Le despertó la cegadora luz blanca de una tormenta de nieve de fines de primavera. Profiriendo un sordo gemido, ________ se puso boca arriba, pero la deslumbrante luz se coló por una rendija de las gruesas cortinas y logró introducirse por debajo de sus párpados. Era imposible ignorarla.
Soltó un profundo y sufrido suspiro. Había dormido sola, siempre lo había hecho, y probablemente siempre lo haría, de modo que podía suspirar hasta saciarse. «Odio Vermont», murmuró con amargura.
En abril nevaba a raudales; también en septiembre y ya había tenido que pasar por ello. Ocho meses atrás no le había importado.Ocho meses atrás desconocía lo real mente largo y aburrido que podía ser el invierno en Vermont.
La casa estaba tranquila; cosa que era de esperar teniendo en cuenta que la finca de los Styles estaba cuidada por los criados más cualificados que el dinero pudiera comprar, y nada, ni siquiera una mota de polvo o un ruido involuntario, perturbaba nunca la aparente tranquilidad.
A veces, como ahora, ________ deseaba bajar hasta el vestíbulo de parqué de roble corriendo descalza y cantando con todas sus fuerzas. A veces quería reír en voz alta, gritar de rabia, llorar a solas. Pero en la actualidad esas veces eran menos frecuentes. Era una mujer sensible, que aceptaba lo bueno y lo malo de la vida. A todas horas rezaba en voz baja una oración que la serenaba, y la mayor parte de las veces se sentía tan tranquila y dócil como aparentaba. La buena y dulce ________. Leal y noble, con quien uno siempre podía contar.
La nieve densa era una de las cosas que escapaban a su control. Se levantó de la cama y descorrió las cortinas, dejando que entrara la deslumbrante luz por la ventana. Fuera estaba silencioso y hacía frío; la noche había dejado más de un palmo de nieve en el sur de Vermont, pero los encargados de mantenimiento ya la estaban despejando de acuerdo con su habitual y discreta eficacia. ________ apoyó la frente en el traslúcido cristal, respirando profundamente. Tal vez se sentiría mejor envuelta por el aire fresco y frío del exterior. Incluso aunque necesitara desesperadamente los rayos del sol para calentar sus huesos y no congelarse.
Siempre podía volver a meterse en la cama, subiendo el edredón hasta taparse las orejas, pero por alguna razón esa nunca había sido una opción, no desde el otoño pasado en que, al volver a casa para cuidar de tía Sally, se había trasladado al antiguo cuarto de Harry. Hacía más de diez años que Sally había guardado las pertenencias de éste en el cuarto trastero, y ________ había comprado muebles nuevos, así como cortinas y alfombras, y una enorme cama antigua en un vano intento por sentirse como en casa. Pero eso no sucedió nunca.
Harry llevaba mucho tiempo fuera; de ser ingenua pensaría que le habían olvidado por completo. Sin embargo, todos se acordaban del hijo perdido, hasta los poderosos e inalterables Styles.
Suspiró. Tal vez debería reclamar la habitación pequeña y funcional del ala este, donde había dormido siempre que venía de visita. Al menos allí se sentía cómoda, y no como una impostora que usurpaba la mejor habitación de la casa.
Estaba siendo ridícula y lo sabía. Pero se sentía extrañamente inquieta desde hacía ya algunas semanas. Como si algo crucial estuviese a punto de ocurrir.
Se empezó a alejar de la ventana, que se heló. Alguien había deja do el coche aparcado en la entrada del camino que rodeaba la casa, justo enfrente de la puerta, a primera vista sencilla, del edificio principal. Había un jeep negro viejo y oxidado sobre la nieve, y a juzgar por la altura de la nieve que cubría los tapacubos, dedujo que debía hacer horas que estaba allí. La noche anterior ________ se había ido a la cama hacia las once y no lo había visto.Se había levantado un poco más tarde de lo habitual, pero aun así apenas pasaban unos minutos de las ocho. ¿Quién, por el amor de Dios, podía haber llegado en plena madrugada? ¿Le habría pasado algo a tía Sally mientras ________ había permanecido echada en la cama quejándose del tiempo?