capítulo once

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     El payaso cae de espaldas al pozo, pero rápidamente sostiene sus manos en el borde de éste, intentando impedir el irse por otros veintisiete años. Bill se acerca a él, levantando el bate sobre su cabeza, y finalmente, la piel de Pennywise comienza a desprenderse, para luego caer hacia el pozo tras un grito ahogado.

— ¿S-Se acabó? —pregunta ____, con los ojos llenos de lágrimas.

— Se acabó —responde Stanley, igual de temeroso que todos los demás, y acto seguido, abraza a ___ con fuerza.

     Ambos se abrazaban como si sus vidas dependieran de ello, solo podían transmitirse seguridad entre ellos, nadie calmaba el miedo de Stanley tanto como ____.

     Todos caminan detrás de Bill qué, con la cabeza agachada, se dirige hacia un pequeño impermeable amarillo, el cual sostiene entre sus manos al agacharse. Lo observa por unos segundos, antes de aferrarlo a su pecho, y soltar en un llanto inconsolable.

    Cómo la familia que eran, los demás perdedores corren a abrazarlo con todo el cariño que tenían por él. Y en ese momento, Billy sintió como su corazón volvía a unirse poco a poco.

(...)

— Jurenme, juren que si eso no está muerto, y que si llega a volver, nosotros también volveremos —Bill toma un trozo de vidrio que estaba en el césped y se levanta del suelo.

  Beverly es la primera en levantarse, mostrando su apoyo a Bill. Pronto, los demás lo hacen. Todos reunidos en ronda, y el tartamudo pasaba de uno en uno cortando la palma de su mano con el vidrio. Acto seguido, se toman de la mano.

— Tengo que irme —dice Stanley, soltando sus manos, y mirando a su enamorada— ¿Vienes?.

— Sí —afirma ella, volteando hacia sus compañeros y despidiéndose con su mano— Los quiero. Adiós.

    Stanley, que tenía todo el contorno de su rostro vendado, mira a Bill en concreto, una mirada severa.

— Te odio —dice, sin cambiar su dura mirada, pero luego ríe junto a los otros perdedores. Aclarando que era una broma.

     ____, sin dudarlo, toma la mano del chico de rizos, quién se sorprende al principio, pero para él era una sensación bastante linda. Juntos se encaminan  hacía el inicio de la carretera, dónde Stanley tenía su bicicleta.

    Eran los primeros en irse.

— ¿Quieres ir a dar una vuelta por ahí? —pregunta Stanley, que, después de un día agitado, solo buscaba relajarse un poco— Podemos ir al puente.

— ¿Al puente? —ella le sonríe con un poco de picardía— Stanley, que galán.

— ¡N-No me refería a eso! —exclama avergonzado— Solo vayamos a charlar y-y... nada más, estar un momento a solas.

— Tranquilo, solo bromeaba, bobo. Vamos, la tarde está linda. Hay que aprovecharla.

     Suben juntos a la bicicleta, ____ reposa su cabeza en la espalda del chico, sintiendo su aroma, y la comodidad que le transmitía abrazar su cuerpo tenso.  Stanley lo disfrutaba también, no podía imaginar el día en que no sintiera los brazos de su enamorada, era una sensación que quería tener toda su vida.

— ¡Primer parada! —exclama ___ bajando de la bicicleta, y asomándose al puente— ¿Alguna vez has tallado alguna inicial aquí?.

— Ahm... Solo la S —responde un poco tímido— Algún día espero poner la inicial que falta.

— Esperemos a ver quién es la persona afortunada.

    Stanley tenía tantas ganas de decirle que esperaba tallar su inicial, pero no tenía el valor. Para eso no. Quizá era muy pronto, o ella no iba a quererlo de igual forma, prefería quedarse con la duda.

    
— Esto me duele bastante —dice la chica, sentándose a la orilla del puente, intentando extender por completo su mano— ¿A ti?.

— Hasta me ha sacado lágrimas —rie apenas— Será mejor que curemos éstas.

— Si, tienes razón... —susurra— Yo de verdad... no creo que recuerde todo en veintisiete años.

— Lo de la promesa... yo quizá si lo recuerde, pero no sé si volvería para que me maten —Stanley suspira, con los vellos de punta— Me arrepiento de haber entrado ahora, mira como he quedado.

— ¿Cómo haz quedado?.

— ¿No ves? Tengo vendas por doquier en mi rostro —rueda los ojos.

— Pero en un tiempo no tendrás ni las vendas, y quizá cicatrices tampoco. De todos modos, no altera para nada en tu belleza —ella le sonrie, con la intencion de sonrojarlo, lo que logra con éxito— Las vendas hacen que tus cachetitos resalten, y se ven tan apretables.

      Ella estira sus manos hacia el rostro del judio, quién, consciente del dolor que le venía, intenta zafarse pero su amiga tenía las manos sobre sus mejillas y las estrujaba como si fueran de plastilina. Stanley solo se queja, pero la risa lo traiciona y termina por hacerle cosquillas para que lo soltara, lo cual funciona a la perfección. El chico quita su mano, tomando de ésta y entrelazando sus dedos, con inseguridad y timidez.

   
     Ambos se miran fijamente a los ojos, cambiando su expresión a una llena de nervios. Pero de todos modos, ella da el primer paso, inclinando su rostro hacia el de Stanley, que tampoco se queda atrás. Pero el ruido ensordecedor de la bocina de un auto los alarma, entonces se separan rápidamente.

— ¡Uris! ¿Estás por dar tu primer beso acaso? —Belch hace unas muecas raras en burla.

— ¿Que hacen aquí? —les pregunta ___ levantándose del suelo y acercándose al auto— ¿No tienen algo importante que hacer?.

— Nada. No queríamos interrumpir su momento —dice Carrie riendo y guiñándole un ojo a su hermana— Ah y papá dice que ya vuelvas, estuviste todo el día fuera.

— Entonces ya pueden irse.

— Si si, nos vamos —anuncia Belch, arrancando y yendo a gran velocidad por el puente.

— Perdón por eso —____ suspira.

— No hay problema —rie nervioso— ¿Te llevo a casa?.

— Si, por favor.

      

      Con pesar, suben a la bicicleta, rumbo a casa de la chica. Ninguno quería irse todavía, necesitaban terminar lo que les interrumpieron, lo necesitaban como a nada en el mundo. Pero los buenos momentos siempre se veían interrumpidos, los dos sabían que quizá algún día podrían tener su lindo, y tranquilo momento.

    Algún día...

    

sweet, Uris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora