Esta es la segunda parte de la historia.
~•~
Aristóteles aceptó un dulce trago del vino añejo de la cosecha especial de Temo con una sonrisa disfrutando de la atención de ese par de ojos oscuro fijos en sus labios curvados en una sonrisa.
—¿Ves algo qué te gusta?
Él apoyó su mentón en la palma de su mano dejando la copa de lado y Temo se acercó lo suficientemente para saborear de sus labios un trago embriagante que lo mareo por lo fuerte que podía ser su ex-marido al empujarlo hacía atrás colocándose encima de él.
—Si, si lo veo y lo siento. — Sonrió coqueto haciéndole espacio entre sus piernas.
—¿Qué sientes? — Dijo él deslizando una de sus manos por sus muslos viéndolo temblar bajo su toque.
—¿Podríamos dejar la charla para después y concentrarnos en lo importante?— Ahora fue el turno de él de empujarlo contra el colchón y ponerse encima de él. — No sabes cuánto tiempo espere por esto.
—Antes no esto te prendía. — Se río al verlo batallar para desabrochar sus ajustados vaqueros.
—Antes tenía el culo cerrado.
—Dios mío, ahora se de donde saco lo malo hablado Artemisa. — Ahogó un jadeo al sentir a Temo acariciar su miembro. — ¡Cielos cuándo te volviste tan bueno en eso!
—Desde el día que me dejaste tuve mucho tiempo para practicar. — Murmuró contra su erecto amigo dispuesto a darle una mamada que lo dejaría viendo estrellas. — ¡Y si mi hija es una mal hablada y caprichosa es por tu culpa!
Aristóteles se aferró a las sábanas mientras sentía la lengua de Temo saborear su verga cerrando sus dientes sobre su piel viéndolo ese par de ojos brillar de forma peligrosa que lo hizo quedarse sin aliento.
Y esto era sólo el principio.
~•~
Cuahutémoc miró divertido como Aristóteles se mantenía de pie y removiéndose incómodo bajo la severa mirada de Pancho quién veía a ese par con una ceja alzada sentado detrás de su imponente escritorio de su despacho en compañía de Susana.
—¡Toma asiento Aristotéles me estás poniendo nervioso! — Dijo Pancho asustándolo por no estar acostumbrado a sus gritos.
Temo simplemente ahogo una risa bebiendo un trago de agua sintiéndose realmente feliz de verle sufrir.
—S-si, Pancho. — Aceptó de mala gana.
Diego quién apenas entraba al lugar con el contrato de su nueva "estrella" y había oído a lo lejos la pequeña "petición" de Don Pancho no pudo evitar comentar con burla:
—¿Qué ocurre Aristotéles tienes hemorroides?
Él cantante lo fulminó con la mirada al verle pasar y sentarse en el borde del escritorio en frente de él. Temo casi se ahoga con el agua de las ganas de reír cada vez más evidentes bajo la atenta mirada de su padres y amigo, Diego extrañado le dio una mirada a ese par tratando de ver algo que pasó por alto.
—Diego no deberías burlarte de Aristotéles por tener hemorroides. — Regañó Susana con su característico tono autoritario.
Aristóteles solo se encogió mas en su lugar con sus mejillas ardiendo de vergüenza miró de reojo a Temo quién comprendió el mensaje y miró a su amigo con una sonrisa más falsa que sus ganas de estar ahí.
—Si, Diego no diga nada que hace tan solo unas semanas estabas igual o peor que él gracias a la leche en mal estado de Mateo, ¿no es así? — Le recordó disfrutando de la cara de horror de su amigo al dejarlo en evidencia.
—¿Leche en mal estado? — Dijo Pancho confundido viendo a Diego. — ¿Por eso faltaste a la Inauguración de la cede en Jalisco?
Diego ahora el que se encogió en su lugar sintiendo sus mejillas colorearse mientras veía la expresión preocupada de Pancho y la confundida de Susana quién estaba empezando a captar el "humor" de esa plática.
—Si, y no es la primera vez. — Siguió él divirtiéndose ante la ignorancia de su padre.
—Hay Diegochas, pues, ¿qué tipo de leche tomas de todas formas? ¡Ya se de ahora en adelante te daré de mi leche mijo! — Exclamó un entusiasta Pancho parándose de su silla y jalando a Diego hacia la cocina. — ¡Es la mejor leche de toda Oaxaca la que tengo acá! ¡Susana ven!
Susana entorno los ojos y siguió a su marido no sin antes mirar de forma severa a su hijo quién le resto importancia con una ladina sonrisa antes de retirarse cerrando la puerta del estudio detrás de ella.
—De nada. — Dijo Temo buscando en sus bolsillos su cajetilla de cigarros.
—¿De nada? ¡¿Qué fue eso de ahí Temo?!
—Venganza, Corcega, la más dulce y deliciosa venganza. — Si, aún no se olvidaba de la última conversación que tuvieron en su oficina.
—No me refería a eso, y lo sabes, ¡no puedo nisiquiera sentarme por tu culpa! — Se quejó, levantándose del incómodo asiento viéndolo con reproché.
—Hey, tranquilo. — Lo calmó olvidándose por un momento de su necesidad de fumarse un cigarrillo para enfrentarse a él. — Deja que refresqué tu memoria, ¡tu me dejabas peor! Además fue tu culpa.
—¡¿Mi culpa quién me metió su desvirgó ayer?! — Lo acusó temblando de coraje.
—Disculpa por tomar la virginidad de tu culo, ¿contento? Aunque ahora que lo pienso eso debí haberlo hecho hace mucho tiempo. ¿Lo repetimos? — Temo lo miró anhelante con ese par de ojos brillantes y esa maliciosa sonrisa que hicieron a Aristotéles huir de ahí.
Aristóteles ni loco se volvería a dejar de él.
—¡Oh, vamos Corcega no seas sacatón! ¡Qué bien que pedías por más y bien duro!
Temo se asomó por el marco de la puerta para recibir una mirada furiosa de Aristóteles antes de que le regalará su precioso dedo del medio.
—¡Vete a la mierda Cuahutémoc!—Ya veo de donde sacó lo respondón Artemisa. — Se río ligeramente.
Al menos, ya podían hablarse y estar juntos sin discutir hasta por si la mosca pasó por ahí pero tampoco era del todo sano su nueva relación.
Pero, ¿quién era él de todas formas para decir qué era sano y qué no?
Temo acarició sus mejillas sintiendo la sonrisa aún haciéndole cosquillas en su rostro, ¿cuándo fue la última vez qué sonrió tanto y de verdad? No importaba ahora porque estando a lado de ese sensible hombre seguiría sonriendo mientras ninguno tocará algún punto sensible.
Todo estaría más que perfecto.
¿Verdad?
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Qué poquito nos duro el amor [ARISTEMO/ZUMITO]
FanfictionCuahutémoc Lopéz y Aristotéles Corcega se casaron jóvenes, se arriesgaron a formar una familia en tan poco tiempo. Enfrentaron difíciles situaciones que pusieron fin a su burbuja de felicidad teniendo como único lazo a una hija. ¿El corazón nunca s...