Tal como se había imaginado, el sueño volvió a repetirse aquella noche con más intensidad que nunca. Sin embargo, no era Harry, joven y malhumorado, quien entraba en la habitación de ________, sino su impostor. Ese hombre que, como Harry, tenía la mirada perdida, la misma boca sensual, trazada con mayor precisión ahora que cuando era un niño, que la miraba y la llamaba. En su sueño le veía estirado en la playa mientras el agua se arremolinaba a su alrededor y su asesino observaba de cerca cómo la sangre manaba de su cuerpo, llevándose su vida consigo.
—¿Por qué no me has salvado? —le decía con voz casi imperceptible—. ¿Por qué no has pedido ayuda?
Pero no era la voz del verdadero Harry la que oía, sino la del impostor, y al despertarse, ya de día, éste la estaba contemplando desde el quicio de la puerta.
—Si quieres que cojamos el primer ferry tenemos que salir dentro de quince minutos —anunció.
________, como siempre, usaba una camiseta grande para dormir, y no estaba dispuesta a levantarse de la estrecha cama de hierro estando él delante.
—Estaré lista —dijo—. Si te vas.
Harry permanecía apoyado contra la puerta abierta, parecía fastidiosamente descansado. No había sido atormentado por las pesadillas ni los recuerdos de una muerte. El pelo, castaño, que llevaba revuelto, aún estaba húmedo de la ducha, e iba vestido como solía hacerlo, con unos tejanos desteñidos y un jersey de algodón de color verde, que volvía sus ojos azules algo más verdes también.
—¿Por qué has dormido aquí? —preguntó Harry con indiferencia—. Hay un montón de habitaciones disponibles, ya no hace falta que juegues a ser una niña marginada.
—Era lo más lejos que podía estar de ti —dijo con fingida dulzura.
No funcionó.
—Buen intento —comentó él—. Creo que te gusta tu papel de pobre huérfana maltratada por sus ricos benefactores.
Fue como si le hubiesen dado un ****azo en el estómago, una verdad tan dolorosa como inesperada que le impidió pronunciar palabra; sólo pudo mirarle a los ojos mientras su rostro palidecía.
—Bastardo —logró decir finalmente, exteriorizando únicamente una parte de su justificada indignación.
—¿Lo niegas?
—No niego ninguna de tus ridículas fantasías. O sales de mi habitación o perderemos el ferry.
—Te espero en el coche.
—¿Y la casa...?
—He llamado a Sally desde el teléfono celular. Me ha dicho que vendrá alguien a ocuparse de todo cuando nos vayamos. Vístete, ________, si no me iré sin ti.
La puerta se cerró tras él sin hacer el menor ruido, y a ________ le inquietó pensar que, en efecto, sería capaz de irse sin ella. Nada le con vendría más que tener a Sally para él solito, sin su intromisión.
Estiró las sábanas de la cama y se vistió apresuradamente, cogió sus zapatillas de deporte y bajó descalza las escaleras. Harry estaba apoyado en la barandilla, con una taza de café en la mano.
Hubiera dado cualquier cosa por una taza de café, pero preferiría estar muerta antes que pedirle nada.
—¿Estás lista? —preguntó Harry, yendo hacia el coche—. El retrato ya está cargado, sólo faltas tú.
Harry llevaba una segunda taza de café en la otra mano, estaba claro que había percibido su mirada suplicante.
—¿Quieres café?
A ________ le hubiera gustado tener suficiente fuerza de voluntad para rechazarlo, pero no lo hizo. Alargó el brazo para coger la taza, pero él la apartó.
—Primero tienes que sonreír y decir buenos días.
—Primero tienes que irte a la mierda.
La tenue sonrisa de Harry resultaba absolutamente exasperante.
—Un cumplido a cambio de un café. Venga, ________, no creo que sea tan condenadamente difícil.
________ le obsequió con una sonrisa forzada.
—Buenos días, Harry. Espero que hayas dormido a las mil maravillas. Sí, aceptaría gustosa una taza de café, eres muy considerado al ofrecérmela.
De haber vuelto a apartar la taza, ________ se la habría tirado encima, pero el instinto de supervivencia de Harry era fuerte. Había ganado el asalto, no hacía falta llevar las cosas más lejos.
—Sube al coche —ordenó él.
—Aún no he acabado el café.
—Pues llévatelo.
No supo qué más objetar. ________ apuró el café, dejó la taza sobre la barandilla y fue hacia el coche.
Si el silencio que reinaba en su interior no era agradable, al menos era relativamente pacífico, de modo que se reclinó en el asiento, con la intención de dormir durante el trayecto.
Harry parecía estar dispuesto a no molestarla. Una vez estaciona dos a bordo del ferry, él también se recostó en su asiento y cerró los ojos.
Los de ________ se abrieron como platos en la penumbra del vientre del ferry. De ninguna de las maneras dormiría estirada junto a él.
Pero estaba agotada; había pasado una mala noche y bebido un café corto. Arriba, en cubierta, podría tomar más café, tanto como quisiera, y contemplar la isla desapareciendo entre la neblina. Todo lo que tenía que hacer era desabrocharse el cinturón y salir del coche.
Su cansancio era tal, que no se vio con ánimos de hacerlo. Harry parecía estar en otro mundo y, a juzgar por su respiración profunda y regular, debía de haberse dormido nada más cerrar los ojos. No la molestaría.
Quedarse allí era una locura, pero estaba demasiado cansada para hacer otra cosa. Y por alguna razón inexplicable se sentía segura, al menos de momento, encerrada en un coche con un mentiroso y un impostor. Lo bastante segura para entregarse a las sombras del sueño que la rodeaban, para confiar en él, al menos de momento.
Harry la observaba. ________ dormía como un bebé, acurrucada medio de lado en el asiento delantero y con la mano debajo de la cara. Probablemente se chupaba el dedo de pequeña. Rastreó su memoria, pero no disponía de tal información.
________ siempre había sido más madura de lo que le correspondía, una adulta en miniatura pendiente de su familia adoptiva. Entró en la familia a la edad de dos años, y desde el primer instante supo que estaba viviendo un tiempo prestado. De niña era melancólica y de maneras correctas, de adulta era igual, con todos salvo con él.
Siendo adolescente, Harry Styles conseguía siempre ponerla nerviosa. El hombre que se sentaba junto a ella en el coche tenía al parecer esa misma y cruel habilidad.
Necesitaba que la hicieran rabiar más a menudo, y desde luego él sabía cómo hacerlo.
Pero no en este momento. Estaba exhausta; bajo los ojos, dos sutiles manchas moradas surcaban su piel, y ni siquiera se enteró cuando el ferry atracó y él puso el coche en marcha. Harry pensó que tal vez estaría fingiendo, eliminando así la necesidad de entablar conversación.
Claro que, por lo que a él se refería, ________ no estaba cuidando mucho sus modales. Sospechaba que él era la primera persona con la que se había mostrado aparentemente grosera, cosa que debía resultarle absolutamente liberadora.
________ se movió bajo el apretado cinturón y murmuró algo. Harry no acabó de entender sus palabras, pero dedujo que no era importante. Por extraño que parezca, le alegraba dejarla dormir mientras conducía en dirección norte en medio de un tráfico cada vez menos denso. El hecho de que durmiera tan profundamente era un indicio de que se sentía bastante confiada. Ella no lo reconocería nunca, pero él sabía que era así y le conmovía.
¿Le quería? Muy posiblemente, a pesar de su manifiesta y apabullante antipatía. No sabía si se estaba haciendo ilusiones al respecto, o si realmente la noche anterior, en el tejado del porche, había saborea do el principio de una respuesta.
¿La quería él? Sin lugar a dudas. Y tenía la firme intención de tomárselo con calma, de pasar muchas horas, largas e interminables, en la cama con ella, sin fantasmas, sin miembros de la familia respirándoles en el cogote, vigilándoles como parecían estar haciendo siempre.
Lo más sensato sería esperar hasta que todo esto hubiera terminado, hasta que Sally muriera y las aguas volvieran a su cauce. Entonces ya nada se interpondría entre ellos, ni las mentiras, ni las farsas ni la familia.
El problema era que no estaba seguro de tener la paciencia de esperar.
Cuando ya sólo faltaba media hora para llegar a casa, ________ se despertó, aunque procuró disimularlo para no tener que hablar con él. Si la generosidad hubiese sido una de sus virtudes, habría respetado su renuencia, pero no lo era.
—¿Has dormido bien? —inquirió.
Ella no se movió, obviamente tratando de decidir si podía seguir fingiendo o no. Estuvo acertada al darse cuenta de que era una causa perdida, y abrió los ojos, aún ligeramente aturdidos por el sueño.
—Bastante bien —respondió—. No he soñado contigo.
—Eso ha sonado como si hubieras soñado conmigo en otras ocasiones. ¿Lo has hecho? ¿Era un sueño erótico?
—No exactamente —contestó con un estremecimiento que disminuía su atractivo.
Harry sonrió.
—¿Soñabas conmigo cuando eras adolescente? —Esperaba que ________ reaccionara con su habitual hostilidad, pero estaba demasiado cansada.
—Cuando se fue Harry, solía tener pesadillas con él —dijo lentamente—. Las tuve durante años, hasta que finalmente decidí buscar una solución.
—¿Y qué hiciste? ¿Le exorcizaste? —Usó la palabra «le» intencionadamente
—Acudí a una terapeuta de la universidad, que me ayudó a distinguir los recuerdos de la fantasía.
—¿Y qué recordaste? ¿Qué era lo que te obsesionaba? —Su tono de voz era mordaz, pero pensó que todavía estaría dormida para notarlo.
________ se giró y le miró con ojos completamente despejados y tranquilos.
—Soñé que moría. Soñé que veía a alguien disparando a Harry Styles y tirando su cuerpo al mar.
Había logrado sorprender a Harry.
—¡Menudo sueño! —exclamó al cabo de unos instantes—. ¿Y no hiciste nada para impedirlo? Debes haberle odiado. No me extraña que no soportes mi presencia. ¿O es que te sientes culpable?
—No habría podido salvarle.
—Tampoco lo intentaste.
—Tampoco murió, ¿no? —Contraatacó con ironía—. Al fin y al cabo, estás aquí, estás vivo y asquerosamente bien.
—Pero tú viste cómo me moría. ¿Viste quién me disparó? —________ guardó silencio, y lo más inteligente hubiera sido dejarla en paz, esperar a que estuviera preparada para hablar, pero no se sentía especialmente listo o paciente—. ¿Lo viste?
—No. —El cinturón la molestaba, sus elegantes manos se movían con nerviosismo—. Sigo sin tener claro del todo qué eran recuerdos y qué pesadillas.
—Creía que me habías dicho que la terapeuta te enseñó a distinguirlos.
—Me ayudó a exteriorizarlos. Solucionarlo era imposible, así que sólo me quedaba desterrarlo de mi vida.
—Y mi regreso ha reavivado todo. Comprendo que me odies.