19._Lástima

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Volvieron a ese edificio como un prisionero vuelve a su celda después de unas horas en el patio de la cárcel.
Devolvieron las ropas cuidando dejarlas tal y como las encontraron. Vaquero llegó poco después.

Allá a fuera y ahi dentro, para Zamasu no era tan distinto. Siempre se sentía fuera de lugar, como viviendo una vida que no le correspondía. Dejó a Serena para estar un tiempo a solas.  A veces necesitaba estar solo. Se refugio en su habitación y buscó ese trozo de espejo que escondía en su cama para mirar su reflejo viendo su rostro con esas manchas verdosas que también veía en en sus brazos y sus manos, pero parecía que solo él era capaz de verla. Sí Serena las hubiera visto se lo hubiese comentado, pensaba Zamasu, después de todo no era normal tener manchas verdes en la piel.  Tal vez, temía, estaba perdiendo la cabeza. Podía ser que se estuviera volviendo totalmente loco. Aunque también podía estar pasando lo contrario. Zamasu podía estar recobrando el sentido y viéndose tal y como era. La posibilidad de ser un dios era muy fuerte. No habían vestigios de su vida de hombre. Su pasado era la vida de un Supremo Kaiosama. Pero seguía sin estar seguro o resistiendose a la idea.

Zamasu necesitaba una pista al menos y se le ocurrió ir a buscar eso que llamaban "expediente" y que estaba en la oficina de Minos. Esa noche se coló por la ventana y buscó en el gabinete donde lo veia poner esas carpetas. Así descubrió que se le dificultaba bastante leer, no era que no supiera, sucedía que se le mezclaban bastante las palabras con otras y no estaba seguro del motivo de eso. Lo que encontró no lo ayudo mucho. Todos esos datos no dejaban de sonarle extraños. Qué tenia 26 años,que era hijo único, madre ausente; solo el nombre de Gowasu le era familiar ahí. Siguió leyendo y se encontró con cosas como :"rasgos psicopáticos"   "bajo control de impulsos" . Sonaba mal, pero como no entendía esos términos no se ofendió, mas nada de eso le ayudaba a saber lo que quería. Decepcionado devolvió  la carpeta a su lugar y por casualidad se encontró con la de Serena decía que tenia 24 años, padres muertos y entre otros datos sin importancia encontró su diagnostico: "depresión endógena". Zamasu dejo aquel expediente en su lugar también y se sentó en aquella cómoda silla un momento antes de salir por la ventana y caminar por el tejado hasta su habitación, pero antes de eso paso a la de Serena.

Ella dormía tranquila y él le hizo una caricia en el cabello preguntándose ¿por qué volvieron si ya estaban afuera? Era ridículo. Recordó una de esas visiones del pasado en las que como dios visito el otro mundo, el infierno para ser preciso y vio como las almas condenadas avanzaban en fila hacia ese terrible lugar. Ninguna de esas almas intentaba escapar del castigo que les aguardaba
Por voluntad iban a padecer. Se sentío igual que esas almas en ese momento. Escuchó que alguien se acercaba y se escondio bajo la cama. Se trataba de dos enfermeros y un doctor que entraron sin mucho cuidado en el lugar.

–Así que esta es Serena Santander, la heredera de esas millonarias empresas...quien lo diría– comentó el doctor.

–Solo padece una depresión profunda, no veo la necesidad de someterla a TEC– señalo uno de los enfermeros– le van a freír el cerebro sin razón.

–Le orden viene de arriba. No hay nada que hacer. Procedan.

Serena estaba despertando con todo el ruido que hacían y se encontró con esos sujetos que la tomaron a la fuerza para sacarla de allí, algo que Zamasu no estaba nada dispuesto a permitir, menos despues de lo que escuchó. Los tomó por sorpresa y eso le permitió derribar a uno de los hombres, noquear al otro y tomando a la muchacha de la mano intentar escapar. El doctor no presto ninguna resistencia, sin embargo, preciono un mecanismo de alarma y pronto Zamasu se encontró con cuatro sujetos altos y formados que terminaron por someterlo. Mientras lo aplastaban contra el piso, veía como se llevaban a Serena sin poder hacer nada. La impotencia, la desesperante impotencia, la terrible impotencia que lleva a la frustración y se convierte en ira fue lo que le permitió a Zamasu levantarse con todo y esos dos hombres encima para intentar socorrerla, pero una jeringa clavada en su hombro terminó con cualquier oportunidad.       

De la oscuridad de la inconciencia paso a la de una de esas malditas habitaciones acolchonadas. Un ronco "no" escapó de su boca al descubrirse allí llevando también una camisa se fuerza y dio otro grito desgarrador. De cara contra el piso, victima del desespero de la impotencia, Zamasu  derramo un llanto amargo que era mezcla de todo lo que estaba sintiendo.

–¡MALDITOS!– grito furioso– ¡Malditos sean todos!... La lastimarán sin razón ¡Ustedes no tienen razón! Pobres infelices...¡Son tan miserables! ¡Lástima es lo que me dan! ¡Lástima! ¡¿Me oyen?! ¡Me dan Lástima pobres infelices!...pobres...

Zamasu guardo silencio un momento y reflexiono respecto a sus propias palabras. Los humanos eran tan atroces en el fondo solo estaban tan incompletos que pasaban sus vidas buscando compañía para que otros complementaran esas carencias que tenían. Eran como piezas de rompecabezas que se iban encajando unos con otros. Así le paso a él con Serena. Él tenia la necesidad de ser aceptado por ser él nada más y por ser comprendido, ella le brindo ambas cosas en esa realidad, en ese momento, y del mismo modo él le dio la atención y afecto que tanto requería Serena, pues ella le brindaba eso a todos, pero nadie a ella. Serena cuanto debía estar padeciendo en ese momento y de solo pensarlo Zamasu se retorcía de angustia.

Los humanos padecen a manos de los mismos humanos. De sus propias personas  incluso. No necesitan el odio de los dioses, se odian por su propia cuenta. Por genero, color de piel, nacionalidad y todo eso que se inventan para separarse. Los humanos viven en la soledad de sus vicios y ambiciones, se lanzan a los abismos de la miseria cegados por los breves instantes de la ficticia felicidad de vanas complacencias y moran siempre temerosos. Los humanos estan tan asustados de ellos mismos que viven bajo reglas de todo tipo y siempre preocupados de no romperlas se restan de vivir realmente. Los humanos no viven sobreviven y para eso se someten. Pobres humanos, pobres asustados y tristes humanos que se transtornan para eludir sus miserias, que se enferman de tristeza, de maltrato, de soledad y de no dejarse sentir.

Lo vio desde allá arriba, en lo más alto de la existencia, lo vio por millones de años siendo eso llamado kaiosama y lo vio siendo un aprendiz de Supremo Kaiosama. Viendo el deplorable espectáculo de la humanidad no fue capaz de entender el dolor que los humanos guardaban en su interior, pero al estar entre ellos entendió todo y no podía sino compadecerlos.

–Pobres humanos...que lástima me dan. Los compadezco en verdad– dijo Zamasu al fin en voz baja– Idiota...tú tambien eres un...

– No, tú no eres humano Zamasu. Tú eres mi aprendiz– le dijo una voz familiar.

Zamasu logró ponerse de rodillas y se encontró con Gowasu tal y como estaba en sus visiones. Con esos aretes verdes y ese traje oscuro. Lo miró incrédulo, creyendolo una alucinación, pero cuando este le puso la mano en el hombro esa idea se disipó.

– Eres real– murmuró– Realmente estás aquí.

– Así es mi querido aprendiz. Estoy aquí...

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora