Estaba huyendo de él. Nada más ponerse Harry de pie, ________ dio media vuelta y se fue de la habitación.
—Veré qué podemos comer —gritó con voz enérgica y sin girarse.
Sólo una *beep* pensaría que Harry no iría tras ella, y ________ Smith no era ninguna *beep*. Él no tenía mucha prisa, de modo que llegó a la cocina justo cuando ella vertía el resto de su bebida por la pila.
—No había acabado —protestó él con suavidad.
—Sí que habías acabado. —________ metió la cabeza en la nevera—. No hay nada para comer.
—Siempre podemos comprar almejas fritas.
—¡No!
—¿Y qué me dices de una pizza? ¡Qué te apuestas a que incluso consigo que nos la manden a casa!
—Pero ¿no me habías dicho que en temporada baja estaba todo cerrado? —se extrañó ella—. Hace sólo una semana que vinimos aquí.
—En una semana pueden pasar muchas cosas —dijo con total ligereza—. Además, tal vez exageré un poco la otra vez. Al fin y al cabo, la isla tiene bastantes habitantes que viven en ella durante todo el año.
No se sentía contenta a su lado, claro que eso no era nada nuevo.
—¿Sobre qué más me has mentido?
Sobre el hecho de que no iba a dejar que durmiera sola en la cama, pensó él, pero omitió decírselo.
—Te he mentido tanto que he perdido la cuenta —explicó Harry—. En este momento creo que ya no me queda nada en el tintero, pero no puedo garantizártelo.
—¿Sobre qué otra cosa me mentirías?
«Sobre lo que siento por ti», pensó Harry. Quizá haberla traído hasta aquí no había sido la mejor idea del mundo, pero no podía abandonarla a su suerte. Sencillamente, era demasiado peligroso.
Parecía totalmente incapaz de ignorar el efecto que tenía sobre él. ________ fue de un lado a otro de la cocina, poniendo agua a hervir, moviéndose con serena elegancia, y él no quería sino echarla en el duro suelo de madera, arrancarle la ropa, y hundir la boca entre sus piernas. La cosa era más grave ahora que cuando tenía diecisiete años. Antes estaba obsesionado por igual por todas las mujeres, incluyendo a ________, de trece años.
Sin embargo, ahora, toda esa lujuria estaba directamente canalizada hacia una sola mujer, y las estaba pasando canutas para controlarse. Estaba de espaldas a él, atareada hurgando en los armarios, y a Harry le costaba tanto resistirse como dejar de respirar. Cruzó la cocina, poniéndose justo detrás de ella, sin tocarla exactamente, tan cerca que olía e aroma a jabón de motel, olía su piel y su champú y su fragancia de mujer, ligera y erótica, y puso un brazo a cada lado de su cuerpo, reteniéndola contra el mueble de la cocina.
________ no se dio la vuelta para mirarle, por mucho que él lo deseara. Se quedó petrificada, dándole la espalda.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Habría parecido que estaba aburrida si no hubiera sido por el leve temblor de su voz, por el leve escalofrío que sacudió todo su cuerpo.
No se había dado cuenta de que Harry encontraba su espalda tan erótica como su parte frontal. Llevaba su sedosa melena recogida en una única trenza que dejaba su nuca al descubierto y Harry, como un gato en celo, quiso mordisquearla. Permaneció erguida y quieta, aprisionada entre sus brazos, y él se preguntó si alguna vez conseguiría hacerla reír. Por el momento no parecía muy probable. Por el momento parecía no haber muchos motivos para reírse.
Harry cayó en la tentación, y posó su boca sobre su nuca, besándola ahí mismo, despacio, dejando que su lengua acariciara y saborea su piel cálida y suave. Ella se estremeció, respiró hondo, y él, para que ella le notara, apretó su pelvis contra las nalgas de ________.
—No —suplicó ella con un hilo de voz.
Desplazó la boca hasta un lado de su cuello, saboreándola y provocándola.
—¿Por qué no? ¿Acaso no me deseas?
—No, no te deseo.
—Mentirosa.
Entonces ________ se giró, lo que fue un tremendo error táctico por su parte. Harry le dejó bastante espacio, luego se pegó a ella, sintiendo por completo la suavidad de sus senos a través de su camiseta, contra su pecho. Podía abrirse paso entre sus muslos, y refugiarse allí, donde pertenecía, sabiendo que ella sentía lo mismo. Era consciente de que ________ quería huir. También quería ser besada.
Harry acercó su boca a la de ________, tanto que su ligero aliento llegaba hasta sus labios. Pero no avanzó más.
—¿Quieres besarme, ________? —le susurró.
—Quiero que me sueltes —dijo con voz grave.
Harry dejó caer los brazos a cada lado de su cuerpo, sin retenerla.
—Pero ¿quieres darme un beso?
Ella alzó la vista y clavó los ojos en él, había rabia y traición en sus profundidades.
—Sí —afirmó—. Pero no lo haré.
Harry sonrió.
—Tal vez ahora no —convino él—. Pero tarde o temprano lo harás.
No le discutió ese punto.
—Bastardo arrogante —le insultó ella sin perder los nervios—. Preferiría que fuera más tarde.
—Yo no. —Se inclinó sobre ella, saboreando la dulce tentación, cuando el penetrante sonido del teléfono le despertó bruscamente de su sueño erótico.
Muy a su pesar, Harry dio un paso atrás.
—¿Quieres contestar tú o lo hago yo?
—Ya voy yo. —Salió corriendo de la cocina, y él se resistió a seguirla. ________ era perfectamente capaz de tratar con cualquier miembro del clan Styles, y en este momento se fiaba más de ella que de la reacción que él mismo pudiera tener.
Esperó todo lo que pudo, y luego fue hasta el salón, donde estaba el único teléfono que Sally consintió que hubiera en la planta de abajo. ________ estaba sentada en una silla, con la mirada perdida.
—¿Quién era?
—Tío Warren.
—No te habrás atrevido a llamarle «papá», ¿verdad?
________ despertó de su ensimismamiento.
—Ni se me ha ocurrido. —Mentía, pero Harry decidió pasarlo por alto—. Me ha dicho que ha estado buscándome. Se ve que encontraron mi coche y estaban preocupados. Patsy está en el hospital. Al parecer ha tenido una especie de reacción rara a algún medicamento.
—Entiendo —afirmó él silabeando—. ¿Ha sido una sobredosis?
—No lo sé. Warren me ha dicho que sus hijos están con ella.
—¿Y dónde está tu querido papi?
—¡No le llames así! —Se le pusieron los pelos de punta—. Me imagino que está en Vermont. Está organizando el funeral por Sally, tramitando la hospitalización de Patsy, y debe estar subiéndose por las paredes porque no estoy allí al pie del cañón. —________ alzó la vista y le miró—. No me ha preguntado por ti.
—¡Qué curioso! Eso significa que bien ya no le importa o que está al corriente de que estoy aquí.
—¿Qué acordasteis hacer cuando Sally muriera?
Harry se rió entre dientes.
—Supuestamente tenía que darme una sustanciosa cantidad de dinero a cambio de que yo desapareciera.
—¿Cuánto?
El se encogió de hombros.
—No tenía intención de aceptarlo, así que no lo recuerdo muy bien. Creo que rondaba los quinientos mil dólares.
—Yo diría que está preocupado por si planeas chantajearle. A menos que se imagine que eres el verdadero Harry.
—Warren no es tan listo. ¿Estás segura de que llamaba desde Vermont?
—Estar segura del todo es imposible —dijo ella de mal humor.
—Exacto. En esta vida no se puede estar seguro de nada.
—Sobre todo en esta familia —puntualizó ella con amargura.
—De la que, indiscutiblemente, formas parte. ¡Por fin! —señaló Harry.
—No lo creo.
Había conseguido sorprenderle.
—¿Qué quieres decir? —Parecía hasta ofendido.
Ella le miró.
—Quiero decir que tú sí eres un perfecto Styles, ¿no es cierto, Harry? A pesar de que su sangre no corra por tus venas. Eres un embustero cruel, guapo y egoísta, dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr tus objetivos, sin importarte a quién tengas que pisotear. Yo diría que eres la quintaesencia de los Styles.
Sus palabras le hirieron en lo más hondo.
—¡Ni que tú fueras una santa!
—No. Pero yo no antepongo mis deseos a los del resto del mundo, sin importarme a quién haga daño. Y no miento.
—¿Que no mientes? Creo que deberías añadir las alucinaciones a tu lista de pecados —sugirió él. No las tenía todas consigo como para acercarse más a ________; apoyándose contra el quicio de la puerta del fondo del salón evitaba tocarla.
—No, no miento —repitió ella indignada, cometiendo el error de levantarse de la silla y caminar hacia él, demasiado enfadada para ser consciente del peligro.
—¿Qué opinas de mí?
—¿Por qué lo preguntas? Sabes de sobra lo que pienso de ti.
Harry dio un gran bostezo.
—Sí, lo sé. Me desprecias, piensas que soy peor que la basura, que soy un mentiroso y un tramposo y que ni siquiera tengo la decencia de admitir que soy un impostor. Que soy tan mezquino como siempre, que soy tu cruz, y que desearías que quienquiera que me disparara hubiera tenido mejor puntería. ¿Te parece que lo he resumido bien?
—Más o menos. —Se acercó a él, un gran error—. Pero te olvidas de algo.
—¿De qué?
________ tuvo la desfachatez de sonreírle, una de esas sonrisas que significaba vete-al-infierno, chúpate-ésa.
—Piénsalo y dímelo cuando lo sepas —contestó con dulzura.
Y pasó por delante de él sin darle tiempo a tocarla.