Capítulo 20

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(Narra la escritora) 

Por fin llego el gran día. Àlex se había pasado la noche dando vueltas en la cama pensando en todo lo que sucedería unas horas después. Por el contrario. Marc se durmió nada más tocar el colchón. entre ellos, se sentía algo fuera de lugar, por lo que se fue a dormir con su pequeño. Los cuatro se reunieron por la mañana en la cocina para desayunar antes de irse cada uno por su lado. 

- ¿Cómo estáis?

- No he dormido nada.

- Papi no duerme y mami duerme conmigo. Mami, ¿por qué no una canción a papi?

- Otra noche cariño. Ahora nos tenemos que ir a casa del abu Ramón a vestirnos.

- ¡Vamos mami!

Laia y Eric salieron de casa habiéndose despedido antes de los hombres de la casa. Que se quedaron hechos unos manojos de nervios, pero ya se encargarían de ellos mamá y papá. 

Laia y Eric llegaron a casa de los abus donde Eric ya no se separaría de Ramón. Sole se llevó a su nieta a una de las habitaciones de la casa para empezar a vestirse. Ambos vestidos estaban en fundas desde el momento en que habían hecho la última prueba. Se quedó sorprendida al ver el maravilloso conjunto que llevarla su abuela. A su parecer iba a estar preciosa. 

- Venga cariño. No mires tanto mi vestido y ponte el tuyo. 

- Vale abu. Ni que te lo fuese a robar -acabó riéndose. 

Sole dejó a su nieta para que se vistiera mientras ella iba a por su pequeño bisnieto para arreglarlo y dejarlo perfecto para que les diera las alianzas a sus papis. Sole mandó a su marido a ponerse el traje en lo que ella vestía a su hombrecito favorito. Quedó precioso y, al mirarse al espejo, aplaudió con sus pequeñas manitas. 

- Mira pequeño. Por ahí viene mami. 

Con su vestido blanco con detalles negros bajaba por las escaleras una feliz que cogió a su pequeño en brazos al llegar a su altura. Besó a su abuela y le dijo que ya se ocupaba ella de él, que fuera a vestirse. 

En su casa. Marc y Alex se estaban despidiendo como si no se fueran a ver en meses. Los dientes de uno mordían los labios del otro y viceversa. Algún que otro gemido se les escapaba. No querían separarse, pero lo tendrían que hacer.

- Amor me tengo que ir. 

- Solo un poquito más Àlex -suplicó Marc Invadido por los nervios. 

- Marc. llegaremos tarde. 

Se despidieron con un último beso y, tras éste, Alex se fue a casa de sus padres que, al vedo entrar por la puerta, fueron a por su traje para después Julià irse con Marc. 

(Àlex) 

Me miro en el espejo y, al fondo de la imagen, veo el traje colgado. Llega el momento. Me voy a casar con mi hermano mayor. Lo amo. 

La puerta se abre y aparece mamá con Eric. Mi pequeño está conmigo, Laia debe estar con Marc. Mejor, espero que lo calme un poco. Necesito que él esté tranquilo para poder estarlo yo, es mi apoyo. 

- Papi, te tienes que vestir. Papi Marc va a estar que entres en... Abu, ¿cómo se llamaba el sitio? 

- Iglesia cariño. 

- ¡Eso! Papi Marc te espera en la iglesia. 

Mi niño tenía razón. No podía perder más el tiempo. Tenía que vestirme ya. Hice una señal a mamá para que me dejase solo, pero Eric se quedó conmigo.

Me quité la camiseta y los pantalones que llevaba. Cogí la camisa y empecé a ponérmela cuando siento algo húmedo entre mis piernas. Miré hacia abajo y vi como mi pequeño me la estaba chupando. 

- Ahh... Eric cariño para... Papi se tiene que vestir... 

- A papi Marc gusta. 

- A mí también me gusta cariño. Pero papi se tiene que vestir.

- Yo quiero chupa papi -me dijo haciendo pucheros. 

- Ya te daré chupa. Ahora tenemos que vestirnos para ir con papá y mamá. 

- Vale papi. 

Me empecé a vestir y, bueno, tuve que llamar a mi madre. Tuve un pequeño problema con la corbata. Mamá me dejó perfecto y listo para convertirme en el marido de Marc. 

(Marc) 

Àlex me acababa de dejar solo y ya sentía como los nervios se apoderaban de mi otra vez. Todo con ese beso se habla esfumado. Solo éramos él y yo. Pero nos habíamos separado hasta dentro de unas horas.

No paraba de dar vueltas por el salón de casa hasta que escucho que llaman a la puerta y veo a mi padre, tan elegante con su traje, que me mira pidiendo tranquilidad. no hace falta que lo diga con palabras, son demasiados grandes premios juntos hablándonos con la mirada. Estoy seguro de que la mía en este momento pide ayuda. No sé qué hacer. Ésta es mi primera vez, y espero que la última. Papá se acerca y me da un abrazo. En ese momento no lo sabía, pero me acababa de dar cuenta de que lo necesitaba. 

- Venga hijo. Que te tienes que vestir.

- Estoy muy nervioso papá. ¿Y si algo sale mal? 

- Aunque algo salga mal, lo más importante es que Àlex y tú seréis esposos. Quédate con eso. 

- Tienes razón papá. Subiré a vestirme. 

Subo a una de las habitaciones de la casa que no usamos para nada y ahí lo veo. Mi traje de novio. Doy un suspiro y lo saco de la funda en la que está metido. No sé si estoy preparado porque, aunque he sacado el traje de la funda, lo he vuelto a colgar donde estaba. 

- Anda que... Dejo a Eric con Alex y mira cómo te encuentro. Àlex debe estar ya listo y tú ni has empezado. Yo que pensaba que eras más rápido que él...

- Soy más rápido que él -me estaba picando y no iba a dejar que ella ganase. 

- Yo no lo veo. ¿Quieres que te ayude? 

- Ven aquí. 

No le doy tiempo para que reaccione. La impulso hacia mí y la beso con pasión. Ella enreda sus manos en mi cuello y yo las mías en su cintura. Voy a hacerte el amor. 

La quito su ropa interior y la subo a mí. Mientras ella me va besando el cuello, mi erección casi no entra en mis pantalones. Me los quito junto a los bóxers y entro en ella de golpe. Está tan mojada... Entro y salgo de ella con mucha facilidad. Los dos gemimos como locos. Queremos más. Por eso la bajo de mí y la pongo contra la pared. Sus pechos chocan contra la fría superficie y mi polla entra en su culo. Está muy estrecha. Me voy a correr en nada. 

Sigo embistiendo al mismo ritmo en el que aumento la velocidad. Me pone a mil darle a su culo. Es unas embestidas más, nos venimos los dos. Yo rellenando su rico culo y ella sobre la mano que tenía dentro de ella. 

- Necesitaba esto. Gracias bebé. 

- De nada bebé. Ahora vístete que yo me voy a limpiar.

- Te he rellenado bien eh, bebé. 

- Si. A ver si repites en el banquete. 

- No sé, no sé. Querré darle a mi esposo. 

Algo de lo que hice debió hacer estragos en ella porque, con ojos vidriosos, se fue corriendo de la habitación sin decir nada. Y allí me quedé, en la habitación, medio desnudo, y con el dolor de creer que había dañado a mi hermana pequeña.

Amor fraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora