Capítulo 71

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Canción : In My Veins - Andrew Belle

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Si hay algo de lo que estoy totalmente segura en este momento es que la felicidad nunca dura para siempre. Todo puede ir al cien porciento y de golpe puedes tener una caída que te lleve al fondo del océano.

Mi teoría es que siempre hay un momento.

Siempre hay un momento en el que la vida pierde el color. Hay veces en las que tenemos que tomar decisiones, decisiones que nada tienen que ver con uno mismo sino con los demás, por el bien del otro. Pero esto te jode a ti mismo más que a nadie. Y eso está sucediéndome ahora. Porque estoy a punto de hacer algo que me arruinará para siempre.

No fue hasta anoche, viernes, en la que tomé una decisión. Nos reunimos con el grupo en casa de Nate luego de la fiesta de despedida en el trabajo. Jacob, Sam, Stella y yo iríamos a comprar bebidas, pero dejé que los demás bajaran en el ascensor primero ya que había olvidado mi cartera y debía volver a buscarla al departamento. Habíamos dejado la puerta entreabierta así que no hizo el menor ruido cuando entré. Mi bolso se encontraba en la habitación de Nate, entonces me dirigí allí a buscarlo. Al entrar en la habitación, miré hacia la ventana y descubrí que Nate y Elliot se encontraban en el balcón apoyados en la barandilla mirando hacia la calle.

—¿De verdad no piensas ir? –le preguntó Elliot a Nate.

Oí como Nate suspiró y luego vi como negó con la cabeza.

—Jugar en ese club siempre ha sido una de mis tantas opciones, es uno de los mejores, Elliot. Es mi sueño. Pero no iré, no si debo dejar a Rue aquí. Ya tomé mi decisión. Hablaré con el couch el lunes a primera hora y le diré que no acepto su oferta.

Todo se detuvo dentro de mí al oír eso. El odio hacia mí misma comenzaba a despertar en mi alma al oír a Nate decir eso. Realmente no puedo dejar que él haga esto. Él no puede dejar su sueño por mí, sé perfectamente lo que se siente tener un sueño frustrado, y no dejaré que Nate atraviese eso.

Tomé mi cartera y bajé por el ascensor con lágrimas en mis ojos y el corazón agrietado cuando supe lo que tenía que hacer.

Pasé toda la noche mirando un punto fijo mientras por mi cabeza pensaba qué palabras podía elegir para no rompernos, pero todas me rompían el corazón ya en ese momento. Nate me preguntó unas diez veces si estaba bien, y la grieta en mi corazón se me abría un poco más al responderle que sí, cuando todo era lo contrario. No pude dormir, me pasé toda la noche viendo a Nate hacerlo, sus facciones inundadas de tranquilidad hicieron que rompa en llanto, por suerte él no se percató ni se despertó cuando me pasé toda la madrugada llorando a su lado.

Supe que la confusión comenzaba a despertar en él cuando ignoré sus mensajes y llamadas durante todo el día de hoy. Me pasé todo el día pensando de nuevo en lo que debía hacer. Entonces lo hice, marqué su número y luego de dos tonos, él contestó desesperado. Ni siquiera le dije cuanto lo quería, como siempre hacíamos al cortar una llamada, simplemente le dije que quería verlo ahora ya que había algo de lo que quería hablar con él.

Y aquí estoy ahora. En mi pequeño balcón viendo como Nate estaciona su camioneta. Tengo taquicardia y me muerdo el labio inferior para evitar llorar, aunque se que esto no funcionará mucho tiempo.

—¡¿Mamá?! –grito con la voz ya quebrantada.

Luego de unos segundos, mi madre abre la puerta y me mira.

—¿Podrías abrirle a Nate?

Ella asiente con la cabeza y unos segundos después, oigo la puerta crujir detrás de mí.

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