ¿por qué olvido solo sus recuerdos humanos? Se preguntaba Zamasu a ratos sintiendo el peso de sus reflexiones como una masa densa sobre él.

Una tarde vio a Serena sentada en el jardín jugando con un hombre obeso. Él era muy grande y tenia una expresión boba, mas se veia feliz sacando los hilos, con geométricas figuras, de entre los dedos de la muchacha. Hacia un par de días que no hablaba con Serena y se le acercó un poco incomodo con la cercania que tenia ese sujeto con ella. No le gustaba mucho que Serena le prestara demasiada atención a los otros pacientes, pues Serena no estaba loca como ellos y debía apartarse de los que si lo estaban para estar con los que aún tenían cordura suficiente,
como él. Se sentó en el suelo junto a ella y la saludo.

–Hola Zamasu– le dijo ella y continuo jugando con aquel sujeto– ¿Cómo estas?

Zamasu dio una sonrisa torcida como respuesta y rodó los ojos con desprecio por esa pregunta.

–Bien...– dijo al fin y miró al hombre frente a Serena.

–Buda ¿Por qué no vas a enseñarle este juego a Lidia, la niña bonita?– le dijo Serena.

–Si, si, si...la niña bonita. Yo voy– le dijo el hombre con entusiasmo de un niño.

Zamasu lo vio levantarse pesada y torpemente para luego echarse a correr hacia el edificio. Así él y Serena quedaban solos. La miró atentamente mientras ella tomaba una posición más comoda para disfrutar del sol. Era una muchacha de rasgos bien armonicos y tenia unos ojos verdes grandes, como dos ventanas. Su cabellos castaño era abundante y siempre lo llevaba suelto. Sus manos, sin embargo, eran lo que más le gustaba a Zamasu de ella. Eran largas y suaves. Le gustaba que ellas se las pusiera encima. Siempre le gusto que lo hiciera, mas antes lo veía como algo impropio de un dios, en que casi se sentía humano podía permitirse esos gustos y deseos. Estaba bien si ella le gustaba por razones ajenas a mantenerse cuerdo mediante su lucidez. Antes era ridículo, pero en ese instante comenzaba a estar bien. Cuando ella lo miro lo asalto una de las escenas de ese desvarío en que él la besaba en aquella habitación que si existía, pero que nunca fue escenario de aquellos acontecimientos a los que no le encontraba razón de ser.

–¿Qué sucede?– le pregunto la muchacha al ver que él apartaba la vista de ella.

–Nada– respondió Zamasu– Recordaba un sueño– dijo en voz baja– Siento que me lo he pasado soñando, que mi vida es un conjuntos de sueños delirantes.

Cuando duermo escapo del dolor, dejo atrás mi mundo gris...y al abrir los ojos con desilusión abrazo el vacío sin querer... se me a vuelto para mal o bien pesadilla la verdad y mi sueño es esa realidad que me niega...–Serena se interrumpió al ver como la veía Zamasu– Son los versos de una canción. Los sueños nos ponen a salvo de las fatigas del día a día. Son un refugio intangible donde huimos cada noche, pero incluso ahi podemos llegar a sufrir...¡no me mires asi! yo estudiaba filosofía y antropología en la escuela. Iba a las mejores escuelas y todo ¿para qué? Para acabar en este pozo infernal.

Zamasu la miro en silencio, ella se sonreía divertida. Quizá la ironía le hacia gracias o recordaba algo que le era motivo de diversión. Lo que fuera la hacia ver más radiante y él la miraba pacientemente. Tenia ese habito arraigado de su yo dios que creia casi en un 90% no existía.

La mano de Serena tenia aún el hilo con el que estaba jugando con Buda y al notar que Zamasu lo miraba, la muchacha le propuso jugar a lo que él se resistió,pero termino cediendo. Tomar los hilos de entre los dedos de Serena para hacer curiosas formas que ella retiraba de las manos de él, era un juego extraño que lo mantuvo distraído hasta que acabo con los dedos atrapados en un enredo del que no podía salir y Serena tuvo que intervenir.

–Eres demasiado precipitado ¿Nunca te han dicho que te falta paciencia?– le dijo ella y él la miro.

Las manos de Serena sostenían las suyas y le transmitían un calor muy singular. Agradable y algo envolvente. Zamasu la miro a los ojos. A esos ojos grandes, abiertos de par en par, que escondían algo tras ellos y no podía imaginar que era.

–¿Qué sucede?– la pregunto la muchacha.

–Nada– respondió Zamasu mientras le surgió una idea extraña.

Esa mujer le provocaba ideas extrañas como querer tenerla cerca, preguntarse que haría en su lugar, le daba calma y quiso él darle calma también. Aunque no dió con una razón para ello.

–¡Zamasu!– lo llamo una voz masculina.

Sobresaltado él miró a su derecha y vio a un enfermero.

–Ven, tienes visita– le dijo el sujeto.

–¿Alguien ha venido a visitarme?– le cuestinó Zamasu, aquello le era inaudito.

–¿Estás sordo? Date prisa.

¿Quién podía visitarlo a él? Zamasu no recordaba a ninguna persona. Ese era otro detalle. No tenía memorias de padres, hermanos, amigos o cercanos. La única persona que a veces aparecía en su revuelta memoria o alucinaciones era ese sujeto. Al recordarlo abandonó a Serena para ir a reunirse con ese individuo que lo esperaba en una sala tan limpia y cómoda como la sala de estar de un hotel. Pero a Zamasu eso no le llamo ni un poco la atención como si lo hizo el tipo que allí estaba de pie escondiendo las manos en su espalda. Vestía diferente a como él lo recordaba, pero era él.

–Gowasu...–exclamó asombrado.

–Hola Zamasu ¿Cómo estas?– le respondió el supuesto dios, el Supremo Kaiosama del que era aprendiz.

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