Él saco el último cigarrillo de su cajetilla para acercarse al fuego que, amablemente, Zury le ofreció y se permitió fumar libremente afuera del hospital mientras su asistente hacía todo el papeleo.
La gente iba y venía, abrían sus paraguas para cubrirse de la ligera llovizna que azotaba la ciudad, otros corriendo a refugiarse en el alguno de los locales. Todos
acompañados. Todos iguales de solos, vagando sin rumbo fijo, pero centrados en sus propios problemas. Él se detuvo frente a una cafetería viendo a una pareja tomadas de las manos. La pareja bebía un tibio café y se burlaba de los imbéciles como él.Temo, mientras,trataba de contener su caos interior con una calada de cigarrillo.Hasta ahora se ponía a pensar en la soledad que lo acompañaba desde hace tiempo y que lo consumía lentamente. Perdió contacto con sus hermanos, su padre era la única persona que seguía al pendiente de él y sus avances en la empresa aunque estuviese en Oaxaca con su amada Susana y ahora... Ahora sólo arrojó a un lado la colilla para sacar su celular y recurrir a la única persona que pudiese darle consuelo.
Miró expectante la pantalla del celular, como si sólo pensarlo pudiese invocarlo. Sin embargo, sólo se topó con la imagen de su ex-marido y su hija de pequeña abrazados luego de un largo día en el balneario.Aplastó el celular contra su pecho, sintiéndose sin aire de repente. Todo daba vueltas, intentó dar unos cuantos pasos, pero terminó cayendo al suelo al sentir sus piernas temblorosas. Al final, logró aferrarse a la pared del callejón detrás del hospital.
Zury salió del hospital cargando consigo una resplandeciente sonrisa, pero ésta se borró al notar la lluvia que caía y no ver a su jefecito por ninguna parte. Estuvo a punto de salir a buscarlo, pero fue detenido por la improvisada llegada de la familia López-Córcega demandando información acerca de sus padres.
— ¡¿Cómo está mi padre?! — demandó saber Lupe,
sujetándolo de los brazos.— Sí, sí habla...— le secundó Julio.
Zury retrocedió un poco, algo enclaustrado con tantos pares de ojos y miradas ansiosas de parte de los integrantes de la familia de su jefecito. Se sintió hasta intimidado. Sin embargo, sería la fastidiosa voz de alguien especial que lo haría verle con molestia mal disimulada.
— ¿Dónde está Cuauhtémoc? — Aristóteles Castañeda
preguntó, haciendo gala de su presencia, mientras era acompañado, como siempre, de su hija, quién lucía preocupada acercándose a sus primos.— Eso me gustaría saber — masculló, volviéndose para guiarlos a la habitación
de sus padres.
Zury y Aristotéles se fulminaron con la mirada, pero, por obvias razones, decidieron acompañar a los López-Córcega en la espera de nuevas noticias
referentes al patriarca de la familia. Quién, gracias a Dios, seguía con ellos un día más.
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Qué poquito nos duro el amor [ARISTEMO/ZUMITO]
Fiksi PenggemarCuahutémoc Lopéz y Aristotéles Corcega se casaron jóvenes, se arriesgaron a formar una familia en tan poco tiempo. Enfrentaron difíciles situaciones que pusieron fin a su burbuja de felicidad teniendo como único lazo a una hija. ¿El corazón nunca s...