Capítulo 8

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—¿Están bien? –pregunta Lucia cuando puede entrar al vestuario.

Nate y yo solo asentimos. Sam entra como si nada hubiera ocurrido y se dirige hacia su casillero.

—Si, estamos bien. –respondo por ambos.

—De acuerdo. –asiente Lucia—. Iré a hablar con la mueblería para que traigan otra puerta, una que no tenga problemas.

Necesito aire. Salgo del vestuario y me camino por el pasillo hasta salir a las piscinas pero no me detengo y sigo caminando hasta llegar al portón que separa las piscinas de la cancha de tenis, abro el portón y camino hacia los bancos de espectadores, me siento en la primera fila y trato de despejarme. Nunca me había quedado encerrada en un lugar por tanto tiempo, me he asustado mucho aunque trataba de disimularlo.

Alguien carraspea detrás de mí.

—¿Estás bien? –pregunta Nate con voz neutra.

Lo miro y asiento con la cabeza repetidas veces.

—Si, supongo, sólo necesitaba un poco de aire. ¿Tú?

—Si, pero me ha estresado mucho.

Entonces se da la vuelta e intenta marcharse, pero se para en seco cuando le hablo.

—¿Adónde vas?

Se gira hacia mi y me mira como si la respuesta fuera obvia.

—Con los demás.

—Oh, pensé...

—Lo que pienses no me interesa –me interrumpe. —. No pienses que porque nos quedamos encerrados, me diste dos galletas y reímos ahora somos amigos.

—No pienso cosas absurdas. –me levanto, paso por su lado y lo sobrepaso, pero me doy la vuelta y le suelto lo quiero decirle desde que estreché su mano el lunes. —Ya no eres el mismo.

Nate niega con la cabeza.

—No, ya no soy el mismo, te lo aseguro, ahora soy mucho peor.

Niego con la cabeza, salgo de la cancha y veo que Sam está con Stella en la orilla de la piscina. Me acerco, saludo a Stella y me pregunta si estoy bien por lo ocurrido hace unos minutos atrás.
Me quedo como boba pensando si me lo pregunta por el intercambio de palabras con Nate en la cancha, pero reacciono y me doy cuenta de que me lo pregunta por lo del vestuario.

—Si... si, eso creo. No sabía que se trababa.

—Si, pasa hace tiempo, le hemos dicho a Lucia que la reemplazara antes de que alguien se quede encerrado, pero no la cambió a tiempo y sucedió lo que le habíamos advertido.

—Quiero distraerme, ¿vamos al comedor a desayunar? Todavía es temprano.

—Claro. –dicen nuevamente las dos al mismo tiempo. Me río y las tres nos dirigimos hacia el comedor.

Cuando entramos, Jacob, Elliot y Nate están sentados en la misma mesa que ayer. Nos dirigimos hacia ellos, Sam y Stella toman asientos menos yo, que me dirijo hacia el mostrador para pedir algo para comer. El mismo chico que me dio jugo ayer sale de la cocina y sonríe al verme.

—Buenos días, ¿quieres algo para comer? –pregunta aún con su sonrisa. Le sonrío en respuesta.

—Buen día, y si, hoy si. –río—. Me gustaría un café con leche y dos medialunas rellenas, por favor.

—Claro, enseguida te lo llevo a tu mesa. –responde mientras anota lo que le he pedido en una libreta.

—No, está bien, necesito conocer a los demás empleados de aquí. –sonrío—. ¿Cómo te llamas?

—Me llamo Samuel, ¿y tú? –dice y mientras tanto pasa un trapo húmedo sobre la base del mostrador.

—Me llamo, Rue.

—Eres nueva, ¿cierto? –pregunta con curiosidad.

—Sí, comencé el lunes. –digo y suspiro.

—¿Pasa algo? ¿Te está pareciendo agotador todo esto? –inquiere.

—Tú dímelo, ¿ya te has quedado atrapado en el vestuario? –pregunto y río sarcásticamente.

—Mmm, no. ¿Tú si? –pregunta y ríe.

—Sí, de hecho, acabo de salir de ahí dentro. Siento que será un mal día.

—Tranquila, todos tenemos malos días. Al menos en tu primera semana no se te ha caído café en las manos. –trata de tranquilizarme.

Auch.

—Eso suena doloroso. –digo con un gesto asustado.

—Lo fue, pero en fin, ahora soy un genio para llevar café. –sonríe.

—Espero poder aprender a hacer bien las cosas...

—Rue deja de molestar a Samuel de una buena vez. –me interrumpe Nate.

Qué puto fastidio.

Lo miro y niego con la cabeza. Samuel se va y regresa al minuto con lo que le he pedido.

—Gracias. –digo tomando la bandeja. —Y gracias por la pequeña gran charla.

—Cuando quieras. –sonríe amablemente. Me dirijo a mi asiento y comienzo a desayunar.

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