Había mentido.
Teníamos nueve.
Kent se encontraba inconsciente en la cama de mi habitación.
Cuando lo vi tirado en el suelo polvoroso tuve que apresurarme para encontrar un auto y volver a la base por mi cuenta para que nadie notara lo que estaba ocurriendo. No podía dejarlo tirado ahí a morir. O sí podía, claro que podía, mucho más después de saber que estuvo ahí cuando mataron a mis padres, solo que no sé por qué no lo hice.
Le estaba cambiando una de sus gazas cuando despertó sentándose como si tuviese un resorte metido en el culo.
—No seas estúpido. Te desgarrarás los puntos si vuelves a moverte de esa manera.
Puse mi mano en su pecho desnudo lleno de gazas y lo volví a su posición, pero lo empujé con un poco más de fuerza necesaria. Kent me miró furibundo.
—¿Qué mierda estás haciendo?
—Solo estoy devolviendo el favor.
Me paré de su lado para luego sentarme en el suelo y apoyar mi espalda contra la pared, así tendría una vista general de la habitación. Kent hizo lo mismo en mi cama, pero se movió lento y su rostro dejó escapar una mueca por el dolor. Apoyó sus brazos en sus rodillas y me miró nuevamente, inspeccionándome.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
—Cinco horas. Te di un sedante para suturarte.
—¿Tienen más prisioneros?
—Siete, uno murió.
—Por la mierda —susurró.
Dejó caer su cabeza y la movió unos segundos. Se quedó así por lo que pareció una eternidad. Era el momento de volver a fastidiarlo.
—¿Cómo está la nariz de tu novia? —le pregunté con una sonrisa en el rostro, pero que no reflejaba nada lo que una sonrisa debería.
—Jesús, olvidé lo mucho que hablas.
—Que no se te vuelva a olvidar. ¿Cómo está la nariz de tu novia?
—Sobrevivirá.
—Es una lástima que no le atravesara el cerebro.
Una pequeña exhalación salió de él, una, ¿risa?
—Si lo hubieras hecho ya estarías muerta.
—Sí, claro. ¿Cuánto llevan juntos?
—No voy a discutir mi vida amorosa con el enemigo.
—No veo que tengas muchas opciones —le dije mirando mi pequeña habitación sin nadie más que él y yo en ella.
Vi como pasaba su mano por su frente. Había logrado mi cometido; lo había fastidiado.
—Crecimos juntos, un día me besó y ya está. Eso fue hace un año.
—¿Un año de relación con esa tipa? ¡Puaj!
—Dios, que insufrible que eres.
—¿La amas?
—No creo que tenga la capacidad de amar.
—Pero amas a esos bastardos que llamas familia, ¿no?
—¿Es que no te callas nunca? —habló irritado.
Reí para mis adentros.
Sí que lo había fastidiado, y volvería a hacerlo solo para verle el rostro enojado. No podía tortúralo físicamente, pero podía hacerlo así y sería igual de divertido. Pasó una hora exacta hasta que volvió a hablar, ambos seguíamos en las mismas posiciones.

ESTÁS LEYENDO
DISONANCIA
RomanceCarolina debe luchar por su pueblo y sus riquezas cuando un grupo de forasteros llegan a atacarlos con su despiadado ejército. Conocerá a Kent, un hombre del bando enemigo, quien sin saberlo le cambiará la vida y le hará cuestionar todo lo que ha a...