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Volví a mi celda de concreto intentando buscar la manera de escapar, pero con cada segundo que pasaba parecía imposible, los muy malditos habían construido su fortaleza con precaución, como una prisión astuta. No sabíamos que tenían un lugar para esconderse, debieron haberse instalado unos meses antes para hacerla, pues se dieron a conocer solo hace unos días cuando mataron a mis padres, ellos fueron los primeros. Ahora tenía sentido lo que había dicho Kent; nos habían estudiado antes.

Las batallas que se habían dado por nuestras riquezas siempre fueron ambulantes. El ejercito contrario nunca formó casa estando aquí, no como estos hijos de puta. Nosotros teníamos nuestra base fuera del pueblo, teníamos cuatro por si algún día encontraban la locación de una.

Estos malditos eran inteligentes.

Mis ojos no veían más que oscuridad y mi cuerpo ya estaba abrigado con mis ropas y la manta que me dio Kent. Todo estaba tranquilo hasta que escuché un sonido, pero no venía de la puerta, sino que desde la pared contraria. Agudicé mi oído.

Un golpe, otro y así varios diferentes.

Código morse. Era mi nombre.

Punto, línea, espacio, línea, línea, punto, espacio, punto, línea, espacio, línea, punto...

Aléjate.

Salté de donde estaba y me fui a la esquina más apartada de donde venían los golpes, y justo al agacharme una explosión fuerte sonó dejándome cubierta de polvo gris y con un pito sonando en mi cabeza. Las alarmas comenzaron a avisar lo que había pasado mientras yo escalaba los escombros para salir de esas cuatro paredes.

—¡Rápido! —me gritó Anastasia, nuestra líder.

Renato tomó mi cuerpo para esconderlo detrás del suyo mientras disparaba a los hombres que habían llegado a contra atacarnos.

—¡Vamos, vamos! —gritó Marcelo quien manejaba el jeep de escapada.

No dejaron de disparar hasta que todos subimos al auto y arrancamos escondiéndonos en una nube de tierra y en el medio de la noche.

—¿Estás bien? —me preguntó Anastasia mientras me inspeccionaba el rostro.

—Estoy bien, solo un par de cortes, moretones y una herida de bala.

Renato me pasó una botella de agua fría que tomé de un solo sorbo.

—Lamentamos la demora, nos costó encontrar el lugar, esos malditos lo tenían bien escondido.

Suspiré hasta que mis pulmones ardieron.

Cuando llegamos a la base nos dirigimos rápidamente a la habitación de reuniones. Anastasia abrió un mapa con una cruz roja sobre lo que imaginé era el lugar donde me rescataron. Yo abrí otro que había hecho durante el trayecto.

—No recorrí todo, primero estuve aquí. —Mi dedo se movió al dibujo que fue mi celda estando dentro—. Es una habitación pequeña y hay solo una puerta que da a un pasillo largo, después doblamos a la derecha y luego a la izquierda. Una, dos, tres y cuatro piezas más a los lados hasta que no pude ver más y llegamos al final, donde me liberaron, si vuelves por ese pasillo te encontraras con una bifurcación, una da a las duchas, la otra a los baños, los pasillos pueden llegar a medir más de cuarenta metros y las habitaciones están muy separadas de las otras. No vi nada más.

—Eso nos servirá.

—¿Cómo no pudimos ver algo tan grande? —me lamenté, enojada hasta la mierda.

—No te preocupes, no lo pudiste notar, pero ¾ de su refugio está bajo tierra —me respondió Marcelo.

—Atacaremos ahora —dijo Anastasia guardando su arma en su arnés—. Si tienen otra guarida no tendrán tiempo de moverse, y si lo hacen los encontraremos en el camino. No tienen otra opción, tenemos la ventaja, así que hay que aprovecharla. Notifiquen al escuadrón dos y cuatro, saldremos con ellos.

Todos fuimos a prepararnos, cambié mi ropa por una de combate, dos pistolas colgaban de su sobaquera junto a dos cargas de balas y dos cuchillas, una en cada pierna, y por último; una metralleta.

Estaba lista, todos lo estábamos.

El camino fue largo, antes de llegar dejamos los autos y comenzamos a escabullirnos en la noche para acercarnos al enemigo. Anastasia nos hacía señas para darnos direcciones y como gacelas nos movimos por el lugar sin emitir ningún sonido. La noche estaba oscura y tranquila, nos acercábamos más a su base, pero alguien cometió un error, lo supimos cuando un disparo se escuchó no tan lejos de donde estaba.

Nos estaban esperando.

Los flashes provenientes de nuestras armas comenzaron a llenar el lugar, el aire cambió de uno desértico a uno cargado de pólvora y en menos de diez segundos el primer cuerpo del bando enemigo cayó. Todos sacaron sus cuchillas cuando nos encontramos de frente y comenzamos la lucha mano a mano mientras aún se escuchaban algunos disparos a lo lejos. Mi cuchilla entraba y salía letalmente por la piel de los enemigos. Golpes, patadas y sangre, estaba cubierta de ella, pero ya no sabía si era la mía o de los tipos que habían caído bajo mis movimientos mortales. Otro hombre cayó a mis pies cuando oí una voz gritar.

—¡Retirada! —No vino de nosotros.

—¡Retirada! —gritó Anastasia.

La gente comenzó a esparcirse, pero yo no quería volver, quería que los bastardos sufrieran y pagaran por lo que hicieron, que murieran como lo hicieron mis padres, quería que desearan nunca haberse metido con nosotros y se rindieran para no volver jamás. Desearía también que no lo hicieran para tener una excusa y matarlos lenta y dolorosamente.

Cuando clavé nuevamente mi cuchillo en un cuerpo para cerciorarme que estaba muerto una tos a lo lejos me sacó de mi ensimismamiento de ira. Un hombre en el suelo luchaba por su vida.

Mierda.

Estábamos de vuelta en la sala de reuniones, todos cansados, golpeados y enojados.

—No perdimos a muchos hombres. Mañana les daremos el entierro que merecen —habló Renato.

Todos asentimos.

—La cuenta de ellos bajó considerablemente, estarán recogiendo cuerpos hasta el amanecer —dijo Marcelo.

—¿Cuántos tenemos? —Me preguntó Anastasia.

—Ocho. No creo que el de la celda seis sobreviva esta noche —respondí.

—Siete serán suficiente, uno hablará.

—¿Quieres que les haga guardia? —le pregunté.

—No, has tenido unos días duros, tú ve y descansa, nosotros nos haremos cargo —me dijo maternalmente, y con un movimiento de cabeza salí de la sala para descansar.

DISONANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora