17._Dudas

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Serena lloró hasta el cansancio y este la sumió en un sueño sollozante. Zamasu se quedó con ella esa noche. Las enfermeras se lo permitieron. Hacia frío y él se recostó a su lado. Las luces se apagaron y el silencio interrumpido por lamentos y gritos ocasionales cayó sobre ellos. Zamasu no podia dormir. Tenia demasiadas ideas en la cabeza. Serena en cambio parecía tener un sueño tranquilo entre sus brazos. La veía dormir y pensaba en como habían sucedido las cosas hasta llegar a ese momento. Gran parte de todo era un sueño borroso con pesadillas entremedio.  

Pero con Serena todo fue tan natural que ni cuenta se dio cuando acabo prendido de ella ¿Por qué la amaba? No estaba seguro y tal vez esa era una buena prueba de que era real. La amaba sin más, porque si solo le gustara podría dar respuestas bien claras. Su amada le pidió la sacara de ahí y él estaba más que dispuesto a hacerlo, pero le había surgido una pregunta ¿Por qué él no pensó antes en escapar? Se aseguro de que ella durmiera profundamente y salió al patio. Zamasu miro esa pared blanca que estaba al final de ese jardín y pensó en lo fácil que era saltarla teniendo las habilidades que tenia. Sin llevar a cabo un gran esfuerzo, Zamasu se trepo al tejado y miró desde allí la ciudad nocturna. Era la primera vez que hacia tal cosa ¿Por qué no lo hizo antes?

Zamasu se quedó parado viendo las luces urbanas amarillas y titilantes casi murmurantes, allá del otro lado de la calle. Salir siempre le fue así de sencillo, pero aún en ese momento no se atrevía a dar un paso adelante. Tal vez al principio influyeron las drogas que le estaban suministrando en no en no intentar huir, pero después... ¿Qué pasó después? Mirando la ciudad pensaban que allá no había algo para él. A grandes rasgos el mundo exterior no era tan diferente a ese asilo. Sin embargo, ahí afuera pudo tener mejores oportunidades y no tendría que haber soportado el flagelo de su destino o karma. No llegó a una conclusión, pero sí pensó en que podía cargar a Serena en su espalda y brincar del otro lado de ese muro con mucha facilidad. Sacarla a ella era simple, pero sacar a los demás no era para nada una tarea fácil. Incluso si lo conseguía ¿Qué haría con toda esa gente? ¿A dónde la llevaría? No podía abandonar a los pacientes a su suerte y no estaba en posibilidad de cuidar de ellos. Su promesa se la hizo inmensa, casi una insensatez. Pero no considero romperla. Con delicadeza descendió al jardín dando un último vistazo a la ciudad, a ese paisaje tan ajeno a él. Ese panorama era ajeno a sus recuerdos. No sintió nostalgia y tampoco pertenecer allá.

Serena había salido al pasillo en busca de Zamasu cuando no lo encontró a su lado al despertar. Se encontró con él cerca de la puerta que daba al jardín y aliviados arrojó a sus brazos que la recibieron tiernos y cálidos.

–¿Dónde estabas?– le pregunto ella respirando en su cuello.

– Fui al baño– respondió– Ven,  vuelve a dormir.

Zamasu la tomó de la mano y se la llevó de vuelta a la enfermería. Recostada a su lado Serena volvió a dormir.
Los días pasaron y ella dejó ese lugar. Estaba triste y dolida por lo que sucedio, pero solo se le notaba en la mirada y en acciones pequeñas como evadir el contacto físico con los pacientes masculinos. Al único que le permitía aproximarse más era a Buda y a Zamasu. Era natural aquello después de lo que tuvo que vivir. Ella dormía con un enfermero, pero era por su voluntad. Serena nunca  habló mal de él con Zamasu. Si acaso alguna vez le dijo que era un pobre tipo, mas lo que le hizo ese otro sujeto fue algo atroz. Una dejación tal que le malogró el alma, por eso cada vez que ella sonreía Zamasu no podía sin admirarla. Era tan fuerte. Esa tarde la contemplaba jugando con una mujer a extraer los hilos dentro de sus dedos.

–Nunca lo va olvidar si es eso lo que te estas preguntando– le dijo una voz ronca.

Zamasu miro a su lado, en la banca, un hombre viejo se había sentado junto a él. Tenia los ojos verdes, largo cabello y barba corta. Lo llamaban "Vaquero" por el sombrero que llevaba. La mayoría del tiempo estaba con la mirada perdida y el rostro desgastado, atormentado por una gran pena. Siempre sostenía una botella de agua cual si fuera una con licor. No le hacia caso a nadie más que que a Serena y solo de vez en cuando.

– ¿A qué se refiere?– preguntó Zamasu.

– A lo que le paso– contestó el tipo– Todos lo saben aquí, pero bueno...esas cosas pasan y ya.

Zamasu frunció el ceño ante ese comentario mientras lo veía beber de esa botella con agua.

– Este es el lugar más deshumanizado del planeta. No vas a encontrar humanidad aquí, muchacho. Este sitio es como una madriguera para los depredadores y los males– comentó como hablando con él mismo más que con Zamasu.

– Esa botella solo tiene agua– le dijo Zamasu medio en revancha por el comentario que le molesto de Serena.

–¡Ya lo sé! ¿Acaso crees que estoy loco?– exclamó el hombre y se puso de pie– ¿Crees que de licor solo se embriaga la gente? Pues no. También de poder, de rabia, de soledad, de dolor, de desdén...¡Fe lo que se te ocurra! Yo me emborracho de olvido porque no tengo ni esperanza ni fé y ya vete que me estas molestando.

Aquellas palabras hicieron eco en la cabeza de Zamasu y se quedo pensando en algunas cosas, pero luego fue con Serena dejándolas para después. 

Ella no volvió a pedirle que la sacara de ese lugar y él no volvió a mencionarlo, pero la idea seguía dándole vueltas en la cabeza a Zamasu como también otros cuestionamientos ¿Qué haria allá a fuera? ¿Cómo cuidaría de Serena? ¿Cómo haría algo bueno por otros? Porque no quería ni dejarla sola a ella, ni a esas personas. Ser un espectador, tener una actitud pasiva ante la injusticia, no era algo que pudiera tolerar. Al verse cruzado de brazos, Zamasu, estaba experimentaron una fuerte indignación y sobre todo a sentirse frustrado. Pero por más que daba vueltas al asunto era incapaz de encontrar una solución factible.

Una tarde mientras estaba sobre ese árbol con Serena recostada sobre él le hizo una pregunta.

–¿Recuerdas que me pediste te sacara de aquí? ¿Aún quieres que lo haga?

– No lo sé...me asusta tanto allá a fuera, como pasar mi vida aquí dentro– le respondió la muchacha– Pero si estás  conmigo...me asustara menos.

Zamasu la miro con ternura y le acaricio el cabello.

–¿Y qué hay de ellos? ¿Puedes irte y dejarlos atrás?

–Me dolería, pero es soberbio creer que nos necesitan para hacer mejores sus vidas o al menos que somos indispensables. Las personas vienen y van, porque cada quien debe vivir su propia vida y ademas ¿Como salvar a otros si no estamos a salvo nosotros?

–Ella tiene razón– dijo Vaquero que estaba bajo el árbol con su botella– Y si quieren salir de aquí...Yo los puedo ayudar. Salgo de aqui todo el tiempo y nadie lo nota.
 

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora