Cena Familiar

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Aristóteles  se concentró en ver a Cuahutémoc con severidad cómo si se tratase de un intruso, y quisiera arrebatarle su puesto misma que su "ex" confrontaba con una hastiada realmente desesperado por salir de ahí.  El par de adultos permanecía sentado al extremo contrario se la mesa teniendo a Artemisa en medio del fuego cruzado quién esperaba paciente el primer golpe de la noche con ansias.

—Tami, ¿quieres un poco de café? — Ofreció de forma educada Artemisa como excusa para dejarlos sólos.

Cuahutémoc bufo divertido por la intención de su hija, —¿qué es lo que tramas, Artemisa? Tú nunca me ofreces nada.  — Cuestionó en un tonto que desagrado por completo a Aris.

—¿A qué te refieres con eso, Temo? — Inquirió Aristotéles con una sonrisa superficial viendo a su hija de reojo. — Mi hija es un ángel, a lo mejor aprendió que ser considerado contigo no trae nada bueno.

Artemisa se removió incómoda en su lugar.

—¿Para esto me citaste? — Encaró a su hija, intensificando ese brillo peligroso en sus ojos realmente molesto. —  ¿Quieres ver a tus padre pelear conmigo, cierto?  Bien, adelante Corcega saca todo lo que tengas. —Alentó con una sonrisa temblorosa y parpadeando rápido, levantándose de su asiento seguido de su "ex".

—Oh, ¿estás seguro Lopéz? Tengo mucho guardado que desearía soltarte ahora mismo, y no es nada que te gustaría oír. — Advirtió acercándose a él con paso decidido, cerrando sus manos en puños y frunciendo su cejó.

Artemisa nunca imaginó llegar a ver el día que su padre Aristotéles realmente de enojará con la misma intensidad que se mostraba frente al rostro serio de Temo.

—¿Qué más puedes decirme qué no haya oído, ya? — Se río de forma seca. — Ante ti, te fui infiel con mi estúpido asistente, con Diego y su novio Mateo.  Abandoné mi responsabilidad cómo padre, y cómo hijo, ¿qué mas? Oh, sí, un alcohólico con problemas de ira, ¿eso no era lo qué mas repetías de mí? Si o no, la idea es la misma. Siempre te guiaste por lo que te convenía creer, Aristotéles y nunca quisiste escucharme porque para ti, yo fui él malo de tú película Aristotéles Corcega.

Artemisa miró a Temo con una ligera mueca de empatia viéndolo ampliar su temblorosa sonrisa y ese brillo se desbordaban en pequeñas lágrimas apenas perceptibles que arruinaban por completo a la imagen del hombre frío, y despreocupado que tenía de él.

—Temo, yo...—Murmuró sin saber que decir exactamente Aristotéles sintiéndose imbécil, ¿cuándo no la terminaba regando él?

—¿Qué fui un mal marido? Yo renuncié a mi sueño de ser activista para que cumplieras tú sueño de ser cantante, y criar a la niña que ve en ti a un padre. — Temo habló entre dientes conteniendo las ganas de romper a llorar frente a él. — ¡Tú nisiquiera querías tener hijos porque para ti, los Corcega y sobre todo su maldita puta opinión fue prioridad! — Exclamó alzando sus brazos al aire riéndose entre lágrimas. — ¿Qué si Imelda dice esto? ¿Qué si él vejete de tu padre no aprobaba lo nuestro? ¡¿Qué si nadie veía con buenos ojos lo nuestro?! —Gritó con la suficiente fuerte para ser oído por todos los Corcega del edificio sin importarle —  ¡Dios, mío! — Frotó con fuerza sus manos en su rostro cayendo en cuenta de algo de repente. — ¡Sino hubiese sido por Diego, tú nisiquiera estarías aquí! — Señaló a su hija de forma temblorosa.

—¿La tatarabuela y él abuelo no me querían?— Murmuró ella viendo a su padre Aristotéles esperanzada de que no fuese cierto.

Aristóteles simplemente se mantuvo en silencio viendo a su "ex-marido" quién se encontraba ahogando en lo profundo de su garganta el deseo de gritar, y golpear algo, lo que fuese pero se conformó con ver sus manos temblorosas que cerró con fuerza en el respaldo de la silla que antes había ocupado para sostenerse.

—Princesa, Temo no... — Deseó darle la contraria pero sabía muy a su pesar que no era así.

—A ti te adoran, Artemisa ese encantó te lo heredó Aristóteles. — Continuó Temo con toda la intención de derrumbar su bella imagen de la familia Corcega sin importarle nada.

—Temo, por favor. — Suplicó Aristotéles viendo sus intenciones.

Él lo ignoró. — El viejo culo arrugado de tu abuela seguramente explotará tu encantó de la misma forma que lo hizo con tu, papá. — Dijo él limpiándose con el dorso de su mano las lágrimas secas de sus mejillas. — ¿Qué te parece ser la esposa de un hombre machista? ¿O te gustaría permanecer a su lado sirviéndole a una viejita caprichosa, cariño? Igual a tu abuela, igual a tu padre.

—¡De mí madre no vas hablar así, Cuahutémoc! — Advirtió endureciendo su mirada hacía él.

—Pero, ¿tú si puedes hablarme cómo se te de la gana? ¡Fui tu marido y nunca recibí el respeto con el que tratas a una vieja decrépita llena de prejuicios o de un señor al que mantuviste hasta su último aliento! — Alzó la voz cargada de resentimiento.

—¡Tú nunca estabas para nosotros! — Acusó Aristotéles.

—¿Disculpa? ¡Alguien tenía que mantenernos, no de vídeos y sueños se alimentan tres bocas, y se paga una renta y todo por tu maldito ego de no querer la ayuda de mi padre! ¡Querías boda, y no tenías los pantalones para ver por tu matrimonio!  — Refutó Temo volviendo a sentir esa dolorosa opresión en su pecho con dificultad lograba respirar aferrándose a su agarre en la silla.

—¡Vi, y luche por él tú fuiste quién no lo hizo! ¡¿De qué sirve desvivir por el estúpido dinero si nisiquiera puedes gastarlo con tu familia?! ¡¿Por qué dime?, ¿cuándo tuviste algún tipo de tiempo para nosotros?! ¡Prometiste que siempre seríamos tu prioridad y nos dejaste de lado por tu maldito trabajo! — Aristotéles volvió a reclamar cegado por su propio dolor.

Artemisa simplemente veía la pelea en silencio apenas siguiendo el hilo de la discusión sintiéndose realmente mal por haber provocado algo así.

—¿El corazón nunca se equivoca, tahi? —Soltó de repente callando a Aristóteles y ganando una mirada significativa de su hija. — No, mi corazón se equivocó al enamorarse de ti tanto que duele darse cuenta y ver que lo nuestro nunca debió haber existido.  — Temo simplemente se rindió, agotado y cansado de lo mismo abandonando el departamento Corcega, dejando en la mesa su anillo de compromiso frente a la mirada sorprendida de su ex-familia.

Su definitivo, adiós.







Qué poquito nos duro el amor [ARISTEMO/ZUMITO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora