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El aire se queda atrapado en mis pulmones, ardiendo, mientras doy vueltas delante de la furgoneta, asomándome al interior, examinando las profundidades en penumbra. Es muy semejante a otra furgoneta que conocí no hace mucho tiempo, y aunque esta está vacía, pronto ocuparé su espacio. Yo solo. Me duelen los ojos de mirar tan fijamente la que, dentro de poco, será mi prisión, y parpadeo deprisa. Me recuerdo a mí mismo que esto es decisión mía.
-No tienes por qué hacerlo -me dice Hyunjin, y me coge la mano y acaricia la parte interna de la muñeca, logrando que mi pulso vuelva a la vida. De repente, recuerdo cómo respirar. Con él todo es siempre más fácil, más soportable. Incluso esto. Asiento con la cabeza, aunque el miedo se retuerce en mi interior como una serpiente. Necesito hacer acopio de todo lo que tengo para liberar la mano y agarrar el borde de la puerta.
-Sí que tengo que hacerlo -replico.
-Podemos buscar otra manera…
-No. Esto funcionará. Es idea mía, y por supuesto que creo en ella. Los he convencido a todos, rebatiendo sus protestas hasta que han estado de acuerdo los tres, Hyunjin, Siwon y Jisung. Ya hemos llegado hasta este punto. Hemos dejado a mi hermano a varios kilómetros de aquí, esperando, escondido hasta que Hyunjin y Siwon vuelvan a por el. La expresión de Hyunjin se tensa y parece mayor, cansado, pero aún dolorosamente hermoso. Pestañeo y deslizo los dedos por su cara, por sus mandíbulas cuadradas con barba de unos días.
-Todo va a ir bien -lo tranquilizo-. Solo tenéis que ceñiros al plan.
-No hagas ninguna estupidez ahí dentro…, no intentes ser un hero… Le aprieto los labios con los dedos para que guarde silencio, y disfruto de su textura firme y fresca. Sus ojos se dulcifican, con sus tonos dorados, marrones y verdes, como un bosque en otoño. Algo se despliega en mi pecho, como siempre que Hyunjin me mira de ese modo. Tras respirar hondo, me giro hacia Siwon, algo cohibido por que pueda estar observándonos, pero él contempla la línea de árboles y da patadas al suelo. Aun así, yo puedo sentirlo a través de la conexión mutua que compartimos. Trata de ofrecernos espacio a Hyunjin y a mí, aunque percibo cómo se concentra en evitar mirarnos…, sus esfuerzos por ocultar el malestar que serpentea en su interior. Espero que mire. Puede que incluso desee que lo haga. Toda esta historia del vínculo que compartimos todavía me resulta nueva. Cuando Siwon mira por fin, asiento con la cabeza y él me devuelve el gesto. Formo un pequeño círculo con un dedo y, en voz lo bastante alta para que quede claro que estoy dirigiéndome a los dos, digo:
-Ahora, de espaldas. Una levísima sonrisa curva la boca de Hyunjin, pero obedece. Siwon también. Con los dos girados, me desvisto, centrándome en mis movimientos, todos muy pausados, al desatarme las zapatillas, quitarme los vaqueros… Doblo la ropa en un pulcro montón, con un cuidado extraordinario, como si ese acto fuera de la máxima importancia. Supongo que estoy prolongando el momento. Me quedo mirando la espalda de Hyunjin, el suave algodón gris de su camiseta, tensado sobre sus anchos omóplatos. El aire se desliza por mi cuerpo y el sol me besa la piel. Ahora es cuando se supone que debo subir a la furgoneta y cerrar las puertas. Ahora es cuando nos encaminamos a la guarida del lobo. Donde ellos me dejarán. Me abandonarán… a petición mía. Si las cosas salen mal…, pero no, rechazo la idea diciéndome: «No vayas por ahí». Sin embargo, la garganta se me contrae igualmente. De repente, agarro a Hyunjin por el hombro para obligarlo a girarse y pego mis labios a los suyos, en un beso que sabe mucho a despedida. Se lo doy todo. Pongo nuestros recuerdos en ese beso. Todo lo que hemos vivido. Nuestros días en Chaparral. Su familia
-los cazadores intentando aniquilarme. La pérdida de Miram. Corbin intentando matarlo… Sus manos rodean mi espalda y yo lo beso hasta que un ardor familiar brota en mi interior y empieza a ascenderme por la tráquea. Con el rostro rojo de calor, me separo. La mirada de Hyunjin desciende y no se le escapa nada antes de volver a subir. Se le hincha el pecho con una profunda inhalación. Las mejillas me arden todavía más, pero no me muevo. Emociones abrasadoras destellan en sus ojos avellana, y sé que tengo que irme. Tengo que irme o no me iré nunca. Salto a la furgoneta y empiezo a tirar de las puertas, pero entonces la voz de Hyunjin me detiene.
-Espera -dice, y yo lo miro-. Tienes que manifestarte -explica él, mostrándome las cuerdas.
-Oh. ¿Cómo he podido olvidarlo? Tenemos que hacerlo bien para que piquen el anzuelo. Me bajo de la furgoneta y, plantado en el suelo, fuerzo el cambio. Tengo las emociones a flor de piel, pues un fuerte calor y un cosquilleo me recorren todo el cuerpo debido a Hyunjin, así que no me cuesta mucho. Me manifiesto rápidamente; mi piel se tensa de golpe y mis alas se liberan con un tenue crujido en el aire. Hyunjin me contempla un momento con evidente admiración. Su mirada me envuelve, y yo me derrito por dentro al ver que todavía puede mirarme apreciativamente bajo mi forma draki, al igual que la primera vez que me vio. Como si yo fuese una preciosidad y no una de las criaturas a las que su familia persigue. Es un estupendo estímulo para mi confianza, ahora que estoy a punto de enfrentarme a los difusos hombres del saco de mi niñez -os enkros-, los tipos que mandan a los cazadores a por los de mi especie. Por fin veré sus caras. Me estremezco con un respingo estrangulado. Hyunjin me ata las muñecas, deprisa pero delicadamente, y después las alas. Evita mi mirada mientras trabaja, como si no soportara hacerme esto. Mientras, siento el cambio de Siwon, que irradia dudas. Por fin, Hyunjin me mira a la cara y me ayuda a volver a la furgoneta, y yo le ofrezco una sonrisa. Se me antoja débil y forzada, así que la borro y me limito a comunicarme con los ojos: «Esto es lo correcto». Luego me giro, dándole la espalda, para que no pueda verme más la cara. Para que yo no pueda ver la suya y me eche atrás. Noto cómo Hyunjin espera, cómo duda, al igual que noto las oleadas de punzante inquietud que brotan de Siwon, pero no me vuelvo a mirar. A ninguno de los dos. No puedo. Si lo hago, temo derrumbarme, desmoronarme, temo convertirme en el niño que temblaba bajo las mantas mientras Felix susurraba en la oscuridad historias sobre las terroríficas cosas que los enkros les hacían a los drakis que capturaban. Aunque no tenemos forma de saberlo con seguridad, ya que ninguno de esos drakis ha regresado jamás a casa. Finalmente, Hyunjin cierra las puertas del vehículo, encerrándome en su interior, y me doy la vuelta. Durante un momento, pego mis temblorosas manos al frío metal y las dejo ahí, como si de alguna manera pudiera llegar a Hyunjin, sentirlo al otro lado. A él, no a Siwon. Un instante después se cierran las portezuelas delanteras: Siwon y Hyunjin ya han montado también. Y luego nos ponemos en marcha. La furgoneta traquetea. Busco un lugar donde acomodarme en el mugriento suelo y me abrazo con fuerza y un nudo en el estómago. Respirando hondo, espero que la furgoneta se detenga y que empiece lo que tiene que empezar: la batalla que llevo toda la vida aguardando. El traqueteante recorrido me quita algo de valor. Es todo tan familiar que me cuestiono mi cordura al ofrecerme a pasar de nuevo por esto. La parte trasera del vehículo me resulta claustrofóbica; hay poco aire y escaso espacio para moverse. Y yo estoy petrificado, como en mis peores pesadillas. Mi mente se centra en eso, se aferra al recuerdo de la última vez que estuve encerrado en una camioneta como esta. La última vez… Al fin y al cabo, esa es la razón de que esté aquí. Tomo pequeñas bocanadas de aire, luchando por tranquilizarme y prometiéndome a mí mismo que esta vez lo tengo todo bajo control. Sacudo la cabeza para retirarme de la cara mechones de pelo enredado e intento mantener el equilibrio cuando tomamos una curva cerrada. Para calmar mis nervios, hago una lista mental de las diferencias con la otra vez. Confío en los conductores. Tienen todo mi apoyo. Sé adónde vamos…, he visto nuestro destino. Y en esta ocasión no sufro dolor alguno. Al menos físicamente. Pero estoy solo. Miram no está aquí. Es por Miram por quien estamos haciendo esto…, es a ella a quien vamos a salvar. Para ser sincero, ella solo es parcialmente la razón de que yo esté aquí. Esto se ha convertido en algo más grande, algo más para mí. Una búsqueda de la verdad. Hyunjin lo sabe. No creo que Jisung sea consciente, ni siquiera Siwon, pero Hyunjin sabe que se trata de encontrar respuestas. De encontrar a mi padre. La furgoneta reduce la velocidad y acaba deteniéndose. Yo contengo la respiración y el aire brota de mis labios y mi nariz como si fuera humo. No es algo deliberado. No puedo evitarlo. Yo soy esto: una criatura que exhala fuego. En estos momentos me dominan las emociones, con lo que me resulta especialmente difícil ser ninguna otra cosa. Miedo. Rabia. Dudas. ¿Estaba engañando a Hyunjin al decirle que esto funcionaría? ¿Estaba haciéndome falsas ilusiones? Todo eso se eleva en mi interior en un torrente de carbón y brasas, listos para estallar en llamas y fuego. Oigo voces fuera de mi caja de lata. Dentro de unos instantes estaré sola entre los enkros, tal como habíamos planeado. Espero, con los músculos tensos y vibrantes bajo mi piel draki. Mis alas empujan las ligaduras. Hyunjin ha hecho un buen trabajo. No podría liberarme ni aunque quisiera, pero no quiero. Ese no es el plan. Para mí, el plan es que represente el papel de un cautivo creíble. Durante un momento pienso en mi hermano, solo en la habitación del motel, esperando a que vuelvan los chicos. Sonreía cuando nos hemos separado, pero la sonrisa no le llegaba a la mirada. No la sentía. Sus ojos del color de la escarcha brillaban húmedos, y yo sé que se habrá derrumbado entre lágrimas en cuanto nos hemos marchado. Jisung estaba en contra de este plan desde el mismo instante en que yo lo propuse. Incluso después de convencer a Hyunjin y Siwon, el seguía poniendo objeciones. Mientras las cuerdas se me clavan en la piel, cortándome la circulación, aparto los pensamientos de Jisung y mis crecientes preocupaciones. Con determinación renovada, fijo la vista en las puertas traseras de la furgoneta y espero. Hay voces en el aire y creo reconocer el sonido apagado de la de Hyunjin. O quizá solo sea que deseo oírlo con toda mi alma… Siwon está ahí. No necesito oírlo para saberlo. Puedo percibirlo. Mientras espero en la penumbra, la furia de Siwon me golpea como un puño, rápida y feroz. Ahora debe de estar cara a cara con ellos. Se me escapa un siseo entre los dientes cuando su ira me sume en un frío tan intenso que me hiela hasta el tuétano de los huesos. Para combatirlo, busco en mi interior lo que sé…, lo que soy. El calor se acumula dentro de mí y asciende abrasadoramente por mi tráquea para guerrear con la furia helada de Siwon. Se oye un tintineo, y luego el roce de metal contra metal. Miro fijamente hacia delante, observando cómo se abren las puertas. Entonces la luz inunda mi jaula metálica y yo levanto las manos atadas para protegerme los ojos. Miro a través de los dedos y descubro a Hyunjin, que parece relajado y cómodo, sin revelar nada. Al menos exteriormente. Un músculo de su mandíbula se mueve bruscamente, y en él veo su tensión incluso cuando me señala diciendo:
-Aquí tenéis al ejemplar doncel, chicos… Siwon está unos pasos detrás de él, junto a varios… individuos con bata blanca que me observan con ojos valorativos. Son enkros. Su visión me impacta. No podría haberme preparado para esto. Siwon, entre ellos. No se me escapa la ironía de la situación. Una ridícula necesidad de reír borbotea en mi garganta. Me obligo a concentrarme. La furgoneta ha entrado reculando por una especie de puerta de garaje. Un largo corredor blanco mate se extiende ante mí y una única puerta de acero aguarda al final. No hay posibilidad de escapar al mundo exterior ni hacia el cielo. Aunque no estoy aquí para escapar. Al menos, no todavía. Uno de los batas blancas se adelanta. Sujeta una larga vara con un lazo en la punta. Antes de que me dé cuenta de qué está haciendo, le echa el lazo a mis manos atadas y lo aprieta de golpe, sacándome de la furgoneta con un rudo tirón. Solo vislumbro los resueltos ojos del hombre, de un azul tan pálido que parecen incoloros, antes de caer al frío suelo. Aterrizo sobre el hombro con un grito de dolor…, sin que deje de asombrarme lo comunes y corrientes que parecen estos tipos con sus batas blancas. Como si fueran doctores o investigadores, y no la amenaza secreta que ha ensombrecido mi vida durante tanto tiempo. Me alcanza una nueva oleada de furia de Siwon y me estremezco, intentando quitármela de encima. Resulta debilitante… y hace que me entren ganas de pelear, de dar rienda suelta a lo que soy ante estos enkros. A Hyunjin se le escapa un sonido, algo entre un gruñido y un bufido. Al levantar la vista, mis ojos se encuentran con los suyos. Está flexionando las manos a los costados, conteniéndose a duras penas. Yo muevo levemente la cabeza, esperando transmitirle la idea de que tiene que controlarse. Él y Siwon deberían irse. Sé que esto los estará matando a ambos, y no puedo arriesgarme a que uno de ellos muestre el menor signo de que les afecta el trato que me están dando.
-¡Arriba! ¡Venga! -
exclama el sujeto del lazo, pegando un nuevo tirón, y la cuerda se me clava tan profundamente en las muñecas que estoy seguro de que, si no me muevo, podría perder las manos. Lo fulmino con la mirada, y me impresiona la falta de pasión de sus ojos azules. En ellos no hay nada, ni siquiera lo que me esperaba. Nada de veneno, nada de maldad. «Porque esto no le afecta -pienso-. Porque cree que está haciendo lo correcto». La ira de Siwon sigue abriéndose paso hasta mí.
-¡Míralo! -dice entonces otro de los batas blancas, y casi me siento tentado de mirarme a mí mismo para saber de qué está hablando. Entonces, tras una serie de movimientos rápidos y llenos de pánico, me tapan la boca con cinta adhesiva para que no tenga tiempo de reaccionar. Supongo que saben lo que soy y lo que puedo hacer. El bata blanca da un paso atrás y añade:
-Eso servirá de momento, hasta que sea procesado. Ya no le prenderá fuego a nadie más. Gruño un poco, aunque me ahogo, y miro a un lado y a otro desesperadamente, buscando a Hyunjin: necesito verlo otra vez, solo una vez más antes de que me lleven y me «procesen». Otro brusco estirón, y me levanto a trompicones. Tiran de mí a toda prisa por el pasillo, dejando atrás a los demás. Las bombillas que lo surcan, enjauladas, emiten una despiadada luz amarilla. Estoy en marcha. Ya no diviso ni a Hyunjin ni a Siwon, pero el miedo y la frustración de este último siguen alcanzándome, y la abrasadora gelidez de esas emociones me embarga.

🔅Alma de Luz🔅 [Hyunin#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora