Me capturaron.
Por la mierda
Los malditos me habían acorralado estando sola. Fueron seis contra mí. Sabía que podía contra todos ellos en un combate de cuerpo a cuerpo, ya había dejado en el suelo a cuatro, pero uno de los bastardos que aún quedaba en pie sacó una pistola y me disparó en la pierna, cuando caí ellos se me cayeron en patadas y combos, después de eso mi mente se fue a negro.
Era obvio, no había que esperar más de ellos, siempre jugaban sucio.
Habían venido a nuestras tierras desérticas para robarnos nuestras riquezas, lo habíamos mantenido en secreto por años para que gente como ellos no vinieran a saquearnos, para que ninguno viniera a molestarnos y así poder vivir una vida en armonía y paz, y aunque algunos se enteraban de lo que escondíamos, siempre estábamos listos para combatirlos. Nuestro pequeño pueblo común y corriente en el medio de la nada y en un desierto desolado tenía un ejército mortal, decidido a hacer todo lo necesario para defender lo de nosotros, aunque personas tuvieran que morir en el proceso.
Pero esta gente era distinta.
Con los años aprendimos a ocultar bien nuestros tesoros. Habían pasado años desde el último ataque, y nunca nos esperamos un ataque nuevo, pero estos malditos eran despiadados, encubiertos con nuevos ideales incorrectos para la sociedad donde cualquiera que se opusiera a ellos sería asesinado sin titubear. No sabíamos que habían llegado a nuestras tierras hasta que fue demasiado tarde y ya habíamos perdido a unos cuantos compañeros de batalla, asesinados sin la opción siquiera de luchar.
Y yo ahora estaba en el terreno de ellos.
Mi muslo me estaba matando, la bala no había salido por el otro lado y no tenía los implementos para sacarla con mis propias manos, sabía que en cualquier momento se podría infectar. No recordaba cómo había llegado, porque después de que los cobardes que quedaron me golpearon no recobré el conocimiento hasta que desperté en la maldita celda, con un tipo en un escritorio al otro lado de los barrotes leyendo quién sabe qué. No fue uno de los tipos que me acorralaron, pero lo odiaba hasta la mierda por ser uno de ellos.
Odiaba a toda su maldita gente.
Me senté en el suelo y apoyé mis brazos sobre mis rodillas tratando de ocultar mi dolor. Nunca demostraría mi malestar, nunca les daría esa satisfacción. Cuando me moví pude ver bien al hombre que estaba haciendo guardia; tenía el cabello castaño claro, sus facciones eran duras y atreves de su delgada camisa como su cuerpo era musculoso, no como esas personas que pasan horas haciendo ejercicio y sus cuerpos terminan siendo grotescos. Su cuerpo me hizo recordar al Hombre de Vitruvio de Leonardo Da Vinci y me quedé observándolo un tiempo más.
—¿Qué? —preguntó enojado al ver que no le sacaba el ojo de encima.
—No pareces uno de ellos —le dije más como una acusación que una afirmación.
Y realmente no lo parecía.
Todos esos malditos tenían rasgos parecidos; ojos oscuros, piel morena y cabello negro, todo lo contrario al chico que estaba sentado a unos metros, y aunque no podía verle los ojos podía apostar que no eran negros.
No dijo nada a mi acusación, era obvio, tampoco esperé que lo hiciera, aun así continué.
—Entonces ¿eres el niñero? Eso es, te están pagando para cuidarme. Espero que sea una buena paga, porque tu vida está en riesgo aunque nos separe unos simples barrotes. —Solté una pequeña risa solo para fastidiarlo un poco más—. ¿Me vas a hablar o qué? ¿Tus dueños te cortaron la lengua?
—¿Te callas alguna vez? —ladró.
—No si no responden mis preguntas.
Pero no lo hizo.
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DISONANCIA
RomanceCarolina debe luchar por su pueblo y sus riquezas cuando un grupo de forasteros llegan a atacarlos con su despiadado ejército. Conocerá a Kent, un hombre del bando enemigo, quien sin saberlo le cambiará la vida y le hará cuestionar todo lo que ha a...