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Recurdos de un borracho.
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-¿Dónde está Temo? - Preguntó de forma inocente la niña viéndole con ese par de ojos claros brillantes.
Zury se la pensó antes de decir:
-Trabajando. - Mintió con una mueca.
Artemisa solía quedarse en la casa de su jefe los fines de semana y aveces se extendía su visita por culpa de las giras de Aristóteles que últimamente había tenido más trabajo por lo que la niña quedaba a cargo de su jefe.
O sea, él se volvía la niñera de la niña.
-¿En qué está trabajando?- Volvió a preguntar sonriendo al ver a Zury ofrecerle su peluche.
-En cosas, creó. - Murmuró desviando la mirada hacia arriba donde supondría andaría él.
-¿Qué cosas? - Insistió medio dormida.
-Cosas importantes pero mañana lo verás.
-Eso siempre dices pero nunca puedo verlo, ¿ya no me quiere? - Artemisa susurró para sí lo último aferrándose a su peluche.
Zury realmente deseo contestarle que no era cierto porque su jefe la adoraba pero tuvo que retirarse por el escandaloso ruido que su jefe se traía, arriba y solo bebiendo de su reserva de licor privada no era un buen escenario.
-Artemisa, no salgas de tu habitación, ¿okey?
La pequeña niña espero a que Zury se retirará para después seguirle con la intención de ver a Temo después de todo llevaba un buen rato sin saber de él para ser una pequeña niña se sentía preocupado por él.
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Cuahutémoc lloraba tirado en el suelo con un caos de papelería, botellas rotas y por abrir a su alrededor con las cortinas cerradas como sus ojos mientras se aferraba con fuerza a su botella de vino una imagen que Zury estaba más que acostumbrado en ver en él.
-Señor, venga hay que llevarlo a la ducha. ¿Cuánto bebió ahora? - Zury tuvo la preocupación de colocarlo de lado para evitar que se ahogara con su vómito.
-¡S-solo dejame en paz, Sasho! - Balbuceó con coraje pero sin fuerzas para luchar.
-Lo haría si estuviese sólo, señor. -Le recordó con obviedad limpiando el rostro de saliva de su boca con cariño.
-Estoy solo, Zasho muy solo sin Aristotéles ¡ya no vale la pena vivir! ¡Él es mi vida, lo amó como no tienes idea! - Murmuró abrazándose así mismo volviendo a llorar.
Zury entorno los ojos aburrido de lo mismo un poco molesto se atrevió a sujetar con fuerza su mentón para hacerlo verlo y enfocarse en él porque él que seguía a su lado siempre sería él.
-Aristotéles no te ama, Temo. ¡Él te dejo, ¿qué no te acuerdas?! - Se inclinó más cerca, apretando su agarre aspirando el dulce licor de su aliento. - No puedes seguir llorando por él, ¿qué no ves lo qué está pasando? ¡Ya ha pasado más de un año y sigues igual de cómo al principio! ¿Por qué te es tan difícil dejarlo ir?
Zury se montó encima de él en un ágil y más que practicado movimiento para abalanzarse a sus labios robándole un beso importándole poco sus protestas, sujeto sus muñecas por encima de su cabeza disfrutando en sentirlo tan cerca de él, solo para él sin nadie más.
-¡¿Por qué te es tan difícil aceptarme?! -Exclamó molesto al ser mordido por él.
-¡A-alejate, imbécil! - Intentó zafarse de su agarre pero no tenía fuerzas.
-¿Temo...? ¿Estás aquí? - Decía una pérdida Artemisa siguiendo el ruido de las voces sin ser consciente hacia donde de dirigía.
Temo escuchó a su hija de forma anhelante, ¿cuándo había sido la última vez qué la vio? Aún se sentía culpable de cómo la había tratado la última vez.
-Maldita sea. - Maldijo Zury soltándolo para ir por la niña.
Cuahutémoc se levantó de forma torpe del suelo para ir con su niña para disculparse pero no llegó a dar más de tres pasos antes de ser sujetado por Zury evitándole una dolorosa caída.
-Estas muy ebrio para ir a verla. - Soltó un largo suspiró viéndole tratar de soltarse de su agarre aún molesto por lo de antes. - Creé en mí, Cuahutémoc. Lo último que quieres es ver a tu hija en este estado, ¿entiendes? Mañana estarás mejor y podrás para un rato con ella.
-¡N-no me toques! - Luchó por soltarse pero Zasho fue más fuerte y lo arrastró en contra del su voluntad al baño.
-Entre mas luches más ganas tengo de hacerlo. - Murmuró divertido al ponerlo nervioso con solo un toque. - De todas formas es tú culpa, si dejarás de beber hasta caerte muerto posiblemente podrías tener la suficientemente fuerza como para librarte de mí.
Zury empujó a su jefecito contra el inodoro haciéndose espacio entre sus piernas con la intención de incomodarlo colocándose de forma amenazante sobre él.
-Así que decide, ¿te das una ducha tú solo o lo haré yo por ti? - Le permitió escoger con una sonrisa burlona.
Temo lo miró con un profundo odio antes de empezar a desnudarse bajo la satisfecha mirada de Zasho quién se retiró cerrando con fuerza la puerta del baño para ir con la niña que ya se había adentrado a la habitación con curiosidad.
-¿Qué haces aquí pequeña? - Él se acercó a la niña realmente preocupado por su ella.
La habitación de su jefe no era un buen lugar para que una niña tan curiosa como ella.
-Me pareció oír a Temo. - Artemisa busco con su mirda a su padre pero no lo vio por ningún lado.
-Ya te dije, cariño esta ocupado. - Sonrió viendo de reojo la puerta antes de agacharse y cargar a la niña entre sus brazos.
-¿Con sus "cosas? - Murmuró haciendo un adorable puchero.
-Si, cosas especiales. - Se río -, ¿quieres llamar a tu padre?
-¡Si, lo extraño muchísimo!
-Es que Aristotéles es una gran persona, ¿no? - Alzó un poco la voz haciéndose oír por toda la habitación ampliando su sonrisa frente a la niña. - ¿Te gustaría volver antes de tiempo con él? Estoy seguro que él estaría encantado de estar contigo.
-¡Si, si me encantaría! ¡Mi papí Aristóteles es mucho más divertido y lindo que Temo! ¡Él si me deja comer helado! - Exclamó de forma inocente hablando de lo genial de su padre pero aún así seguía preocupada por Temo.
-Bien, hay mucho que hacer entonces.
Zury se retiró de la habitación cerrando la puerta detrás de sí.
Temo miró la puerta del baño con lágrimas corriendo libres por sus mejillas mientras hundía su rostro entre sus manos.
Él posiblemente no recordaría nada la mañana siguiente pero aun sentiría esa dolorosa opresión en su pecho cortándole la respiración hundiéndose más en su miserable vida.
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Qué poquito nos duro el amor [ARISTEMO/ZUMITO]
Fiksi PenggemarCuahutémoc Lopéz y Aristotéles Corcega se casaron jóvenes, se arriesgaron a formar una familia en tan poco tiempo. Enfrentaron difíciles situaciones que pusieron fin a su burbuja de felicidad teniendo como único lazo a una hija. ¿El corazón nunca s...