Capítulo 7

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Es miércoles y mi cuerpo se encuentra como el de un zombie, obviamente supe que el cansancio sería una de las cosas a las que debía acostumbrarme, pero no creí que sería así de intenso.

Son las 8:30 y me encuentro caminando por el pasillo para llegar al vestuario, acabo de llegar y lo he hecho demasiado temprano. Ni siquiera Sam y Stella han llegado y eso que ellas son las primeras del equipo en llegar.

Entro al vestuario, cierro la puerta y me encuentro con Nate cambiándose, es que acaso no puede hacerlo en las duchas como todos los demás? Paso por su lado sin mirarlo y me dispongo a abrir mi casillero.

—¿Ahora estás tan en la cima que ni siquiera das los buenos días? –pregunta Nate buscando algo dentro de su casillero.

—¿Ahora te importa si te doy los buenos días o no? –pregunto con fastidio.

No. Desde temprano no, por favor.

—Claro que no, pero sería humilde de tu parte. –dice con un toque de arrogancia en su voz.

—Mira Nate, no quieras sacarme de mis casillas desde temprano, ¿puede ser?

—Si alguien intenta sacarte de tus casillas desde temprano te sugiero que vayas y le comentes a Luke al respecto.

Cierro de golpe me casillero y me dirijo hacia mi ducha para cambiarme. No quiero tolerar su idiotez el día de hoy.

Cuando cierro la puerta de la ducha me desvisto y me pongo la camiseta del trabajo con unos shorts deportivos. Salgo de nuevo hacia el vestuario y Nate sigue allí. Pongo los ojos en blanco al verlo.

—Lo decía en broma. –intenta explicar.

—No me interesa en qué modo lo digas. Ya estoy harta de que me trates como si fuera cualquier cosa.

—Si tan harta estás, ¿por qué no te largas?

—¿Así que eso es lo que estás buscando? ¿Hacer que me canse así renuncio y la tranquilidad vuelva a tu cuerpo? Olvídalo Nate, porque no lo lograrás... Oh te daré un consejo, si quieres tranquilidad, puedes irte a la mierda. –dicho esto sonrío y Nate cierra con fuerza su casillero y se dispone a salir.

Llega hasta la puerta e intenta abrirla, pero ésta no lo hace. Intenta abrirla una, dos, tres veces más pero sigue sin ceder.

—¿La has cerrado con fuerza? –pregunta serio.

—No recuerdo. –digo acercándome a la puerta. Trato de abrirla yo también pero tampoco lo logro.

—Genial. Jodidamente genial. La has trabado.

—No sabía que tenía problemas al cerrarse. –intento explicar.

Carajo. Lo único que me faltaba era quedarme encerrada en una habitación con Nate.

Nate parece tener el mismo pensamiento porque se agarra la cabeza con ambas manos y después me mira.

—Era lo único que le faltaba a mi semana para hacerla mejor, quedarme encerrado aquí y para empeorarlo que estés tú también.

Respiro profundo y me dirijo hacia mi casillero nuevamente. Nate me mira incrédulo.

—¿No vas a hacer nada para tratar de salir de aquí? Tú fuiste quién la trabó.

Trato de sonar lo más calmada posible aunque por dentro no lo esté.

—Son las 8:30. –digo. —Dentro de una hora y media llegarán los demás y se darán cuenta de que la puerta no se puede abrir y que además estamos nosotros dentro. Sólo hay que tener paciencia.

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