Sus Aristemos recordando #2

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Mi princesa
~•~

Temo estacionó su pequeño Honda frente a la cochera de su casa, y salió tomando todas las bolsas del mandado entre sus manos. Azotó la puerta dispuesto a meter el mandado para después volver por la niña. Sin embargo, con las prisas se le olvidó que su pequeña niña se encontraba dentro del automóvil, así como las llaves.


— ¡Carlota, por favor mete el mandado en el
refrigerador! ¡Iré por la niña! — pidió de manera agitada a la amable muchacha que de vez en cuando venía a ayudarle
en el quehacer.


— E-está bien, joven Temo.


— ¡Artemisa! — llamó alterado al verla con una chimuela sonrisa sentada en el asiento del piloto, jugando de manera distraída con las llaves.


Él intentó abrir la puerta, alarmado de que su pequeña princesa... Negó. Golpeó la  ventana tratando de llamar su atención, mientras intentaba no caer en la desesperación, al mismo tiempo que pensaba en la manera de sacarla de ahí.


— Cielo, abre, por favor, ¿sí? No me hagas esto, princesa. No puedes jugar con esas cosas, son muy peligrosas — decía al borde del llanto, mientras ella le sacaba la lengua y movía el volante como un cochecito de carreras.


— ¡No te vayas a mover de ahí! — ordenó a la insolente de su princesa, para después sacar su celular dispuesto a llamar a su esposo. Sigue golpeando la ventana intentando atraer su atención. Sin embargo, la pequeña princesa de "papá" sólo se buró de él.


— ¡¿Temochas, qué ocurre con la nena?! — Dijo la melodiosa voz de Aristóteles, distorsionada por la estática de algún túnel.


— ¡Tu hija está dentro del auto y no quiere salir de ahí la muy hija tuya! — exclamó alarmado, viendo como la pequeña se movía a la parte trasera.


— A ver, Tahi, sólo tranquilízate y dime, ¿por qué no sólo abres la puerta con las llaves? De seguro has de tener una copia por allí.

— ¡Ese es el problema, Tahi, que no tengo ni una puta idea de donde dejé las llaves de repuesto!

Aristóteles respiró con fuerza y dijo: — Bien, tú sólo coloca la llamada en vídeo llamada y pon la pantalla frente al auto, voy a intentar dialogar con ella.


— Aris..., ¿qué...?


— Tú hazlo y aprende — comentó socarrón, tratando de aligerar la tensión de su pareja.


— Está bien, Tahi — aceptó un poco dudoso.

Aristóteles le sonrió desde el otro lado de la línea. Se encontraba en su vehículo estacionado en la orilla de alguna carretera totalmente relajado, luego de una sesión de fotos del catálogo nuevo de Klass.


— Artemisa, papá quiere hablar contigo — dijo mostrando la pantalla a la pequeña quién al verlo se le iluminaron los ojitos.


— ¡Papi! — chilló emocionada pegando su carita a la ventana.


— Hey, pequeña traviesa. Ya me enteré de las travesuras que le haces a papá Temo —acusó, con una sonrisa risueña, a su pequeña adoración.


Temo ofreció el celular a la pequeña quién, sin pensarlo mucho, oprimió el botón para bajar la ventana y así alcanzar el celular con sus pequeñas manitas.Temo se lo dejó para que se distrajera, con la intención de abrir, con un poco de dificultad,la puerta.


— Papi, tú sí eres bueno, no como Tami.


— No digas eso pequeña — regañó Aristóteles riéndose por lo adorable que se
veía niña enojada.


—Pero, ¡sí es cierto! — reprochó, haciendo un lindo puchero.

Temo, por el otro lado, sólo se embolsó las llaves y la tomó entre sus brazos, ignorando el pequeño malestar en su pecho ante el comportamiento de su hija. Se recordó a sí mismo que sólo era una niña que prefería la compañía de su "mamá" que la de su "papá". Después de todo era lógico que no lo quisiera porque siempre la regañaba, mientras que el alcahuete de su marido siempre la consentía.

Qué poquito nos duro el amor [ARISTEMO/ZUMITO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora