Mis recuerdos se oscurecieron cuando volteé solo para ver una gran explosión a lo lejos, justo a la entrada del supermercado donde me encontraba.
¿Cómo demonios habían llegado hasta el pueblo?
Kent dijo que los había convencido.
¿Por qué mierda estaban atacando?
¡Dijo que se irían!
Todo pasaba muy lento; la familia que hace un momento sostenía la pizza para su cena ahora corría despavorida por los pasillos, aterrorizados, los niños lloraban y las madres los acurrucaban en sus pechos mientras compartían el llanto.
Llené mis pulmones con aire y grité.
—¡Todos corran hasta el final del lugar! ¡Ahora! —El grito me desgarró la garganta.
Pero la gente seguía corriendo sin una meta, intentando salir del recinto, corrí hasta la puerta y subí hasta un mueble donde se paga el alimento y volví a gritar a todo pulmón.
—¡No! Nadie saldrá, es muy peligroso, confíen en mí. Dejen las puertas abiertas para que crean que arrancamos de aquí. Tomen alimentos no perecibles y escóndanse donde puedan. —Miré a una mujer que trabajaba en el supermercado—. ¿Hay un lugar más seguro donde podamos escondernos? —le grité a ella también.
—Hay cinco bodegas en el subterráneo, nadie las ocupa ya —sus palabras apenas se oían por los gritos.
—¿Dónde? —la apresuré.
—Cerca de la panadería.
—Perfecto. Ve hasta ahí y dirige a los demás a esas bodegas. ¿Dónde está el megáfono? —pregunté fuerte. Me lo señalo mientras se quedaba estática, sin saber qué hacer. Lo tomé y hablé fuerte—. ¡Escúchenme todos! ¡Necesito su atención, por favor, mantengan la calma! —Los gritos comenzaron a cesar cuando me vieron en alto y con el megáfono en la mano—. Necesito que tomen algo de comida y se dirijan hacia la sección de panes, ahí los esperará una cajera, hay que mantener la calma, no queremos atraer atención. —Las voces comenzaron a subir—. ¡Hey! ¡hey! Escuchen, nos iremos a las bodegas, les haremos pensar que nos fuimos de aquí.
Un hombre fornido se acercó a donde estaba.
—¿Cómo sabes lo que tenemos que hacer? ¿Por qué tenemos que confiar en ti?
—¿Acaso eres estúpido? —le dijo otro hombre—. Es Carolina, ella y sus padres nos han protegido desde que tenemos uso de razón. Nos han protegido de esos inmundos desde que llegaron.
Mi corazón se partió a recordar a mi familia, pero no me podía dar el tiempo de pensar en eso.
—Ahora —dije fuerte, mirando al hombre—. ¿Quieres quedarte a ver lo que pasa o quieres hacerme caso? Cualquier duda que pueda responder lo haré, pero lo haré en las bodegas, cuando estemos a salvo.
Esperé a que todos se movieran con la ayuda de los que estaban encargados del supermercado. Fui la última en entrar a ese gran pasillo cerca de la panadería para seguir por otro extremadamente largo y bajar unas cuantas escaleras hasta llegar a las bodegas ocultas y cerciorarme que todas las personas estaban unidas ahí.
Los sonidos se escuchaban apagados a lo lejos y los temblores por lo que imaginé eran más explosiones hacían a los niños gritar. La gente se apilaba para preguntar cosas y respondí todo lo que pude sin poner en riesgo la identidad de Kent, si se enteraban de que había formado una amistad con el enemigo tendría que buscar otro lugar para esconderme, y así, la gente comenzó a entregarme su confianza.
No sabía cuanto tiempo había pasado y la gente comenzaba a calmarse, los niños dormían y algunos lloraban en silencio por sus familias que aún estaban afuera, vivos o muertos, nadie sabía de ellos. Y yo comenzaba a perderme en mi tristeza. Recordé el momento del abrazo, como la angustia se iba de mi cuerpo con ese abrazo tan consolador que tuvimos cuando me confesó que su plan había funcionado.
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DISONANCIA
RomanceCarolina debe luchar por su pueblo y sus riquezas cuando un grupo de forasteros llegan a atacarlos con su despiadado ejército. Conocerá a Kent, un hombre del bando enemigo, quien sin saberlo le cambiará la vida y le hará cuestionar todo lo que ha a...