Baltimore, octubre
Mel
Tras la marcha de los invitados el día de la pedida Grace había tenido una pequeña crisis, no sé si fruto de las emociones descompuestas por el abrupto encuentro anterior, o porque se sentía triste de nuestro ahora nunca posible compromiso; el caso es que estalló en lágrimas, y me confesó, la terrible realidad que me había dejado sin palabras, perdido y completamente descolocado.
Estaba embarazada.
Esperando un hijo mío.
Ni siquiera recordaba la última vez que habíamos tenido sexo.
A sus padres no les pasó desapercibido el mal trago que estaba pasando y no tuvimos más remedio que explicarles la situación de nuestra ruptura incluyendo el tema de nuestra futura paternidad.
"¡Cómo puedes haberle hecho esto!" fueron las furiosas palabras de mi ex suegro.
La rabia y la desolación en su gesto. La madre de Grace también estaba bastante apenada, pero era mucho más comedida en sus comentarios. Grace observaba toda la escena con angustia, al final toda la historia llegó a los oídos de los nuevos prometidos, lo que habíamos intentado evitar desde el principio se produjo. Recordé las charlas con la psicóloga tras la muerte de mi padre. No tenía la culpa de nada y a la vez era el culpable de que toda aquella gente me mirara como si les hubiera destrozado la vida.
Justin miraba toda la escena desde fuera, aunque sé que recibiría una tremenda charla más tarde, Lori nos observaba sin saber qué decir, con la disculpa dibujada en su rostro.
—¡Tú eres un malnacido! ¿Por qué le has hecho esto a mi hija?
Los ojos de Grace se llenaron de nuevo de lágrimas al oír a su padre. Ojalá pudiera haber hecho algo para evitarles aquello, era tan difícil.
—¡Y tú, ten un poco más de dignidad! —volvió a decir Allerton a su hija que esta vez ya secaba las lágrimas que adornaban su rostro.
Estaba cansado, y no solo por la sensación incómoda. Tenía la ansiedad asentada en mi estómago y todo por no haber hecho las cosas bien desde el principio.
Fue un broche de noche difícil, Justin y yo estuvimos hablando durante largo tiempo. Le expliqué por encima la situación, que Grace y yo lo habíamos dejado pero que en un acuerdo para no estropearles el día no habíamos dicho nada. No podía mentirle y le dije que mis sentimientos por Lily eran muy profundos. Lo decepcionaría, pero era mejor su rechazo que el rencor.
Era ya más de media noche cuando Grace y yo nos pusimos a hablar con calma. Me pidió perdón por hacerme pasar por todo eso, la noté preocupada y distraída. Estuvimos hablando largo rato de nuestros recuerdos, nuestro pasado de pareja que ahora se alejaba de mí a toda marcha, no quería ni plantearme la maternidad. Pensé que todo el amor que sentí por ella una vez había sido arrancado de mí. Por mucho que me esforzaba en que la noticia de que iba a ser padre me gustase, no podía soportarla, era como una pesada carga, porque no era con la persona adecuada.
—¿Qué vamos a hacer Mel? ¿Qué haremos?
—¿Qué es lo que quieres decir? —pregunté débilmente.
—Es también tu hijo —explotó con indignación.
—Eres tú la que debe de tomar la decisión.
—¿Es que quieres que aborte?
—Yo jamás te dije eso.
—Pero lo desearías ¿verdad? Fuera problemas, un peso menos.
La miré avergonzado, tener ese niño era lo que menos querría pero lo aceptaría si ella decidía y, lo amaría si ella decía convertirlo en realidad.
ESTÁS LEYENDO
Tal como éramos
RomanceLily Palmer ya no es la chica alegre, inocente que va por la vida de manera despreocupada. Mel tampoco es el chico de oro de la universidad que sueña con ser reconocido por algo más que el fútbol. Sus caminos ser han separado, una tragedia ha sacudi...