Eight

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"¿Por que ya no me llamas Piper?" Preguntó la niña mirando a su padre.

"Por que tu nombre ahora es Taylor, no olvides quien sos, es importante" dijo con dulzura.

"Vamos Tay, ve a jugar con tus amigos" Contestó Diane alentándola.

Piper todavía seguía pensando en las palabras de su madre y de su padre "Este siempre será tu hogar" "no olvidar quien soy" ella lo sabía, habían pasado 12 años, claramente sabía, era hora de hacer algo.

Su vista, clavada en la computadora, viendo a la mujer de sus pesadillas, quien la atormentó por tanto tiempo. Ahora, esa mujer era una mujer reconocida, un ejemplo a seguir, una buena samaritana. "mierda" pensó.

Carol Chapman, claramente siguió con su vida, saliéndose impune del asesinato de Bill. Se casó, y ahora tenía dos hijas, mientras vivía en la mansión de un ex-jugador de fútbol junto con su familia.

La rubia, sabía perfectamente lo que estuvo esperando por años, la misma razón por la cual se fue de Manhattan a Paris, la misma razón por la cual la alejaron de todos.

No se molestó en indagar sobre la familia de la mujer, solo, le interesaba ella, lo que había hecho a lo largo de los años, por que ¿como una asesina puede ser el ejemplo a seguir de alguien? Se recalcaba Piper.

Hasta que lo supo, Carol era perfectamente el estereotipo machista de mujer en la cocina, de mujer que cuida a sus hijos, una mujer de la casa.

Un golpe en la puerta la distrajo de sus pensamientos, dejando ver a una pelirroja de pelo corto, quien la miraba con ternura, la cual dejó un tierno beso en sus labios.

"¿Donde esta vez?" Preguntó sentándose a horcajadas de la rubia.

"Manhattan, tengo que arreglar unos asuntos" dijo para besar a su novia.

"Bien" dijo sin más.

Piper y Zelda se habían conocido después de la temprana adopción de Piper, después de hacer todos los documentos legales en Paris, Piper se convirtió de vuelta en lo que era, una niña rica, conociendo, por fin a Zelda, una niña dulce, amable, considerada.

Ellas dos, se volvieron amigas de inmediato, siempre hubo una conexión, pero aunque lo negara, Piper no la quería de la manera que ella necesitaba, la quería como una buena amiga, pero no de novia.

Después de que su padre adoptivo muriera, Zelda consoló a Piper, Ella lo amaba como si fuera su verdadero padre, por eso, ambas comenzaron a salir, ellas se ayudaban mutuamente, Zelda amaba a Piper, y la rubia la quería, la quería mucho.

Ambas eran un buen equipo, pero la rubia sentía que faltaba algo, la adrenalina corría por sus venas al pensar en su dichosa venganza, no quería a Zelda en eso.

La rubia y la pelirroja viajaban juntas, Piper era chef y Zelda médico. La mayoría de las veces, cuando una se iba lejos, esta la seguía, eran buenas juntas.

"Piper, ¿Podemos hablar?" Preguntó la pelirroja con un teléfono en sus manos.

"¿Que sucede?" Volvió a preguntar la rubia girando su silla para dar con la pelirroja.

"Mi viaje, va a salir tarde, anda vos primero a Manhattan, y en unos meses nos vemos ahí" la rubia no podía disimular su alegría, por mucho que quisiera a Zelda, ella la quería fuera de esto, y ahora podía hacer lo que quisiera sin las quejas de la mayor.

"Por mi esta bien, hace lo que tengas que hacer" dijo sin más la rubia, disimuladamente.

"Bien, tu vuelo sale dentro de unas horas, será mejor que vayas" dijo la pelirroja para darle un beso en sus labios e irse de la habitación.

Piper no desobedeció e hizo su valija, puso todo lo que se supone tendría que poner, pantalones, remeras, zapatos, si iba a hacer esto, necesitaba sus referencias.

Piper había estado hablando con la hermana del jugador, tenía el puesto de trabajo ganado, pero debía entregar sus datos, obviamente los que creó en Paris, sus ahora documentos.

La joven salió de su casa sin mirar atrás, dejó todo, a Diane, a Zelda, sus amigos, su trabajo, completamente todo.

Se dispuso a subir al avión y no pensar, sabía que si pensaba, lo arruinaría todo. Un par de lagrimas comenzaron a salir de sus ojos, recordando, maldiciendo, "pensando".

Después de varías horas, llegó a su destino, pues se habían detenido a hacer paradas, por lo que tuvo su retraso.

Consiguió un taxi, el cual la llevó rápidamente a la mansión de la familia. Era tan grande como la mostraban, tan cliché, como si salieran de un puto cuento de hadas.

La rubia tocó el timbre del lugar, y se dispuso a esperar a que la atendieran, tardó unos minutos, pero la llamó una mujer de cabello corto, quien parecía la ama de llaves.

Se encaminó dentro de la mansión y pudo ver la decoración interna, prácticamente, todo estaba decorado de la forma más vulgar que podía existir. Por lo menos para Piper quien sabía de estas cosas.

"Esta va a ser tu ropa" dijo la joven. "Suerte en la entrevista, no somos muchas, por lo que nos va a venir bien algo de ayuda" contestó a sí misma.

La rubia no respondió, solo emitió una sonrisa culpable por no poder sucumbir a las tentaciones de entablar una charla con esa mujer, no le importaba, en lo absoluto.

Tardó menos de lo esperado en cambiarse, su ahora ropa, era un mono color negro, igual al de todas las mucamas habidas y por haber. Junto a una pollera, que dejaba ver sus perfectas piernas tonificadas.

"Vos debes ser Taylor" dijo una voz tras ella, la rubia al girar, pudo ver a una mujer alta de pelo rubio, su pelo estaba en un batido, y su maquillaje perfectamente exagerado como arreglado.

"Maria" contestó Piper haciendo referencia a la mujer que había conocido por internet, la mujer a la que debía todo, quien siempre fue su entrada a esa casa, lo agradecía.

"Espero que estes bien para tu prueba, mi cuñada tal vez llegue un poco más tarde pero yo estoy acá" dijo con una alegría poco común.

"Estoy contenta de por fin conocerlos" dijo con una sonrisa fingida.

"Estoy segura que nosotros también lo vamos a estar." Contestó igual de alegre.

Piper no se entretuvo más y comenzó a preparar el almuerzo, o más bien lo intentaba, ya que no podía concentrarse con toda la tensión que albergaba su cuerpo.

"Cuñada, te lo digo, esta chica hace maravillas" dijo Maria volviendo a entrar a la cocina.

"Deberé verlo por mi misma" dijo en tono serio.

La rubia comenzó a entrar en un pánico bien disimulado, por que la mujer por la que vino ahora estaba tras ella, y con la sonrisa más falsa que pudo percibir alguna vez.

"Sos bienvenida Taylor" dijo la mujer cuando la joven se dio vuelta, y todo se le vino abajo a la joven rubia, viendo a la mujer, que no había cambiado demasiado.

LOST GIRL- VAUSEMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora