Capítulo 35

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Media hora después Samuel me deja en mi casa y se marcha cuando entro por la puerta. No espero a llegar a mi habitación y me quito las botas dejándolas tiradas a un costado del sillón. El dolor que siento en las plantas de mis pies cuando intento caminar es demasiado fuerte, pero con la frescura de los azulejos del piso se alivian rápidamente.

Voy en dirección hacia el baño y descargo cada milímetro de alcohol que he tomado. Me lavo las manos y abro la puerta de mi habitación, tiro el pequeño morral en el suelo y me tiro en la cama a brazos abiertos. Me levanto para conectar mi celular al cargador y escucho un sonido en el pequeño balcón, ya que están las cortinas, no puedo ver nada así que no le hago caso. Pero siento como una pequeña pierda se estampa contra el suelo de madera de éste, miro extrañada la ventana y el corazón se me paraliza al escucharlo.

—¡Rue! –grita su voz desde la calle.

Nate.

Camino rápidamente hacia la ventana y la abro completamente, salgo al balcón y allí lo veo. Esta parado en la mitad de la acera mirándome.

—¿Qué estás haciendo? –pregunto y me apoyo en la barandilla de fierro.

—¿Me abres? –grita y yo miro hacia mis espaldas para comprobar que nadie se ha despertado.

—¿Quieres dejar de hacer ruido? Vas a despertar a mis padres, Nate. –digo molesta.

—Lo siento, nena. –dice en un tono de voz que ahora apenas puedo oír.

Sonrío.

—Estás muy borracho, Nate. –contesto. —¿Por qué te fuiste? –pregunto con la intención de saber si fue por mi.

Él hace un pequeño movimiento con sus hombros.

—Si me dejas entrar, te lo diré. –responde.

Dudo un segundo en dejarlo entrar o que se quede ahí el resto de la noche, pero la idea de que siga haciendo ruido me supera y asiento con la cabeza.

—Ya bajo. –respondo y él me ofrece una sonrisa.

Bajo las escaleras con cuidado y abro la puerta encontrándome con Nate casi tambaleando.

—Permiso. –dice cuando ingresa al living. —Joder, esto no ha cambiado nada. –dice cuando entra en la cocina.

—Eh, no, viniste hace dos semanas. –respondo con sarcasmo y él sonríe.

—Qué graciosa. –dice.

Comienzo a subir las escaleras y él sube detrás de mí.

—No hagas ruido. –susurro.

—Shhh. –me chita y yo río por lo bajo.

Entramos a mi habitación y cierro la puerta cuando él entra.

—¿Puedo dormir aquí? Estoy muy ebrio. –dice frotándose el cabello con una mano. Se gira sobre su mismo eje y me mira.

—¿Cómo supiste que ya estaba aquí? –pregunto y tomo mi cartera del suelo para poder colgarla.

—Te vi llegar en el auto de Samuel. –contesta y se sienta en el borde de la cama.

Me doy vuelta de inmediato y lo miro con los ojos abiertos.

—¿Qué tú qué? ¿Estás loco? ¿Qué estabas haciendo aquí? –pregunto molesta.

—¿No te parecen demasiadas preguntas, Ruda? Me duele la cabeza. –contesta gruñón.

Se recuesta boca arriba y yo me quedo observándolo.

—Eso quizá se deba a que has estado bebiendo sin parar y luego te has ido exponiéndote a demasiados peligros.

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