capitulo 16

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Harry dio un portazo al entrar, sin importarle si con ello despertaba o no a sus primos de sus dulces sueños. Estaba nervioso, frustrado, angustiado por la sensación de que algo andaba mal en esa casa. Algo incluso peor que un intento de asesinato ya olvidado.
Durante los últimos días había encontrado más de una razón para evitar estar en su cuarto, pero en este momento no había otro sitio adonde ir. No podía deshacerse del recuerdo de ________, de la expresión afligida de sus ojos cuando vio la inyección hipodérmica y se dio cuenta de que había estado a punto de matarle, de que había cometido un error; del inconfundible miedo que yacía bajo el verdadero deseo sexual y que Harry sintió emanar de ella, cuando ésta le puso la mano sobre la cicatriz de la cadera; de su leve sollozo cuando alcanzó el orgasmo.
Dormía cada noche en esa misma cama, recordando cómo la había tumbado en ella y la había saboreado. ________ ya no estaba, pero el la seguía sintiendo allí, inalcanzable.
Nunca pensó que volvería a su antigua vida precisamente para ser víctima de una obsesión adolescente. Le estaba bien empleado, pensó con ironía. Siempre había sido un poco demasiado maquiavélico con tal de lograr sus fines. Justo ahora que tenía el objetivo más próximo, se estaba distrayendo.
Había vuelto por una razón: para averiguar quién intentó matarle, y por qué. Hasta el momento no estaba más cerca de la verdad que cuando vivía en Italia.
Al menos dos personas sabían la respuesta a esa pregunta. Una era ________ Smith, pero los secretos estaban encerrados en las profundidades de su mente, de donde ni siquiera ella misma podía desenterrarlos. Ella había visto lo ocurrido aquella noche, por mucho que lo ocultara,
Y Harry también. Claro que él tenía una excusa para no acordarse. Había sufrido una lesión en la cabeza además de un trauma producido por el disparo, y ese tipo de lesiones no era fácil de curar. Quien quiera que hubiese tratado de asesinarle probablemente ya había contado con ello.
A no ser que el tercer testigo, el asesino, estuviera convencido de haber acertado a la primera.
A primera vista todo apuntaba a que hubiera sido Warren. Nunca, ni una sola vez, puso en duda la identidad de Sam Kinkaid, ni le preocupó que pudiera aparecer el verdadero Harry Styles. Alegaba que era una cuestión de sentido común; nadie dejaría todo ese dinero por reclamar.
Pero Harry sabía muy bien lo sencillo que era dar la espalda a millones de dólares. Lo había hecho ya en una ocasión, y no se arrepintió nunca. Ahora tenía la intención de volver a hacerlo.
No ganaría nada procurando demostrar quién era, aunque decidiera que era una buena idea. No había huellas dentales y una prueba de ADN no revelaría nada. Había sido comprado y vendido de pequeño; quien le trajo al mundo le rechazó hacía muchos años.
Podía trabajarse más a ________. Era la única fuente de información segura. A lo mejor Harry podía emborracharla, hacerla enfadar,” drogarla, cualquier cosa con tal de despertar su recalcitrante memoria. Tal vez podría convencerla de que se sometiera a hipnoterapia, al suero de la verdad, convencerla de que si no sacaba a la luz sus recuerdos, éstos la perseguirían durante toda su vida. Harry sabía que no sería preciso ejercer mucha presión sobre ella.
Pero no quería hacerlo. Ya había trastocado bastante la vida de ________, que le miraba como si fuera una mezcla entre Ted Bundy (asesino en serie) y Robert Pattinson. Seguro que daría con las respuestas sin hacerla pasar por eso.
Aun así, no era del todo honesto por su parte. ________ le estaba volviendo loco, invadiendo sus sueños, atormentándole en las horas de vigilia; estaba mucho más concentrado en ella que en el intento de asesinato de hacía tantos años. Saldría mejor parado alejándose de ella, cuando menos hasta que averiguara la verdad de su pasado. No sabía con seguridad lo que ocurriría después. Tal vez desaparecería y volvería a refugiarse en Italia.
O tal vez se llevaría a ________ consigo.
Harry seguía pensando en Sally como su madre, al margen de los trapicheos que hubiera hecho o las leyes que hubiera infringido para conseguir tenerle. Sally dormía, su piel era de un gris pálido y de su nariz patricia salían tubos de oxígeno.
Se sentó junto a la cama, mirándola fijamente como había hecho durante horas desde que regresara, tratando de entenderla.
—¿Y bien? —La voz de Sally era tan débil que Harry casi pensó que era producto de su imaginación. Entonces abrió los ojos y le miró con desencanto.
—¿Y bien, qué? —replicó Harry tranquilamente.
—¡Eres tan listo! —murmuró Sally—. ¿Estás esperando a que me muera?
—No.
Su respuesta la asustó.
—Pensaba que habías vuelto para eso. Para despedirte de tu querida y anciana madre, para facilitarle el paso a la otra vida.
—Eso también —admtió Harry.
—¿Tenías otra razón para volver? Aparte del dinero, claro.
Harry no se molestó en discutir con ella. Siempre que se sentía amenazada salía con el tema de la herencia. Obviamente, en ese momento se sentía amenazada, y Harry no quiso empeorar las cosas. Pero tampoco iba a desaprovechar la oportunidad de obtener repuestas.
—¿De dónde vengo?
Sorprendentemente, Sally ni parpadeó.
—No me puedo creer que a siendo un adulto aún no sepas de dónde vienen los niños. Te lo mereces por haberte ido sin darme tiempo a informarte de cómo funciona el mundo real.
—Tengo nociones de sexo desde que tengo doce años, tal vez menos. —Posó una mano sobre la de Sally, huesuda y venosa, y la sintió frágil—. Quiero saber de dónde vengo. ¿A quién me compraste?
Sally entornó los ojos.
—No sé de qué me hablas, Harry, y te suplico que no trates de confundirme. Me canso enseguida últimamente. ¿Por qué no me dejas descansar y luego me explicas tu ridícula...?
—John Kinkaid me contó que vuestro hijo nació muerto, que te fuiste y que volviste conmigo en su lugar. Quiero saber de dónde procedo. En realidad, me gustaría saber si estoy legalmente adoptado o no.
—Kinkaid —susurró Sally con voz de profundo odio—. Pensé que había muerto hace tiempo.
—Y así es. Murió.
Harry había conseguido asustarla, y esta vez no se molestó en disimularlo.
—Entonces, ¿quién te lo ha dicho?
—Él me lo dijo. Cuando huí, fui a parar a su casa, y no consideró oportuno engañarme. Hace años que sé que no soy tu hijo.
—¡Si que eres mi hijo, maldita sea! —exclamó con la voz apagada, casi susurrando—. Eres mi hijo del alma, aunque no te haya engendrado yo. Y lo sabes, por mucho que te empeñes en negarlo.
—Lo sé —consintió Harry. Su mano seguía estando sobre la de Sally, quien volvió la palma hacia arriba para sujetar la de Harry. Pero sigo queriendo que me cuentes cómo me encontraste.
El suspiro de Sally fue tan débil que su hijo apenas pudo percibirlo.
—Pensaba que a estas alturas ya sabías que todo tiene un precio en esta vida. En ese tiempo era muy fácil obtener un bebé no deseado.
—De modo que entraste en un orfanato y me escogiste a mí.
La sonrisa de Sally no era precisamente alegre.
—Ojalá hubiera sido tan sencillo. 
Soy prudente y siempre me preparo para cualquier eventualidad. Cuando me quedé embarazada tenía más de cuarenta años, lo cual no presagiaba ningún éxito. Aunque el parto hubiera ido bien cabía la posibilidad de que el bebé naciera con Síndrome de Down, en cuyo caso habría tenido que sustituirlo por otro.
A Harry debería haberle horrorizado oír lo que oyó. En parte fue así. Pero otra parte de él conocía a Sally demasiado bien como para sorprenderse ante su impasible crueldad.
—¿Y qué hiciste entonces?
—Me enteré de que había una chica embarazada más o menos de los mismos meses que yo. Era de buena familia, al igual que el padre, muerto en un accidente de coche, y estaba intentando ocultar el embarazo a sus padres. Simplemente la ayudé.
—A cambio de que te diera a su hijo. ¿Y qué habrías hecho si tu bebé hubiera sobrevivido?
—Habría entregado al bebé en adopción, que era lo que quería esa joven.
—Esa joven —comentó Harry en voz baja—. Mi madre biológica. ¿Cómo se llamaba?
—No importa, ya está muerta. Su familia no supo nunca de tu existencia; también han muerto. Es demasiado tarde para reencuentros familiares.
—¿Cómo murió?
Los ojos de Sally se encontraron con los suyos.
—Dando a luz.
—Así que yo la maté.
—No, cariño —dijo Sally en voz baja, sin sombra de arrepentimiento—. Me temo que fui yo.

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