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Me quedo tendido en el suelo, temblando, con el estómago palpitando de dolor donde ese cerdo me ha pellizcado. El efecto de la descarga eléctrica empieza a abandonar mis extremidades, y me abrazo las rodillas contra el pecho, mirando vagamente a los enkros que van y vienen fuera de mi celda. ¿Es esto lo que le ocurrió a mi padre? ¿Estuvo él aquí? No he tenido tiempo de ver demasiado antes de que me metieran aquí. ¿Si gritara «¡Zico!», él me respondería? Las espectrales figuras ataviadas de blanco se mueven de un lado a otro, ocupadas en sus tareas. Pasan minutos antes de que me sienta preparado para moverme de nuevo. Estirándome, me apoyo en las palmas de las manos, con los músculos temblando por el esfuerzo. Capto una voz: un draki susurra quedamente desde algún lugar a mi derecha. Aguzo el oído por encima del leve tecleo de los ordenadores y el zumbido de voces humanas en la mesa de observación. Allí están sentados dos enkros que de vez en cuando levantan la vista. En ocasiones me miran a mí; en ocasiones, a las otras celdas. Seguro que siempre hay alguien sentado ahí, observando, estudiándonos, a la busca de cualquier cosa que se les escape a las cámaras de los rincones. Odio esto; odio no poder hacer ni un movimiento sin que pase inadvertido. Empiezo a encajar las palabras que me llegan a través de las paredes.
-Quieroiracasaquieroiracasaquieroiracasaporfavor…
Es una draki, y no puedo evitar preguntarme si no estará un poco loca. Quién sabe cuánto tiempo llevará aquí, cuánto tiempo llevarán prisioneros los demás. Me estremezco, y enseguida me recuerdo a mí mismo que solo tengo que sobrevivir un día más. Veinticuatro horas, y Hyunjin y Siwon vendrán a por mí. El recordatorio funciona, pues me devuelve a mi propósito. Me pongo en pie, haciendo caso omiso de los ojos que me observan, de las cámaras que registran todos mis movimientos. Agarro el borde de la cinta adhesiva que me tapa la boca y me la arranco con un tirón abrasador. Hago una mueca, y tomo aire a través de los doloridos labios.
-¡Miram! -exclamo. La voz me sale ronca al principio, y luego más firme, mientras golpeo el cristal con las palmas de las manos. Los enkros me miran pero yo no me inmuto, pues sé que no pueden entenderme-. ¡Miram, soy yo, Jeongin! No te preocupes, Miram. He venido a rescatarte.
Sin embargo, no hay respuesta, nada. Solo se oye el interminable mantra que la chica de al lado murmura entre dientes. Me paro para gritarle que se calle antes de seguir llamando a Miram.
-Miram, ¿puedes oírme? Por favor, dime algo. Me ha enviado Siwon. Él también está aquí, fuera, justo al otro lado. ¡Hemos venido a por ti! Nada. Yo pensaba que la mención de su hermano la motivaría. Por eso he entrado en este sitio. Aparte de para que Siwon me localice a través de nuestra conexión, estoy aquí para avisar a Miram…, para prepararla para la huida. Con esos urgentes pensamientos en la cabeza, insisto. Tengo que intentarlo.
-¡Miram! -chillo-. No tienes que contestarme, pero debes estar lista. Vamos a sacarte de aquí. Vamos a escapar en menos de veinticuatro horas. Estate preparada. En la celda de mi izquierda brota una risa. Risa draki. Los batas blancas presentes parecen fascinados por los guturales estallidos y se sumen en una frenética actividad, documentándolos. Probablemente no han oído muchas risas entre estas paredes… El sonido es chirriante, y pego las palmas a la pared que comparto con el risueño draki y le pregunto con un resoplido:
-¿Qué te parece tan gracioso?
-Las carcajadas continúan y me tapo los oídos-. ¡Ya basta! -exclamo, y de pronto la risa cesa. Levanto las manos. Durante un momento, creo que no voy a obtener una respuesta. Luego, de repente, el tono gutural de un draki macho araña el aire:
-Lo que me parece tremendamente gracioso es que creas que vas a salir vivo de aquí. Ante esas palabras, mi valor flaquea, aunque consigo recuperarlo y pregunto a través de la pared:
-¿Y qué? ¿Acaso tú no tienes esperanzas? ¿Te has dado por vencido? ¿Has aceptado tu suerte?
-No, no me he dado por vencido
responde con aire indignado. Es mucho mejor que la draki del otro lado, que parece medio loca con sus incesantes susurros-. Solo intento seguir cuerdo y vivo en este lugar. La amiga a la que llamas…, ¿Miram?, se rindió hace tiempo.
-¿Y tú te conformas con pasar el resto de tus días en este antro?
-Es una forma de vivir.
-Difícilmente. Vamos a escaparnos de aquí -aseguro-. Ya verás. Las ásperas carcajadas vuelven.
-Bien, si eso sucede, me tendréis pegado a vuestros talones. Me dejo caer al frío suelo para descansar las piernas, que noto tan inconsistentes como la gelatina, y observo todo lo que puedo ver de la sala que hay al otro lado del panel de plexiglás: la larga mesa, varias cámaras situadas en todos los rincones… Los pocos enkros que hay hablan en voz baja. Parecen estar decidiendo alguna cosa. Uno mira su reloj y señala la hilera de celdas. Otro me observa directamente y niega con la cabeza; es obvio que no está de acuerdo en algo. Yo me inclino a un lado hasta que mi hombro toca el plexiglás. Intento descifrar sus voces apagadas, convencida de que, sea lo que sea lo que estén discutiendo, tiene que ver conmigo. Necesito estar preparado. Llegan más enkros, y los que están tras la mesa de observación prácticamente hacen una reverencia servil al verlos. Estoy asimilándolo todo cuando habla otra draki; su voz me llega desde un par de celdas más allá:
-Si ellos no te dan, te dará el gris. «Parece una niña», pienso, ladeando la cabeza.
-¿Qué quieres decir?
-le pregunto.
-Si los enkros no acaban contigo, entonces lo hará él -contesta, pronunciando «él» como si yo debiera comprender lo que significa-. El gris.
-¿Quién es «el gris»?
-Es malvado. Lleva aquí más tiempo que ninguno de nosotros -me explica, sorbiéndose la nariz-. Probablemente por eso es tan desagradable. Mantente lejos de él.
-¿Qué es? Nunca había oído hablar de un draki gris. Debe de poseer un talento que desconozco. En vez de miedo, siento un escalofrío de emoción: conocer a otro draki, descubrir a un draki que ni siquiera sabía que existiese… No es algo que hubiera pensado al venir aquí, la verdad. Me consumían otras ideas…
-Será mejor que no lo averigües. Aléjate de su camino. Escóndete. Estoy a punto de preguntar cuándo se supone que podría encontrarme con ese draki -al fin y al cabo nos tienen encerrados en estas celdas-, cuando empieza a sonar una sirena y una luz roja e intermitente inunda la sala.
-¿Qué ocurre? -pregunto, mirando a mi alrededor con nerviosismo. Incluso desde mi celda oigo cómo los drakis se ponen en pie. Distraídamente, pienso si Miram también se habrá levantado o seguirá siendo un bulto en el suelo de su celda.
-¡Preparaos! -ordena el draki que ha hablado antes conmigo. ¿Que nos preparemos? ¿Para qué? Aun así, los músculos se tensan bajo mi piel. De pronto, la pared del fondo de mi celda se abre. En realidad no es una pared. Se hunde en el suelo como la ventanilla de un coche, dejando a la vista un frondoso mundo lleno de vegetación. Suenan varias ráfagas de aire cuando los otros drakis echan a volar y desaparecen en la espesa vegetación. Desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, como fantasmas en el aire, perdidos en un follaje rebosante de vida, demasiado deprisa para que los identifique o distinga si Miram se encuentra entre ellos. Doy un paso adelante cuidadosamente, no muy seguro de qué puedo esperar. En cuanto traspaso el umbral de mi celda, esta se cierra a mis espaldas. Ya no hay vuelta atrás. Suelto el aire despacio, flexionando mis pies descalzos sobre el suelo. Estoy solo. No hay ningún otro draki a la vista, ni siquiera la Miram ovillada inserviblemente. Pero yo sé que están ahí, en esta extensa simulación de un bosque. ¿Qué están haciendo los enkros? ¿Qué esperan conseguir? Miro a mi alrededor, inspeccionando la espesura de árboles, y entonces las descubro. Cámaras. Por todas partes. En lo alto de un árbol, entre las hojas, en el nudo de un tronco… Dudo que haya un palmo de este bosque falso que no puedan ver. Eso hace que me pregunte qué están esperando grabar. ¿Cómo interactuamos? Porque, por lo que observo, no hay nadie interactuando. Todos están… escondidos. Al caer en eso, todo en mi interior se queda agarrotado y recuerdo la advertencia sobre el draki gris.
«Mantente lejos de él»…
«Aléjate de su camino»… «Escóndete»…
Justo lo que están haciendo los demás drakis ahora. Todos excepto yo. De pronto sé que no debería estar plantado en un espacio abierto. Demasiado tarde, un gruñido retumba en el frío aire y al cabo de un segundo me invade una certeza.
No estoy solo.
Es gris, exactamente como lo ha descrito la joven draki. De un gris pizarra como acero líquido, y posiblemente el draki más grande que he visto jamás. Es mucho más alto que los ónix de mi manada. Resulta evidente que es fuerte, y quizá también rápido. Sus alas son correosas, de un color ceniciento, y arponean el aire por encima de sus enormes hombros. No creo que sea viejo, pero, sin embargo, hay algo en sus ojos… Esa mirada de peltre contiene una amenaza tan salvaje y malvada que parece ancestral. De pronto, desearía haber hecho más preguntas, haber pedido más respuestas a la joven draki cuando estaba dándome consejos.
-Hola -digo, manteniéndome inmóvil, sin saber qué hacer. Mis dedos tamborilean sobre mis muslos con agitación. Nunca había estado cara a cara con un draki que no perteneciera a mi manada. Históricamente, las manadas son tribus rebeldes y enfrentadas. Eso es lo que nos llevó a la última Gran Guerra. Los antiguos textos recogen las crónicas de varios cientos de manadas, demasiadas para saberlo con certeza. Nos han hablado de ellas en la escuela. Yo incluso he leído parte de la historia en los tomos que custodia Taya, nuestra bibliotecaria, fascinada por la época anterior a las guerras, cuando las manadas estaban unidas como una gran nación. Mientras lo miro sin parpadear, me digo que no debería impresionarme conocer a un draki nuevo. Siempre he sabido que estaban ahí fuera. Pero este supone un reto. Todas las fibras de mi cuerpo laten con el instinto de luchar, de defenderme. Es la misma reacción que he experimentado cuando me perseguían los cazadores, pero nunca habría pensado que me sentiría así cerca de otro draki. De algún modo, se me antoja un sacrilegio. Al fin y al cabo, somos iguales. Oh, bueno, están los elementos perturbadores como Miram, e incluso los que hacen que me sienta intimidada como Severin y Corbin. Pero al verme delante de este draki… Este es diferente. Ahora, en este mismo momento, tengo la impresión de que mi próximo movimiento podría significar la vida o la muerte para mí. Él no responde a mi saludo. Por la garganta me suben ceniza y carbón, y los músculos se me tensan todavía más, listos para entrar en acción. Frente a él, recuerdo una película carcelaria que vi hace mucho tiempo y que guardo en lo más profundo de mi memoria. Es una extraña sensación de déjà-vu . Como si me hubiera metido en esa película. Yo soy el nuevo recluso, plantado en el patio, cuadrándome ante el matón oficial. Intento recordar qué hacía el recién llegado para sobrevivir, porque, por supuesto, él es el héroe que consigue llegar al final. Justo lo que yo pretendo. Por lo menos, a las próximas veinticuatro horas, hasta que mis amigos nos saquen de aquí.
-No quiero problemas -digo. El draki emite un extraño sonido, un golpeteo gutural que jamás había oído en ningún otro congénere, y me pregunto si será una especie de grito de guerra. Mientras lo observo, su piel escamosa parece ondularse y temblar. -¿Q-Qué estás haciendo? -le pregunto, sabiendo que podría ser cualquier cosa. Ignoro qué poder posee. Sea cual sea, basta para que todos los demás drakis se escondan. Doy un paso atrás en el húmedo suelo, con los ojos clavados en él, temeroso de desviar la vista. De repente, sus escamas se levantan. Todos los centímetros de su piel quedan cubiertos de afilados discos, perpendiculares a su enorme cuerpo. Relucen como cuchillas, y sé que un simple roce contra él me rebanará de arriba abajo. Siento un gran peso en el estómago. Con un destello de claridad, comprendo por qué los otros han huido en cuanto se han abierto las puertas. Maldiciendo entre dientes, giro sobre mis talones y despego del suelo con un movimiento fluido; he llegado a la conclusión de que los otros han tenido una buena idea. Debo alejarme de este draki. Deprisa. Al instante, me pierdo en el rugido del viento aleteando entre la maraña de árboles, aunque lo oigo detrás de mí, avanzando ruidosamente. Yo soy rápido, pero él también lo es.
-Vete, vete, vete, vete -resuello en un mantra interminable. La idea de que me atrape, de que incruste su cuerpo de cuchillas contra el mío, me llena de un pavor tan intenso que el fuego brota en mis pulmones y me sube a la boca. Y sé que no tengo elección. Debo defenderme. Me detengo en medio del aire y me giro. Mis alas son como velas que baten tras de mí…, pero no son nada parecido al sonido desgarrador que atraviesa el aire, creando veloces ráfagas de viento que arrancan las hojas de los árboles. Cuando él viene hacia mí, incremento y reúno todo el calor de mi interior, consciente de que no bastará con un chorrito de vapor de advertencia. Para él, necesito fuego, llamas asesinas. Cuando se aproxima -su rostro está tan cerca que puedo ver las duras y despiadadas líneas de sus facciones, el protuberante puente de la nariz y las narinas dilatadas-, libero el tremendo y ardiente calor de mis entrañas, que surge en una vorágine de llamas furiosas y crepitantes. Él desciende a un lado y pasa por debajo de mí, esquivando por los pelos el grueso del fuego. Yo doy media vuelta, mirando hacia abajo, y lo veo volver derecho hacia mí. El fulgor de sus ojos me dice que no se siente intimidado por mi talento. Si acaso, le satisface. Creo que eso es lo que más me espeluzna. ¿No le aterra el fuego? ¿Quiere que lo queme? ¿Desea morir? Consciente de que ignoro cómo va a reaccionar este draki, desciendo para volar cerca del suelo, mirando hacia atrás. Y, sí, él está a mi espalda de nuevo, persiguiéndome implacablemente. En esta ocasión no me paro y lanzo fuego por encima del hombro. Él zigzaguea a mi estela, decidido a atraparme. Es como si en su interior no hubiera nada más que lo salvaje, el dragón de la antigüedad, sin una pizca de humanidad. Quiere aniquilarme. Aprieto los dientes con fuerza y vuelo más deprisa. Mis pensamientos van a toda velocidad. Sé lo que tengo que hacer. Desciendo hasta aterrizar y luego me tumbo de espaldas a esperar, acumulando fuego en mi interior, con la blanda y suave hierba debajo de mí, mientras miro al draki que se acerca. Me brota humo de la nariz y su mirada sigue el humo antes de clavarse en mis ojos. Hay satisfacción en ese peltre reluciente…, y me asalta la repentina sospecha de que su satisfacción no se debe a que esté convencido de que va a matarme. «No. Quiere que yo gane», pienso. Quiere que lo venza para poder librarse de este sitio. Justo cuando está a punto de alcanzarme, nos vemos rodeados. Los enkros invaden el bosque simulado. Son una docena, ataviados de los pies a la cabeza con trajes blancos que los asemejan a astronautas. A mí me agarran por los brazos y me sacan a rastras. Yo me retuerzo…, es instintivo hacerlo, incluso aunque me estén rescatando de una especie de draki obsesivo. O rescatándolo a él de mí. No estoy segura de cuál es el caso.
-¿Qué estáis haciendo? -les grito-. ¿No es esto lo que queríais? ¿No queréis que nos matemos entre nosotros? ¡Vamos! ¡Vamos! Maldigo entre sus brazos, lanzando un fuego inofensivo, pues rebota en sus trajes ignífugos. Varios rodean al draki gris. Ni siquiera con sus trajes le ponen la mano encima, y supongo que es porque desgarraría el material especial de su equipo de protección. Lo aguijonean con un palo puntiagudo…, y entonces me doy cuenta de que no es un palo: es una vara eléctrica como la que han usado conmigo. En cualquier caso, parece que tiene poco efecto sobre él. ¿Será porque no penetra en su piel? O tal vez él sea demasiado fuerte para que le afecte… Y, de pronto, desde mi interior brota algo increíble pero igualmente verdadero: lástima. El draki gris gruñe y rezonga, aullando cuando lo pinchan repetidamente, pero no se derrumba. Le dan descargas una y otra vez, y él no se inmuta. Cielo santo, ¿qué es? Luego estoy de vuelta en mi celda, cuya pared se cierra aprisionándome de nuevo. Me quedo solo, temblando con grandes resoplidos humeantes.
Y ya no puedo ver nada más.

🔅Alma de Luz🔅 [Hyunin#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora