Capítulo 43

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La alarma de mi celular comienza a chillar y me despierto sobresaltada, pensando que se ha hecho tarde de todas formas. Apago el espantoso aviso y me levanto. Comienzo a caminar desnuda por toda mi habitación y me doy cuenta de que mi cuerpo se siente tan ligero como una pluma. Sonrío y recuerdo una de las últimas cosas que hice ayer en la noche. Si voy a sentirme de esta manera cada vez que tenga un orgasmo entonces voy a practicarlos más seguido.

Hoy no tengo ganas de ducharme, ya lo he hecho dos veces anoche, en todo caso lo haré en el trabajo. Abro mi armario y cojo unos shorts azules, un sostén y una camiseta blanca. Camino hacia mi cama y levanto del suelo mis bragas, las cuales quedaron aquí cuando las arrojé después de que Nate me convenciera.

Me pongo la ropa y luego busco mis sandalias bailarinas. Bajo las escaleras y me llevo una sorpresa al encontrarme con mi madre tomando el desayuno en la cocina. Al verme sonríe y yo la envuelvo en un abrazo. Anoche sólo hablé con ella unos minutos antes de que se fuera a dormir y se siente como si no la hubiera visto por más de un mes.

—¿Qué haces? ¿Tienes el día libre? –pregunto abriendo el refrigerador para buscar algo de comer.

Mamá chasquea la lengua.

—Hoy habrá una junta directiva en la colonia y todos estamos citados allí. Si tengo suerte quizá pase a saludarte. –responde.

Sonrío y huelo el aroma de las tostadas. Cojo leche y la llevo hacia la mesada. No tengo ganas de prepararme un súper desayuno americano, prefiero algo más liviano ya que puedo sentir el calor que hará hoy.

—¿Sobre qué hablarán? –pregunto mientras me preparo una taza de chocolate fría.

Ella toma un plato y quita el pan de la tostadora para dármelo. Sonrió y lo tomo enérgicamente.

—Oh, sobre los números, ya sabes. ¿Cómo estás tú? Tu padre me dijo que tuvieron una charla anoche. –dice para luego darle un mordisco a la tostada que lleva en la mano.

Asiento con la cabeza y comienzo a desayunar.

—Hablamos, si. Me preguntó sobre Nate y qué estaba sucediendo conmigo. Él y yo... creo que estamos tratando de llevarnos. –intento encontrar las palabras adecuadas.

Mamá me mira y aprieta los labios.

—Pues espero que eso salga bien. Y si no es el caso, tu familia estará aquí para ti.

Asiento y sonrío casi al borde de las lágrimas. Tengo la familia más comprensiva del mundo.

••••

Me despido de mamá y salgo a esperar el autobús. El calor me golpea la cara y siento como si el aire abandonara mis pulmones. No veo la hora de que el otoño comience y nos libere de este infierno. Aunque sea me conformo con una tormenta que descienda unos diez grados la temperatura.

Estoy por cruzar la calle en dirección a la parada del autobús cuando escucho unos bocinazos provenientes de la otra esquina. Volteo y observo una camioneta blanca avanzar por la calle. Sonrío al darme cuenta de que es Nate. No habíamos quedado en que pasaría a recogerme, supongo que eso vuelve a ser parte de la rutina ahora.

Me subo nuevamente la acera y él se detiene a mi lado. Lo primero que hago cuando me subo es ofrecerle una sonrisa e inclinarme para besarlo, él encantado, me besa con energía. Me coloco el cinturón de seguridad y él arranca nuevamente. Ahora que observo su perfil, puedo notar lo relajado que se ve, al igual que yo, es como si hubiera renacido o descansado mil horas sin interrupción. Es gratificante saber a qué se debe.

—No sabía que pasarías por mí. –admito con sinceridad y sorpresa en mi voz.

Él se gira hacia mí y me sonríe.

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