—Lamento molestarte, jovencito —dijo Warren con altivez, entrando en la habitación y mirándole con desaprobación—, pero pensé que podríamos aprovechar esta oportunidad para aclarar algunas cosas.Harry echó un vistazo a la puerta, completamente cerrada.
—Corta el rollo, Warren —le espetó con displicencia—. Esto no es Misión Imposible. La habitación no tiene micrófonos ocultos; nadie nos está escuchando.La animadversión que Warren sentía por él, mudó su elegante rostro. —Nunca se es demasiado prudente. —Harry esperaba que Warren hubiera hablado con desdén. —La única que duda de mí es ________, y ya me he asegurado de que se mantenga alejada, al menos de momento. —Ya te dije que sería la más difícil de convencer —dijo Warren—. Es tímida pero lista. Y estaba más unida que yo al auténtico Harry Styles.El hombre que estaba tumbado en la cama sonrió con dejadez. —No me preocupa. Creo que al irse el hijo de Sally, estaba medio enamorada de él. El sentimiento no tardará mucho en reavivarse. —¡No seas ridículo! —protestó Warren—. Tenía sólo trece años. Puede que le gustara pero no debía de ser nada serio. Era demasiado joven para interesarse por los chicos. —Por lo que me has dicho, Harry Styles no era un chico cualquiera. Y no subestimes los impulsos hormonales de la pubertad. Es probable que ella le deseara. —¡Qué asco! —exclamó Warren, esta vez con desdén —¿Acaso crees que no puedo hacerlo? —preguntó Harry con tranquilidad.
—No, confío plenamente en tus aptitudes —murmuró Warren—. Espero que acabes convenciendo a todo el mundo de que eres Harry Styles. Es sólo que creo que te será más fácil engañar a ________ que seducirla. Me da la impresión de que no está muy interesada en el sexo contrario.
Había un ligero tono de orgullo en la voz de Warren, y Harry creía saber el motivo. Para un hombre como Warren Styles la indiferencia sexual era una cuestión de poder. Un poder que Harry no tenía intención de cultivar, por lo menos en esta vida.
—Eso ya lo veremos —comentó Harry—. Si consigo que confíe en mí lo suficiente como para acostarse conmigo, no tendremos absolutamente ningún problema. A no ser que Patsy decida ponérnoslo difícil.
—Deja que me ocupe yo de mi hermana pequeña —sugirió Warren—. Sé cómo tratarla. No pierde el tiempo pensando en aquello que no le interesa. Los temas familiares no le atraen demasiado. Ella va a lo suyo.
—Pero mi repentino regreso, ¿no alterará sus planes?
—Sé cómo manejarla —repitió Warren—. Ha estado casada varias veces, tres para ser exactos, y confía en mí. En realidad estamos bastante unidos. Si yo te acepto, ella también lo hará
-- y sus hijos?
—Puede que ellos no sean tan fáciles —concedió Warren—. Pero está claro que nunca me hubiera involucrado en esta farsa si no pensara que eres capaz de salir airoso de ella. Una vez hayas conseguido convencer a ________, los demás no pasarán de ser un problema relativamente pequeño si te andas con cuidado.
Harry le miró con recelo: No se hacía ilusiones respecto a su compañero de complot. De todos los célebres Styles, Warren, además de ser quien tenía el sentido del interés propio más acusado, tenía una provechosa falta de moralidad. Cuando se le ocurrió por primera vez la alocada idea de hacerse pasar por el desaparecido heredero, pensó en Warren como el mejor candidato para ser su cómplice. Antes de dirigirse a Warren había considerado otras posibilidades, que descartó rápidamente. Constanza y Ruben eran leales en exceso, Patsy estaba demasiado ocupada con su eterna búsqueda de placer para hacer un esfuerzo en asegurarse de que podría continuar costeándoselo.
Y ________ Smith. Ella hubiera sido su primera opción. Tras años de independencia estaba viviendo con Sally Styles, cuidándola en la recta final de su enfermedad. Sabía más cosas que nadie de la familia Styles; con su ayuda los demás no se atreverían a enfrentarse a él.
Pero en lugar de ello un sexto sentido le condujo directamente a Warren, y ahora contaba con su habitual buena suerte. ________ nunca hubiera tolerado tal engaño; obviamente adolecía de un fuerte sentido de la moral.
—¿Crees que Sally sospecha algo? —preguntó Warren al cabo de un momento.
—En absoluto. Necesita creer en mí. Se está muriendo y no quiere dejar esta vida sin encontrar de nuevo a su hijo.
—Sólo asegúrate que no empiece a acceder a pruebas de ADN y cosas por el estilo. Tenemos ciertos límites y yo no puedo sobornar a todo el mundo.
—No te preocupes, no accederá —manifestó Harry tranquilo y seguro.
Warren le miró fijamente durante largo rato, luego asintió con la cabeza, satisfecho.
—Debo reconocer que hasta ahora todo ha salido a las mil maravillas. Los próximos días serán la prueba de fuego.
—Los próximos días serán fáciles —murmuró Harry—, si tú haces ti parte.
—Yo soy quien más tiene que perder aquí —anunció Warren malhumorado.
—Lo dudo. Si alguien me descubre, te limitarás a insistir en que ha sido engañado como todos los demás. Me apuesto lo que sea a que no hay ni la más mínima prueba que me relacione contigo. ¿No es cierto?
—¿Crees que no confío en ti?
—Creo que, al igual que yo, no confías en nadie. —Harry se incorporó y se volvió para verle—. No te preocupes, Warren. No me descubrirán. Si lo hacen, cúbrete las espaldas y no te preocupes por mí; soy un experto capeando temporales.
—¿Debo pensar que no me traicionarás?
—Si no lo piensas, ¿por qué te has metido en esto? —replicó Harry con suavidad.
—Porque tienes el mismo aspecto siniestro que él —respondió Warren al momento.
—Y porque llamé a tu puerta ofreciéndote la posibilidad de sacar tajada de toda esa cantidad de dinero —añadió Harry sin rodeos—. No lo olvides.
—Mi hermana se está muriendo —dijo Warren—. Morirá feliz si cree que su hijo ha vuelto...
—Te importa un comino que tu hermana muera feliz o no. Lo único que te importa es que al morir su herencia no esté inmovilizada tras tantos años intentando demostrar que el verdadero Harry Styles está muerto.
—¿Y si no está muerto? —preguntó Warren repentinamente—. ¿Y si el auténtico Harry aparece de pronto?
—Está muerto, Warren —susurró Harry con frialdad—. Créeme, no volverá.
Es probable que a lo largo de su vida ________ hubiera estado en cenas mucho peores, pero en ese momento se sentía demasiado abatida para recordarlas. En la habitación de Sally se había dispuesto una mesa junto a la ventana que daba a la bahía, y Sally logró incluso sentarse en la silla de ruedas; la felicidad coloreaba sus pálidas mejillas. Harry se sentó junto a ella, encantador y solícito, y Warren se mostró sorprendentemente hablador. ________ se sentó frente al intruso, tranquila, ha blando con recato, comiendo aún menos, y escuchando al embustero hilar su telaraña.
No es que él le recordara a una araña, pensó objetivamente. Su físico era demasiado bello y glorioso, con sus rasgados ojos de un azul verdoso, su pelo aclarado por el sol, su piel blanca estirada sobre sus pómulos. Tenía el mismo aspecto ligeramente británico que el auténtico Harry, cosa que era un punto a su favor.
Era su boca lo que la fascinaba. La boca de un sátiro, un cínico, voluptuosa, total y completamente sexual. Sonrió y rió exhibiendo una dentadura blanca perfecta; habló con pausado encanto, hechizándolos a todos. Hechizando a ________, pese a su resistencia.
Era bueno. Era más que bueno; era magistral, cautivando a tía Sally, hechizando a tío Warren, contando viejas historias de una infancia nunca vivida. «Alguien debe de estarle ayudando», pensó ________, poniendo cara de interés mientras su cerebro trabajaba febril mente. Algunas de las cosas que contaba sólo podían conocerlas los miembros de la familia. Alguien tiene que haberle hablado de la vez en que la policía pilló a Harry bañándose desnudo en South Beach, en Martha’s Vineyard. Alguien tiene que haberle contado que Harry era extremadamente alérgico al crustáceo.
Harry levantó la vista de la fuente de cigalas rebozadas y la miró con un ligero destello de complicidad en los ojos.
—________, ¿ha sido idea tuya este menú? —murmuró, sin intención de servirse.
—El crustáceo es mi debilidad —respondió a la ligera.
—También la mía —dijo Harry—. Una debilidad funesta.
—¡Oh, cielos! —exclamó Sally sorprendida—. Había olvidado que eres alérgico a estas cosas, cariño. ________, ¿cómo has podido hacer algo semejante?
—Han pasado dieciocho años. —Su voz sosegada no traicionó su inesperado sentimiento de culpabilidad: no por poner en peligro al impostor, sino por causarle problemas a Sally—. Yo también lo había olvidado.
—Entonces, ¿no era tu intención matarme? —preguntó Harry amablemente.
Ella jugueteó con su copa de vino y luego le sonrió con frialdad.
—No habría sido un modo muy eficaz de hacerlo, ¿no crees? En definitiva, es bastante fácil reconocer el crustáceo. Si uno sabe que es alérgico al crustáceo no lo prueba y ya está.
A Sally le pasó inadvertido su incisivo comentario.
—No hables con ________ de asesinatos —dijo Sally con lucidez—. Es una experta en el tema.
—¿En serio? —Sus ojos parecían lánguidos—. ¿A cuántas personas as asesinado?
—A ninguna —respondió ella. Y le sonrió—: Todavía.
—Le encanta leer basura —explicó Warren abiertamente. Crímenes misteriosos y toda esa clase de porquerías. Se considera una ex perta en criminología moderna por haber leído unas cuantas novelas de suspense.
—Ni mucho menos. —________ contuvo la irritación al hablar.
—Será mejor que te lo pienses dos veces antes de cometer un crimen, muchacho —prosiguió Warren—. ________ es la típica que te sorprende in fraganti. Es una Miss Marpie en toda regla.
—No digas tonterías, Warren —le amonestó Sally con un vigor asombroso—. Yo leo novelas de espionaje y no por ello voy a ingresar en la CIA en la KGB. ¿Y tú qué lees, cariño? —Se volvió hacia Harry con una sonrisa casi coqueta.
—No tengo tiempo para leer —anunció Warren en voz alta.
—No me refería a ti —dijo Sally—. Y cualquiera con un mínimo de sentido común encuentra tiempo para leer, de lo contrario el cerebro se atrofia y el alma se marchita.
—¿Aunque se lea basura? —espetó Warren.
________ apuró su vaso de vino. Tenía un dolor de cabeza terrible, pero de ninguna manera iba a dejar a Sally sola sin su protección. Warren tenía tendencia a hacerla enfadar, y el inesperado estímulo de su hijo pródigo sin duda alguna la afectaba negativamente. Desde el pasado otoño su salud había caído en picado; a ________ le daba pánico que algo pudiera acelerar el inevitable proceso.
—Depende de lo que entiendas por basura, tío Warren —intervino Harry con tranquilidad—. A mí me gusta leer novelas de terror.
—¡Típico! —murmuró ________. En efecto, siendo adolescente, Harry había estado leyendo a Stephen King antes de desaparecer. Una vez más el intruso había hecho sus deberes.
—Dime, Harry, ¿qué planes tienes ahora que por fin has vuelto al seno familiar? —le preguntó Warren.
—¡Warren! —La voz de Sally tenía un fuerte tono de advertencia.
—No le estoy interrogando sobre su pasado —se defendió Warren con impaciencia—. Aunque debo admitir que me tiene intrigado. Hay razón por la que no se le pueda preguntar qué piensa hacer ahora, ¿no?
—No tiene que responder a nada que no quiera. Es maravilloso el simple hecho de tenerle de vuelta.
En medio de la discusión de los hermanos, los ojos de Harry se encontraron con los de ________, que estaba frente a él. Les iluminaba la suave luz de una vela, y por un momento ________ se embriagó con la inmensa intensidad de sus ojos, con la suntuosa y perturbadora pro mesa de su boca.
—¿Siempre están así? —preguntó Harry en tono jocoso.
A ________ no le hacía gracia.
—¿No lo recuerdas?
Harry se levantó y se desperezó lentamente, con involuntaria elegancia. Un verdadero Styles nunca se desperezaría, pensó ________, moviendo subrepticiamente sus agarrotados músculos. Todos ellos estaban demasiado bien criados, se les había enseñado con excesivo ahínco a comportarse educadamente.
—Solían discutir sobre mí —dijo él.
—Siguen haciéndolo.
Sally alzó la vista en medio de la discusión, había una sombra de Preocupación en sus ojos marchitos.
—Lo siento, cariño. No tendrías que estar escuchando discutir a este par de viejos buitres en tu primera noche en casa.
—No me llames viejo —le espetó Warren—. Tienes diez años más que yo.
—Y además me estoy muriendo —le replicó Sally.—. Tú eres viejo, yo soy antigua. —Se alejó de la mesa en su silla de ruedas—. Y ahora marchaos. ________, ve y dile a la señora Hathaway que venga a ayudarme, ¿quieres? Estoy bastante cansada.
—No hace falta que esté la enfermera esta noche —protestó ________—. Yo puedo quedarme...
—Ni se te ocurra, querida —dijo Sally cariñosamente. ¿De qué ti ve tener una enfermera particular las veinticuatro horas del día sino la aprovecho? Además, tengo algunas... molestias. Le diré que me dé una inyección.
Sally no admitía nunca que algo le podía doler. En realidad, ningún Styles lo hacía. En ocasiones hablaba del largo y duro es fuerzo que había supuesto traer almundo con dos semanas de retraso Harry Styles como si de un ligero dolor se hubiera tratado. Según la leyenda familiar, pasó dos semanas ingresada en una clínica privada, rechazando todas las visitas hasta que pudo aparecer con el bebe.
—Si eso es lo que quieres —concedió ________ con renuencia, consciente de haber sido derrotada. No permanecería junto a Sally hasta que se quedara dormida, pero por nada del mundo pasaría el resto de la velada en compañía de Harry—. Yo también estoy cansada. Si no te importa, me voy a la cama.
—¡________ no puedes dejar solo a Harry en su primera noche en casa! —protestó Sally.
—Está Warren. —Lo que dijo fue una grosería, casi una negativa, y a lo largo de su vida ________ jamás se había negado a acceder a una petición de Sally, por pequeña que fuese.
—Ambas sabemos que Warren es un pelmazo y que empezara a interrogar a Harry en cuanto tenga oportunidad. Y no te pongas furioso, Warren, sé que me estás escuchando y no tengo inconveniente en decírtelo a la cara. ________ os hará compañía a los dos y se asegurará de que dejes a Harry en paz.
—¿Quieres que me espíe, no? —preguntó Warren enfadado.
—Quiero que te portes como Dios manda —respondió Sally, casi sin voz—. Me encantaría encontrarme lo suficientemente bien para dar una fiesta...
________ sintió náuseas sólo de pensar en ello.
—No te preocupes ahora por la fiesta, tía Sally —dijo con prontitud—. Concéntrate sólo en encontrarte mejor.
—No seas ridícula, niña. Las dos sabemos que no voy a mejorar.
—Eso nunca se sabe...
—Engáñate, si eso te hace sentir mejor —dijo Sally con un débil movimiento de la mano—. Al menos Harry acepta la verdad.
«No debería haberme dolido», pensó ________, sin dejar que ningún sentimiento se plasmara en su cara. Lo había aprendido a hacer años atrás. Estuvo quieta mientras el impostor pasó junto a ella para posar la mano de Sally sobre la suya, fuerte y masculina. Sally la quería, eso lo sabía. No había razón alguna para que se sintiera desconsolada y abandonada.
—Descansa un poco, mamá —aconsejó el embustero en voz baja—. Vendré por la mañana.
Sally suspiró, alegre.
—No te puedes imaginar durante cuánto tiempo he deseado que alguien volviera a llamarme mamá. Buenas noches, querido. —Levantó la mano y le acarició la cara suavemente.
Y ________ salió de la habitación en silencio.
Era una noche tranquila, fría, la luna creciente flotando en el cielo a poca altura. Dentro de unos días el frío inusual desaparecería, la nieve abundante y húmeda se derretiría en la nada, y una vez más la primavera iniciaría la lenta conquista de las desoladas y heladas tierras de Vermont.
Pero por el momento imperaba un silencio glacial que se extendía sobre el paisaje cubierto de nieve. Las ramas de los árboles eran negras en contraste con la blancura restante, y sobre ellas se cernían a distancia las montañas, una presencia milenaria y protectora.
________ fue hasta la parte posterior de la casa, el abrigo que llevaba se ceñía a su cuerpo mientras caminaba por los senderos que habían sido cuidadosamente despejados de nieve con palas. Sus botas crujían ligeramente sobre el frío suelo, y podía oír los gritos de una lechuza a lo lejos. La oscuridad albergaba criaturas, criaturas salvajes que vivían sus vidas con asombrosa sencillez y libertad. Algún día esa libertad le pertenecería.
Nunca fue tan tonta para pensar que durante sus años en Boston había sido realmente libre. Sally era la única madre que había tenido, una mujer tranquila y desapasionada que siempre había estado allí. Si bien no había exteriorizado su cariño por ella ni tampoco había participado en su vida, al menos ________ sí había sentido su afecto y estabilidad.
Y había sentido ese afecto en el tiempo y en la distancia.
Se lo debía todo a Sally. No en un sentido físico; esa deuda ya había sido pagada. Se lo debía todo emocionalmente, por haberle permitido pertenecer a alguien. Los poderosos Styles no se habían fijado en que aquella niña reservada crecía a la sombra del tempestuoso Harry, sin embargo Sally sí, y la siguió de cerca y la quiso a su manera.
Y ________ estaba en deuda con ella. Podía hacer un paréntesis en vida durante unos meses. Podía quedarse durante unos meses. Hasta que Sally muriese.
Todo el rechazo del mundo no cambiaría lo que iba a pasar; hacía hecho tiempo que ________ había aprendido esa lección. Sentiría su muerte profundamente, pero su vida, al fin, le pertenecería.
Incluso tendría dinero. Nada comparado con las gigantescas sumas de dinero que heredarían los verdaderos Styles; o con el dinero que el impostor intentaría usurparle a una anciana moribunda.
No tenía importancia. Eso la ayudaría a reclamar su independencia provisional. A pesar del cariño que tenía a la familia Styles, incluyendo al remilgado de tío Warren, a tía Patsy y su diversa descendencia, una vez Sally estuviera muerta sus lazos se romperían. Su deuda de lealtad y amor ya estaría saldada y ella sería completa y felizmente libre.
Pensó que debería sentirse culpable por ello, por anhelar ser libre, sin embargo no podía. Si pudiera cambiar las cosas, si pudiera dar años de su vida para mantener a Sally sana y feliz, lo haría con mucho gusto. Pero Dios no hacía ese tipo de tratos y Sally se estaba muriendo. Y ________ se iría.
Podía ver su aliento en el aire de la noche, pequeñas bocanadas de vaho que salían al exterior, mientras descendía por el sendero en dirección al estanque helado. Solía patinar en él, tiempo atrás, cuando los Styles iban a Vermont a pasar la Navidad. Eso fue antes de llevar allí a Sally para que muriera. Hacía mucho que no patinaba, pero Ruben se aseguraba de que la superficie estuviera siempre limpia de nieve. Ahora estaba lisa, los últimos restos habían sido apartados a un lado, por si había alguien suficientemente *beep* que quisiera patinar.
________ se quedó en el margen del hielo, mirando fijamente la superficie cristalina, y tuvo un impulso repentino, absurdo e irrefrenable. Ni siquiera tenía un par de patines, aunque pedirlos y que se los compraran sería todo uno.
Empezó a caminar con cuidado sobre el hielo, que tenía casi un palmo de grosor. Trató de deslizarse por él, pero sus botas oponían demasiada resistencia.
Poco a poco fue acercándose hasta el centro del estanque, el silencio la rodeaba. Hacía años que no intentaba patinar. Hacía tanto tiempo que ni siquiera recordaba cuándo se había puesto unos patines por última vez.
Sí lo recordaba. Fue en una Navidad de hacía muchos años, cuan do ella tenía nueve. Le habían regalado unos patines nuevos, y un Harry sorprendentemente paciente la había llevado fuera para probarlos. Debería haber tenido más juicio y no haber confiado en él. Por gentileza de Harry, que intentó enseñarle los pormenores del patinaje sobre hielo, acabó el día con una fractura de muñeca y ya nunca más volvió a ponerse los patines.
Aún recordaba la expresión impasible y socarrona de la cara de Harry cuando Sally le había dado una reprimenda y más tarde perdonado, como solía hacer. Pero de alguna manera, en su memoria, la cara de Harry era exactamente igual a la del impostor.
—¿Has patinado mucho últimamente, ________?
Su voz le llegó en forma de susurro desde el otro lado del estanque. Ella apenas se movió. Sabía que vendría, ya era tarde para reaccionar. Sabía que iba a seguirla.
Levantó la cabeza para mirarle a través de la extensión de hielo y nieve. Estaba de pie a la orilla del bosque, la luz de la luna recortaba su silueta, y no iba muy abrigado: iba sin guantes y con una fina chaqueta. No parecía tener frío.
________ se hundió aún más en su abrigo de piel.
—Hace veinte años que no patino —respondió.
—Deberías intentarlo de nuevo —dijo él—. Quizá podría darte otra clase.
Seguro que se lo habían contado. No tenía por qué sorprenderse.
—No creo que necesite que me des ninguna clase de nada.
—Yo creo que sí —replicó él amablemente—. Necesitas clases para aprender a no preocuparte de nadie más que de ti misma. Necesitas clases para aprender a decirle a la gente que no te gusta que te manden a paseo. Necesitas clases para aprender a defenderte y no ser…
—Vete a la ****.
Podía ver su boca tremendamente sensual sonreír irónicamente.
—A lo mejor no necesitas aprender todo eso. ¿Qué te parecería a no desvivirte tanto por los demás? Te harán daño, ________. Hasta un intruso puede percibirlo.
—¿Estás reconociendo que eres un intruso?
—Me he pasado dieciocho años fuera. Eso apenas me permite conocer con detalle el funcionamiento de esta familia; pero te diré una cosa: no has cambiado nada.
—¿Ah, no? —dijo ella sin moverse de donde estaba, en medio del hielo.
Harry se aproximó a ella. Sus zapatillas de deporte estaban cubiertas de nieve, y se resbaló un poco sobre el lábil hielo. Parecía estar divirtiéndose.
—Sigues siendo aquella niña pequeña que apoyaba la nariz contra los cristales de los escaparates de las tiendas —afirmó él; su voz era fría e insensible como el sólido hielo que había bajo sus pies—. Sigues queriendo lo que no puedes tener.
Se estaba acercando a ella demasiado, pero se mantuvo impertérrita, negándose a apartarse.
—¿Y qué es lo que no puedo tener?
—Una familia de verdad.
________ inspiró profundamente.
—¿La habilidad de herir a la gente es inherente a los impostores? —preguntó——. ¿O se trata sólo de un don adicional? Me temo que te han informado mal; yo tengo una familia: Sally.
—No quiero herirte, ________ —dijo él—. Nunca he querido hacerlo. ¿Temes afrontar a la verdad? Antes no te daba miedo.
—Yo diría que tu concepto de verdad es realmente superficial.
—Eso duele —protestó él.
—Daría lo que fuera —dijo ella meditabunda— para que se partiera el hielo que tienes debajo.
Su sonrisa era rabiosamente alegre.
—Me temo que ésa no es una buena manera de matar a una persona. Alguien podría oírme pidiendo ayuda. Y lo más probable es que tú también te hundieras.
—Tal vez valga la pena —replicó ella.
—¿Quieres que me muera? —Parecía haber más que un interés casual detrás de esta pregunta.
—Quiero que te vayas adonde ya no puedas hacer más daño.
—¿Y estás dispuesta a matarme con tal de conseguirlo?
________ suspiró.
—No seas vanidoso. Necesito un móvil mejor para cometer un asesinato.
________ pasó por su lado, sentía una repentina claustrofobia. Él se movió bloqueándole el camino, cosa que de algún modo ella ya esperaba que hiciera.
—Quizá podría convencerte de que soy quien afirmo ser.
—Y quizá las ranas críen pelo, pero no espero que suceda ninguna de las dos cosas en un futuro próximo. ¿Puedo irme ya?
—¿Quién te lo impide? —Estaba tan cerca de ella que resultaba incómodo, pero tenía los brazos cruzados sobre el pecho y no hizo ademán de tocarla.
La noche era glacial, y ________ apenas podía parar de temblar dentro de su abrigo de piel. Allí estaba él, ligero de ropa y aparentemente a sus anchas.
—¿No tienes frío? —preguntó ________ de pronto.
—No te preocupes por mí—respondió Harry—. Hace más de dieciocho años que sé cuidar de mí mismo.
En ese aspecto, al menos, le creía.