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Corro sin parar de reír mientras el agua del océano me salpica las piernas. Miro hacia atrás. Mis padres caminan a paso más lento cogidos de la mano, encantados de poder disfrutar de estas excepcionales vacaciones lejos de la manada. Jisung me pisa los talones a toda prisa, pero yo soy más rápido . Las rocas salpican la playa y se alzan sobre mí. Son bonitas y curiosas. Jisung me alcanza y los dos nos echamos a reír, nos recostamos el uno contra el otro y señalamos varias formaciones comentando a qué nos recuerdan.
-Esa parece un payaso.
-Ahí hay un conejo gigante…, ¡y esa es como la nariz de papá!
-Esa me recuerda a la torre Eiffel.
-Y esa se parece a una palmera
-interviene mi padre, apuntando por encima de mi hombro a una formación rocosa que es realmente ancha por arriba y que en la parte inferior se afina hasta semejar un tronco.
-¡Eh! -exclama mi madre mientras busca su cámara fotográfica-. Poneos los dos debajo de ella. Obedecemos, y yo alzo la vista hacia la extensión de piedra que hay sobre mi cabeza. Envía un leve susurro a mi alma, muy similar a la tierra de mi hogar. La ruda formación de color marrón rojizo me fascina, y mamá tiene que llamarme a gritos para que mire a la cámara. Yo me giro y sonrío, apoyando la cabeza en mi hermano. Entonces llega papá, me rodea con un brazo y señala la sombrilla pétrea de lo alto.
-Una palmera, Jeongin -repite, sonriendo. Yo asiento, devolviéndole la sonrisa.
-Qué chula.
Entonces todo lo demás de desvanece. Mamá. Jisung. El sonido de las olas. Solo está papá, mirándome con ojos relucientes.
-Es una palmera, Jeongin…

Me despierto con un grito ahogado, resollando como si acabara de participar en una carrera. La penumbra que me rodea me confunde. No sé dónde estoy. El ambiente es tenebroso, teñido levemente de un tenue amarillo. Entonces lo recuerdo todo de golpe. Me incorporo e identifico a Miram acurrucada a mi lado sobre su saco de dormir. Debemos de habernos quedado dormidas hablando. Yo quería levantarle el ánimo, que se olvidara de todo. Cuando mi vista se acostumbra a la oscuridad de la cueva, siento una punzada de decepción. Sigo viendo claramente a mi padre; su imagen es vívida y fresca. Casi como si no hubiera soñado un episodio de mi pasado, sino como si lo hubiera revivido de nuevo. De pronto noto un dolor en la garganta. Casi puedo oler el viento marino. La voz de mi padre me susurra al oído: «Palmera». El corazón me da un brinco en el pecho y el pulso comienza a martillearme furiosamente en el cuello. No necesito ver el trozo de papel que me dejó mi madre para acordarme de las palabras garabateadas en él: «Recuerda la palmera». Cuando las leí, esas palabras no tenían ningún sentido para mí. Confiaba en que acabaría encontrándoselo, que al final lo resolvería. Y ahora ya he dado con él. Me levanto de un salto, impaciente por darle la noticia a Jisung. «Sé dónde está mamá. ¡Podemos encontrarla!», quiero decirle, pero luego me detengo soltando el aire con un bufido, pues recuerdo que no puedo ir a ningún sitio. Todavía no. Estoy aquí para que se haga justicia por lo de mi padre. Para ayudar a Miram. Y por Siwon…, por la manada. Tengo que solucionar muchas cosas antes de estar libre para ir en busca de mi madre. Yo tomé esa decisión. Esta es la realidad que he escogido… y a la que he arrastrado a Hyunjin. Jisung, sin embargo, ha escogido algo distinto. Sé que tiene todo el derecho…, pero si contamos con un destino confirmado, el paradero actual de mamá, quizá me acompañe. Echo a andar, impaciente por contárselo a Jisung. Pero mi hermano no está por ningún lado. Y Minho tampoco. Se me cae el alma a los pies. No es muy difícil adivinar que se han ido juntos a alguna parte.
-¿Jisung? -lo llamo, preguntándome cuánto tiempo habré dormido, cuánto tiempo hará que se ha ido. Me interno más en la cueva, donde la luz del farol es más débil; su resplandor apenas alcanza al suelo. De pronto la gruta se divide en dos: se abre en un espacio más grande a la izquierda y en otro más oscuro y estrecho a la derecha. Me asomo al túnel más pequeño y compruebo que en esa dirección el aire parece más fresco. Lanzo una ojeada al espacio más ancho, a sus extensas sombras. Algo se mueve en la penumbra. Como el movimiento de un pez en aguas oscuras. Entorno los ojos y doy un paso adelante…, y distingo una figura. Abro la boca, listo para gritar…, cuando una mano se cierra sobre mi hombro.
-¿Jeongin? Yo suelto un chillido y giro en redondo. Una oleada de fuego llega a mis labios antes de que pueda ver quién está ahí, pero consigo tragármela de nuevo a tiempo. Hyunjin está junto a mí, agitando las manos en el aire como si yo estuviera apuntándolo con un arma.
-Lo siento -le digo sin aliento.
-Vaya… No pretendía asustarte. Solo he venido para que alguno de vosotros me reemplace.
La luz del farol lo envuelve en un halo; el resplandor amarillo dora su cabello castaño.
Noto el aire frío de la segunda gruta, que me envuelve en su abrazo, refrescando mi repentino ardor. Me froto los brazos.
-Lo siento -repito-.
Es que tengo los nervios a flor de piel. No encuentro a Jisung ni a Minho y he pensado que podrían estar por aquí -le explico, señalando hacia atrás. Los ojos de Hyunjin se clavan más allá de mi hombro y en su rostro aparece una extraña expresión. Frunce el entrecejo y luego da un paso adelante para colocarse a mi altura.
-Pero ¿qué…? Su voz se apaga cuando yo doy media vuelta, temiendo que haya un cazador al acecho, listo para atacar, que nos hayan encontrado y hayan conseguido colarse en la cueva. Pero no se trata de un cazador. Al borde de la luz aparece una pareja.
-¿Jisung? -digo con voz estrangulada, y la pregunta se refleja en mi voz mientras me quedo mirando al chico que está con el. ¿Un chico? Es más o menos de nuestra edad, quizá algo mayor. Pero es tan enorme que casi toca el techo de la gruta con la cabeza. Lleva puestos unos vaqueros de siwon, aunque le aprietan por las caderas y le quedan un poco cortos: una buena prueba de lo grandote que es. Lo miro de arriba abajo. Todo él es humano, empezando por el pelo rubio ceniza que le roza los hombros y terminando por los pies descalzos. Sus ojos aún poseen ferocidad: las pupilas siguen siendo líneas verticales que delatan su naturaleza salvaje. Intento hablar, intento expresar mi perplejidad, pero solo puedo decir:
-¿Cómo?
Jisung sonríe. Es una sonrisa que no le había visto nunca: reservada e imprecisa, pero rebosante de felicidad.
-mnho ha estado practicando
-responde. Él asiente.
-Y Jisung me ha ayudado en el proceso. Aún me siento un poco raro -afirma, y es entonces cuando reparo en su acento. Suena a… ¿irlandés? ¿De dónde exactamente procederían él y su manada? Minho levanta una de las comisuras de la boca a modo de sonrisa-. Espero poder mantenerme bajo control.
-Puedes hacerlo -declara Jisung, repleta de entusiasmo y optimismo. No la había visto así desde Chaparral, lleno de esperanza porque su mundo está repentinamente en orden. ¿Y ese cambio es obra de Minho? No sé si darle un abrazo o un puñetazo. Todavía me corroe el temor de que Jisung termine de nuevo herido o decepcionado. Ya ha tenido suficiente de eso. Ha pasado años así. Pero la idea de que pueda hallar la felicidad con Minho… sería mejor que mejor. Están muy cerca el uno del otro, y entonces reparo en que van cogidos de la mano, con los dedos íntimamente entrelazados. Y entonces comprendo que lo que yo piense no importa en absoluto. Jisung ya se siente unido a Minho. Yo no puedo influir en lo que vayan a ser. Solo puedo esperar que suceda lo mejor. Minho le hace un gesto a Hyunjin y se ofrece:
-Supongo que es mi turno de montar guardia. Tú descansa un poco.
-Iré contigo -replica rápidamente Jisung, que al ver que arqueo una ceja añade-: Yo conozco la zona y él no. Los veo alejarse, todavía de la mano.
-Eh… -dice Hyunjin cuando nos quedamos solos, aunque lo que en realidad está diciendo, preguntando, es si estoy bien. Me paso una mano por la cara y contesto:
-Supongo que sospechaba que esto iba a suceder, pero, aun así…
-Tal vez se influyan positivamente el uno al otro.
-¿A qué te refieres?
-Jisung es nuevo en lo de ser draki… y, en cierto modo, Minho es nuevo en lo de ser humano -responde Hyunjin, encogiéndose de hombros-. Quizá puedan darse apoyo mutuo.
-No lo había considerado de esa manera -comento, ladeando la cabeza. -Podríamos decir que tienen cosas en común. Le sonrío.
-Eres un tipo listo, Hyunjin Rutledge.
-Eso ya me lo habían dicho. Sin embargo, la sonrisa se me borra al pensar de repente: «Demasiado listo para mí. Para esto. Demasiado listo para estar aquí, envuelto en este lío que solo es de mi mundo».
-¿Por qué demonios estás aquí conmigo? -suelto, antes de poder detener las palabras. Para ser sincero, lo último que quiero es quitarme a Hyunjin de encima.
-¿Acaso no es obvio?
Yo niego con la cabeza. Tengo que ser justo con él. En eso consiste el amor, ¿no? En hacer lo correcto, lo que es mejor incluso aunque duela. No puedo ser egoísta y retener a Hyunjin conmigo cuando es una insensatez peligrosa que él esté aquí. Ahora lo veo claro. Antes no lo veía, pero ahora mi miedo por él…, por el peligro que está corriendo, me consume. Tomo aire llenándome los pulmones y luego suelto las palabras con un profundo suspiro:
-Si fueras listo, te alejarías de mí y no volverías a mirar atrás. Hyunjin suelta un resoplido.
-¿Y regresar con mi padre? Eso echaría por tierra tu teoría de que soy listo.
-Está tu abuela.
-Él me había hablado de su abuela materna, que vive en Big Sur. El hecho de que ella nunca se haya llevado bien con su yerno es todo lo que necesito para que me caiga bien-. Ella te acogería.
-Y lo querría, lo apoyaría en lo que él deseara hacer; al contrario que su padre. Hyunjin asiente despacio.
-¿Estás intentando que te deje? ¿Es que quieres que me vaya? ¿Se trata de eso? Porque, si es así, puedes decirlo sin rodeos.
No juegues conmigo, Jeongin.
-No estoy jugando contigo. Jamás lo haría. Esto es… complicado.
-¿Acaso no lo ha sido desde el principio? Yo me estremezco. Hyunjin- tiene razón.
-Es que nada de esto es justo para ti. Yo no soy bueno para ti -insisto, y hago un ademán para añadir-: Tengo un montón de líos espantosos y, aun así, espero que tú los soportes conmigo. Hyunjin guarda silencio un instante. Deseo desesperadamente poder ver su rostro en la oscuridad.
-¿Estás dejando que hable tu conciencia, Jeongin? ¿Quieres asegurarte de que entiendo el peligro que corro aquí? Créeme: lo entiendo de sobra. No es algo que pueda olvidar. Al igual que tampoco olvidaré jamás cómo te arriesgaste tú por mí. ¿Te acuerdas de eso?
-Sus ojos relucen en la penumbra-. ¿Te acuerdas de cómo te lanzaste por aquel precipicio tras de mí? Te manifestaste delante de un enemigo, y nunca lo olvidaré. Fue un acto valiente, estúpido y desinteresado. De modo que si ahora yo quiero ser valiente, estúpido y desinteresado por ti, deja que lo sea, por favor. Nuestros pies se tocan. En algún punto de la oscura cueva gotea agua. Es un sonido distante y rítmico que intensifica el repentino silencio. No estoy seguro de quién se mueve primero, si Hyunjin o yo. Solo sé que, de pronto, estamos abrazados. Sus manos se hallan en mi pelo, en mi cintura, apretándome contra él, estrechándome tan fuerte que apenas puedo respirar. Algo que me viene muy bien, porque siento las piernas flojas, no más consistentes que gelatina, y estoy convencido de que si Hyunjin me soltara, yo acabaría en el suelo de la cueva formando un charco. Todavía aferrados el uno al otro, Hyunjin me interna un poco más en la gruta. Ahí hace un poco más de frío, el aire está más húmedo. Y luego ya no puedo pensar más. Solo sentir. Su piel contra mi piel. Sus dedos rozan el desbocado pulso de mi garganta y yo me arqueo contra el cálido muro de su torso, atrayéndolo todavía más. Su boca vuelve a la mía, con un beso más intenso y ávido. La sensible piel de mis labios se caldea con un cosquilleo. El familiar ardor brota en mi interior a pesar de la fría pared de la cueva. Hyunjin me besa más profundamente. Una de sus manos me rodea la cabeza para ladearla y acercar más mi cara. Su otra mano se desliza por mi cuello. Su pulgar roza de nuevo mi pulso martilleante, y yo me estremezco. Pongo una mano sobre su rostro, rozando la barba de un día que me pincha la yema de los dedos. Lo saboreo todo. La presión de Hyunjin contra mí, el contacto de nuestros labios, el modo en que sus manos se mueven sobre mí, acariciándome como si yo fuera algo especial… Pero de repente un brusco crujido quiebra el aire, como metal contra hueso. Los labios de Hyunjin desaparecen, arrancados de los míos, y todo él se esfuma, dejándome solo y tembloroso, con los brazos vacíos, afligidos, buscándolo en la oscuridad con las manos estiradas. Lo oigo caer con un golpe sordo. Desconcertado, me agacho para palpar el suelo, buscándolo en la espesa oscuridad.
-¡Hyunjin! -Entonces rozo algo. Toco su espalda, el fresco algodón de su camiseta bajo mis dedos-. ¡Hyunjin!-Lo sacudo delicadamente, deslizando la otra mano por su cuerpo en busca de una lesión-.
-¿Estás herido? ¿Qué te ha pasado? Nada. No se mueve. No emite ni un sonido. Me quedo helado, repentinamente consciente de que no estoy solo. Mi piel se calienta a modo de advertencia. Otra respiración suena en el aire. Está tan cerca que casi imagino que me levanta el pelo que me cae sobre la mejilla. Mi piel se contrae y se estremece cuando una voz surge de la oscuridad. Giro en redondo en su dirección. La luz que hay al final del túnel siluetea su cuerpo.
-Hola, Jeongin.

🔅Alma de Luz🔅 [Hyunin#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora