Capítulo 4

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Mis hermanitos se han caído y estamos en el hospital esperando a ver que nos dicen de lo que le ha pasado a Marc.

- Papá no quiero que le pase nada –le dije llorando.

- Él es fuerte princesa. Se va a poner bien.

- ¿Han dicho ya algo?

- ¡Àlex!

- No llores pequeña. Todo va a estar bien.

Seguimos esperando hasta que el doctor nos dejó pasar a verlo mientras hablaba con papá y mamá. Al entrar en la habitación voy corriendo hacia la camilla en la que mi hermano está tumbado.

- ¡Ey, bebé! Estoy bien. Solo ha sido un golpe.

- ¿Noche de observación?

- Como lo conoces Àlex.

- ¿Y me puedo quedar contigo?

- No me dejes solo en casa –mi otro hermano estaba celoso.

- Quedaos los dos, pero no digáis nada raro hasta que se vayan papá y mamá.

Marc me dejó un sitio en su cama para que me tumbase a su lado y poder estar abrazados. Me acurruqué en su pecho y me eché a llorar.

- Tranquila, bebé. Mañana ya estamos los tres en casa como siempre.

Después de esas palabras logré calmarme un poco y parecer más tranquila para cuando entraron nuestros padres en la habitación.

- ¿Cómo estás cariño?

- He estado mejor otras veces mamá. Por ejemplo, cuando no me caigo.

- Menos mal que lo tomas con humor, porque tu hermana antes de entrar estaba destrozada.

- Ha estado llorando aquí dentro también –tengo que matar a Àlex.

- Me quiero quedar con Marc esta noche, ¿puedo?

- Por supuesto, pero sola no te puedes quedar –respondió el doctor.

- Me quedo yo también. No me voy a separar de mis hermanos.

- Muy bien. Entonces nosotros ya nos vamos. Àlex, cuida de los dos.

Nuestros padres se van y el doctor, en un acto de generosidad, me da una manta para taparme al lado de Marc que ya me está esperando para que me apoye en él.

- Laia dale cariño a Marc.

- ¿Crees que no iba a hacerlo?

- Pero ven a jugar con nosotros.

- No Marc, yo ya he disfrutado de ella antes. Me voy para dejaros solos.

Nos despedimos de Àlex con besos, ver a mis hermanos besarse me pone mucho y ellos lo saben. Marc agarró a Àlex después del primer beso y volvieron a unir sus labios. Podía ver como la lengua de Àlex exploraba la boca de Marc y como al separarse, el pequeño de mis hermanos, mordía el labio inferior del otro.

- Sois malos. Sabéis lo que me gusta veros así.

- Por eso lo hacemos, bebé. Necesito que estés mojadita, esto –señalo su entrepierna– no entra sin lubricar.

- Os dejo hermanitos, no hagáis ruido.

- No lo haremos.

Àlex cerró la puerta detrás de él y Marc me colocó encima suyo. Nos tapó con las mantas por si entraba alguien y comenzamos el recital de amor que nos hizo desprendernos de nuestra ropa muy rápido.

- Bebé, abre las piernas.

- Tan rápido siempre hermanito. Disfruta de lo que te hago.

Mi lengua salió de su escondite y perfiló sus labios haciendo que mi niño soltase un suspiro. Mis labios querían recorrer todo su cuerpo, y así lo hicieron. Mis labios se posaron en los lóbulos de sus orejas, a lo largo de su mandíbula, para luego regresar a sus labios y los movimos uno al compás del otro. Nos separamos y seguí el reguero de besos por su cuello, pectorales, abdomen, hasta llegar a su pelvis donde me paré.

- No pares, bebé –me gruño desesperado.

- Para eso no quiero estos labios.

- Tienes razón. Ven bebé, penétrate ya.

Estaba jugando con el miembro de Marc, pero se debió cansar y me embistió de golpe haciéndome gritar.

- Silencio. Solo pequeños jadeos.

Marc empezó a mover sus caderas dejándome sentir su virilidad dura dentro de mi cuerpo.

Acompañé sus movimientos con pequeños saltitos que nos hacían gemir. Apreté un poco el p*ene de mi hermano cuando saltaba haciendo que el placer aumentase.

- Hazlo otra vez, siempre bebé.

- ¿Te gusta?

- Mucho.

Seguí dando más saltito hasta que me corrí. Ya no podía más y me desplomé en el torso de Marc. Él siguió moviéndose a la vez que nuestras lenguas callaban nuestros gemidos mutuamente.

- Marc.

- Dime bebé –dijo a la vez que se corría en mí.

- Te iba a decir que no te corrieses dentro de mí, llevo las dos semanas que lleváis fuera sin tomar la píldora.

- Dime que es una broma, bebé.

- Por desgracia, no. Lo siento. No me acordé antes.

- No pasa nada. Ahora cuando venga Àlex vais a por la del día después.

- Perdóname hermanito.

- No pasa nada. Sería un placer ser el padre de tu bebé, pero mejor que no.

- Sí, mucho mejor.

Después de unos cuantos besos más por cuello y labios, nos vestimos y avisamos a Àlex de que ya puede subir.

- Dice que ya viene –me dijo cuando salí del baño.

- Bien. Quiero tumbarme.

- No esperes más y ven.

Nos metimos debajo de las mantas y esperamos a que Àlex llegase. Estuvimos hablando de estas dos semanas que habíamos estado separados y me prometió que no volveríamos a estar tanto tiempo lejos. La puerta nos interrumpió el beso que cerraba la promesa, menos mal que era Àlex.

- Àlex, tienes que llevar a Laia al ginecólogo del hospital.

- ¿Qué has hecho Marc?

- No ha hecho nada hermanito. Es solo que como no estabais, dejé de tomar la píldora y ha acabado dentro de mí.

- Joder Marc. Podías haber tenido cuidado.

- No me lo dijo a tiempo, se le olvidó.

- Hermanita, ya estás inventando una historia para que te crean y te la den.

- ¿Qué tengo que inventar? Mi novio se fue de viaje y yo dejé de tomarla y ahora, cuando ha vuelto, se me olvidó avisarle y la podemos liar un poquito si no me dan la píldora.

- Se me olvida que eres la más lista de los tres.

- Me encanta que digas que soy tu novio.

- Los dos lo sois.

- Anda, dejad de hablar y vamos a ver que nos dicen.

Salgo de la cama y voy con Àlex hasta la consulta del ginecólogo. Nos toca esperar un poco, tiempo en el que Àlex no para de caminar de un lado para otro atacado por ese nerviosismo que ni en los circuitos tenía.

- El doctor les está esperando –llamó la enfermera.

- Tranquilo pequeño. Respira –susurré a mi hermano.

Entramos y nos sentamos delante de la mesa del doctor que estaba mirando algo en su ordenador. Dejó la pantalla y nos prestó atención preguntando que es lo que necesitábamos de él. Le explique lo que había sucedido, sin el detalle de nombres, y el doctor iba apuntando y asintiendo a cada una de mis palabras.

- Bueno, debes recordar tomarla a tiempo cuando vayas a tener relaciones sexuales con él. Te voy a dar un par de ellas por si acaso. Ahora ten más cuidado y tómala enseguida. Buenas tardes chicos.

- Buenas tardes doctor –dijimos al unísono.

Nos paramos en el siguiente baño que encontramos para tomar la pastillita que nos iba a librar de un buen problema y, después, seguimos el camino hasta la habitación en la que nos espera nuestro hermano mayor.

Amor fraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora