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Tuvimos que separar a la gente para repartirlas entre las otras bodegas porque las que estaban ocupadas ya no daban abasto. Nosotros volvimos a salir para terminar nuestra búsqueda.

Veinte personas más.

Ya no había rincón que no había sido inspeccionado por nosotros. Marcelo ya no miraba a Kent con odio después que le explicamos todo desde un principio; en cómo llegué hasta su celda y sanó mi herida, en cómo sané las de él y en cómo habíamos ideado el plan para detener lo que había pasado.

—¿Estás segura de todo esto, Carolina? —me preguntó cuando Kent nos había dejado solos para entrar a una casa sin revisar.

—Lo estoy, confió en él. Tú mismo viste como no vaciló en matar a uno de sus compañeros para salvarte.

—Entonces yo confiaré en ti, pero no dudaré en dispararle si intenta hacer algo más.

—Lo hubiese hecho cuando estábamos a solos, estúpido, y cuando tuvo la oportunidad de matarte.

—¿Y por qué crees que hubiese sido él en primero en disparar? —me preguntó entornando los ojos.

—Porque él y yo somos mejores que tú.

—Vete al diablo —rio.

Era mentira, Marcelo era uno de los mejores en el escuadrón, por eso era uno de las cabecillas, tal como lo era Renato y yo.

Volvimos a caminar todos juntos hasta que encontramos otro hogar que no había sido revisado, pero ahora entró mi amigo, dejándonos solos para hacer guardia por si algo como lo que había pasado volvía a ocurrir.

—Kent —le dije bajo para llamar su atención. Contestó con un movimiento de cabeza sin quitar los ojos del perímetro que vigilaba—. Cuando una de las explosiones destrozó el supermercado tuve que hacerme la muerta porque dos de los tuyos estaban rondando por el lugar. Uno de ellos se aseguró que estaba sin vida y dijo; es la perra de la que habló Kent —dije sin más, sacando la duda que tenía desde que lo volví a ver.

—¿Dijeron eso? —preguntó confundido, mirándome al fin.

—¿Les hablaste alguna vez de mí?

—Claro que no —dijo algo ofendido—. Nunca le conté a nadie lo de nosotros.

—¿Nos habrán conectado cuando me tuvieron como prisionera? Tú fuiste el que estuvo de guardia todo el tiempo, quizás me mencionaste cuando ataqué a los que me llevaron hasta la celda de concreto.

—Por la mierda. —Kent soltó aire por su nariz—. Lo siento mucho, debí haberlo hecho al darle la noticia a nuestro superior sobre lo que había ocurrido.

Suspiré aliviada.

A pesar de todo lo que había pasado, esa duda aún me comía las entrañas, y saber que no había sido como lo imaginé me calmó hasta la médula.

—Entiendo, no te puedo culpar por eso después de romperle la nariz a tu novia —bromeé.

—¿Carolina? —dijo después de un momento, y volví a mirarlo—. Por favor, no vuelvas a decir eso.

—¿Qué? ¿Mencionar que le rompí la nariz a tu novia? —pregunté y negó con la cabeza—. Entonces, ¿qué?

—No vuelvas a referirte a ellos como los míos. Ya no lo son.

—No lo haré, lo prometo —le aseguré.

Cuando le sonreí por lo que me había pedido dejó de empuñar su arma y se acercó a mí, haciendo que también bajara la guardia después de cerciorarme que no había alguien a los alrededores. Puso sus manos en mis caderas para acercarme a él y volvió a levantar mi mentón con su dedo como siempre lo hacía, asegurándose que lo mirase directo a los ojos.

DISONANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora