10

264 58 6
                                    

Baltimore, agosto

Lily

(Siete años atrás)

Empecé a recoger los platos y los cubiertos, estaba a punto de entrar en la cocina del restaurante donde trabajaba cuando una mano se posó en mi hombro y alguien susurró en mi oído:

—Tranquila bonita, soy yo.

Di un respingo, una mano en mi corazón y, la otra sujetando la bandeja que a duras penas no se me había caído. Mel estaba detrás de mí, ni siquiera me había percatado de su presencia en mi lugar de trabajo. Me quedé mirándolo, escrutando su rostro perfectamente cincelado e interrogante.

—No te asustes, te espero fuera —dijo mientras su cálido aliento me estremecía.

No era la primera vez que Mel iba a recogerme al restaurante; de hecho, en las últimas semanas había sucedido prácticamente a diario.

Muy pronto empezarían las clases en la universidad, estaríamos muy ocupados durante la semana, él con los entrenamientos yo con las clases y mi trabajo en el restaurante, así que aprovechábamos a pasar todo el tiempo posible juntos.

Dejé los restos de comida y los platos en el lavavajillas, entré en el baño que usábamos solo el personal y después de echarme una ojeada en el espejo y lavarme las manos salí para despedirme de Peter. Le hice un gesto con la mano y mi compañero me respondió otro de vuelta. Ya había cogido el bolso y no tenía que cambiarme, siempre iba con la ropa de trabajo para ahorrarme las molestias y el tiempo que suponía quitarme la ropa y volvérmela a poner un par de veces.

Vi a Mel parado en frente, nada más salir. Iba vestido todo de negro con una camiseta de manga corta sencilla y unos jeans negros ajustados y rotos en las rodillas, estaba serio y parecía preocupado por algo, aunque me sonrió nada más verme.

Agarré su mano cuando estuve frente a él y él tiró de mí y me besó los labios de la manera que siempre lo hacía. Nunca teníamos demasiado tiempo, no es que tuviera un toque de queda para regresar a casa de mis tíos pero siempre me gustaba avisar cuando iba a llegar tarde y ese día se había hecho tal vez muy tarde, entre otras cosas porque no esperaba a Mel y me había entretenido un poco más en el restaurante de lo previsto.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, noté enseguida que le ocurría algo, aunque él siempre trataba de disimular las discusiones que tenía con sus padres.

—Esta noche no me apetece hablar demasiado.

—Has vuelto a regañar con tu padre otra vez ¿verdad?

—Hoy no quiero hablar Lily, ya te lo he dicho.

Le miré durante unos segundos y volví a la carga:

—Oye, te conozco lo suficiente para saber que te has enfadado por algo. Así que, si..., vas a estar de mal humor y no me lo cuentas, te pasarás enfurruñado toda la noche y se nos estropeará el tiempo que estemos juntos.

—No estoy enfadado. Solo molesto.

Seguía de mal humor cuando llegamos frente a la casa de mis tíos y continuaba sin querer hablar de aquello que le molestaba tanto. Había pensado en convencer a Mel para irnos a algún sitio especial, los dos solos, pero entonces se había puesto su máscara de enfado y los planes se habían ido por la borda.

Dejé que me arrinconara contra el asiento del coche nada más aparcar frente a la casa. Vi en sus ojos las ganas que tenía y me pregunté si él veía el mismo deseo en mí. Metió las manos por debajo de la camiseta y me acarició la piel muy suavemente mientras acercaba sus labios a mi boca.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora