10._Bálsamo

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El ultimo pedazo de su parte divina moria en la piel de esa mujer. El olor que desprendía su cuello, el calor de su cuerpo, la humedad de su sudor; esa mujer era tan embriagante y en su cuerpo encontraba el sosiego anhelado. Sobre ella podia lanzar todo eso que lo ahogaba, mortificaba y estaba derribando. Los humanos que pensaba solo esclavos de sus placeres, eran también los gestores de una forma de deshago capaz de llevar a la mente a un pequeño limbo donde todo los males se desvanecían. Ese éxtasis podía llegar a ser enviciante.

Zamasu respiraba agitadamente sobre ella hasta que de pronto sus ojos le hicieron una jugarreta. Se estaba viendo así mismo desde arriba, como en un sueño. Podía ver como entraba en el cuerpo de esa mujer con vehemencia y desespero, mas todo eso le resultaba incomprensible, pues se veía ahi abajo y a la vez sentía los pechos de la mujer entre sus manos. Sentia su propia piel húmeda por el sudor y ese olor voluptuoso invadiendo el aire, pero fuera de si mismo. Sintió terror y dio un grito gutural mientras cerraba los ojos para apartar esa imágen de su vista. Al abrirlos de nuevo sintió la garganta herida por ese grito sordo. Al observar a su alrededor se encontró de pie en ese corredor donde esos locos se apareaban, pero ellos no estaban ahi. El pasillo lóbrego estaba en silencio y vacío.

Zamasu se miró las manos, se palpo el rostro. No tenia huellas de los golpes de los enfermeros, sudor de su encuentro con Serena, ni nada. Profundamente perturbado por las sensaciones palpitando en todo su ser se quedó inmóvil ahí tratando de convencerse de que todo fue una ilusión, pero lo seguía sintiendo tan real que se abrazo a si misma horrorizado con la existencia. Después de un rato Zamasu comenzó a caminar a paso vacilante, como si estuviera borracho. El aire le faltaba y sentía algo atorado en la garganta. Salió al patio como perdido y tropezó con unas flores. Se levantó rápido para seguir su andar sin rumbo, su búsqueda sin objetivo. No podía no ser real aquello que experimento con esa mujer, reflexionó después de un rato. No podía ser una ilusión de su mente, se repetía. Era tal vez ese momento en que iba por el jardin el que no era real y si así era quería volver al otro.

–¡Zamasu!- lo llamo una voz fémina.

Miró atrás y vio a Serena. La mujer se le acercó y él dio un paso atrás viéndola de una forma extraña, como si ella fuera un fantasma. Él besó a esa mujer, él recorrió la piel de esa mujer; él toco a esa mujer de una forma que jamás imaginó que podía llegara a hacer con alguien de su especie y ella lo toco a él, pero aquello parecía un sueño o un desvarío. Se dejó caer sobre sus rodillas sumido en el miedo y en la desesperación.

–¿Qué me esta pasando?–  preguntó a la nada con un anhelo febril de ser respondido– ¿Qué me sucede?

–Tranquilo...no pasa nada– le dijo Serena arrodillandose junto a él.

–¿No pasa nada dices?– exclamó Zamasu– Que no pasara nada seria un alivio...Hay tantas ideas en mi cabeza, tantas ¡Tantas tantas!...Yo no sé...yo no sé...

Siguió balbuceando palabras sueltas y se aferró a ella con fuerza. Sin querer le clavo las uñas en el brazo y en la espalda a la muchacha que no se quejó del dolor que le estaba causando.

–Tuve un sueño– le dijo Zamasu algo más tranquilo, pero aún con la angustia exaltada.

– Cuéntame ¿De que trataba?– le preguntó Serena condescendiente.

–Te tomaba como mujer en ese sueño o desvarío– dijo fríamente.

–¿Ah sí? ...bueno...fue un sueño solamente, Zamasu– lo tranquilizó Serena peinandole los cabellos.

–Un sueño solamente– repitió Zamasu y se relajo un poco.

Terminó con la cabeza en el regazo de Serena, aferrado a su mano. Era como el agarre de un ave de rapiña. Un toque fuerte, casi desgarrante.

–Háblame Serena– le pidió Zamasu– Háblame de todo lo que ha sucedido conmigo que tú sepas.

La muchacha continúo peinandole los cabellos y le contó todo lo que ella había visto de él. Partió por las noches en que lo oía gritar desde su habitación. Las palabras que él, vociferaba llamándose así mismo dios. Las ideas de que los humanos eran escoria y todo eso que Zamasu reconocía, pero que le eran cosas de sueños lejanos más que de su pasado. Los horribles acontesimientos que vivió desde su llegada ahí le sonaron humillantes en la voz de esa mujer a la que se mantenía sujeto. Eran tan torribles y a la vez tan escalofriantemente natural como todo sucedió que se sintió presa de una indignación tremenda.

–Zamasu me lastimas– le dijo Serena al sentir las uñas del shin-jin penetrar su carne.

No lo hizo con intensión de lastimarla, pero es que en medio de todo eso ella era una tabla que lo sostenía a flote en ese mar tenebroso. Sujetarse de ella hubiera sido impensado en otra ocasión, una idea abominable, mas en ese instante era Serena todo lo que tenia para mantener la poco cordura que le iba quedando. El relato termino rápido. Fue conciso. Suficiente para él. Zamasu concluyo que nunca estuvo con Serena, que todo eso fue solo un delirio de su mente en busca de un desahogo y eso lo asusto, pues perdía la noción de la realidad. Como buscando cerciorarse de que en efecto eso jamás paso, levantó la cabeza y llevó su boca hasta el cuello de esa mujer para darle una pequeña lamida que causo que ella se apartara un poco. No era el sabor que recordaba. Todo fue una ilusión producto de su desesperación, como lo había ya concluido, mas había algo que no cambiaba y era que Serena estaba mucho más lúcida que él.

Los frios ojos de Zamasu la pusieron nerviosa, sumado a la lamida que le dió causaron que Serena intentara apartarse un poco de él, pero Zamasu la retuvo. Cerró sus brazos entorno a ella y la llevo hacia él, reclamandola para sí. Serena seria su bálsamo y su aire mientras estuviera allí, mientras buscaba la forma de escapar de ese sitio infernal. Con anhelo tomó la mano de la muchacha y la acercó a su mejilla, buscando ella le regalará una caricia.

–Manténme en mi,Serena–le pidió Zamasu con voz grave– No importa como debas hacerlo, pero por favor, te lo ruego, manténme en mí, Serena.

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora