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Dedicado a los corazones rotos.

Música vibes de un desamor
bobbyakaLOVE. (Video entrada)

Baltimore, junio

(Actualidad)

Lily

Vivir en una zona residencial barata donde las plazas de aparcamiento no eran fijas era lo peor que podía sucederme; bueno lo peor no claro está, pero la mayoría de las tardes llegaba a casa cansada y con ganas de estrangular a alguien, así que lo más importante era dejar el auto pronto.  Darme una ducha, era una segunda prioridad, junto a comer un poco,  leer un buen libro y esas cosillas que la gente hace cuando se relaja.

«Es un apartamento guai,  barato, bonito, amueblado y está en una de las mejores zonas del centro».

Cada vez que recordaba a Lori diciéndome eso y no encontraba dónde dejar aparcado el coche, me entraban los siete males, porque era yo, la que tenía que aparcar, ella por suerte trabajaba cerquita e iba a todos los sitios andando. Para mi suerte por fin logré encontrar un hueco, justo al final de una fila, y sonreí con alivio mientras me regodeaba por haber sido más lista que el tipo que me seguía los talones.

Con una sonrisa de suficiencia recogí mi bolso, un par de bolsas llenas con compras de última hora, y salí del coche para dejar que el calor pegajoso del atardecer de Baltimore no se pegara a mi piel.

«¡Genial, ya estaba en casa, hogar dulce hogar!» Qué bonitas palabras.

El aparcamiento alumbraba pobremente hacia la zona residencial donde estaba mi piso, ubicado entre dos torres de edificios. Decidida entré en el hall común, gracias a Dios que habíamos encontrado ese lugar justo a tiempo de no enloquecer, el estar constantemente de mudanza era exhausto y desesperante. Lori, mi compañera y sin embargo mejor amiga, no era precisamente el mejor sabueso inmobiliario;  habíamos encontrado ese piso por purita casualidad tras pasar por sitios que horrorizarían a cualquier humano.

Antes de llamar al ascensor miré hacia los lados, fue entonces cuando una música de fondo un poco hortera me llegó de alguna parte, alguien tenía el volumen a tope, eso junto a unas risas y fragmentos de conversación ruidosos hicieron que mi piel se estremeciera.
"Por favor, dime qué no" Rogué al Dios invisible al que siempre me dirigía cuando tenía algún problema.

Nunca comprendía ese afán que tenían algunas personas de poner la música a toda marcha en los autos y en los apartamentos, haciendo que los demás tuviéramos que soportarla como si el gusto musical de ese desconocido estuviera por encima del de los demás.

Según iba acercándome a casa el volumen iba aumentando, tanto, que resultaba intolerante. Eso solo podía significar que mis vecinas, aquellas chicas tan majas universitarias, tenían una fiesta. ¡Y qué fiesta!  No comprendía que nadie hubiera llamado todavía a la policía.

Pensé que ya habíamos pasado esa etapa en los primeros años de universidad, sabía que la facultad cercana atraería a muchos estudiantes a vivir allí, pero nunca pensé que tuviéramos tan mala suerte. Solo rezé para que aquello no fuera lo habitual. Chicas borrachas en el rellano, olor a pis en las escaleras, alguna pareja follando, vamos, lo habitual cuando la cosa se desmadra.

Crucé el recibidor de la planta de entrada y  pulsé el botón del ascensor, el enorme gato bigotudo de mi vecina del bajo estaba observándome. Era de color oscuro con algunas manchas blancas, y merodeaba siempre por el edificio a sus anchas.

-¡Eh! ¿Dónde vas bonito?

Traté de sujetarle antes de que fuera directo a la puerta pero el muy arisco me pegó un arañazo.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora