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Baltimore, julio

(Siete años atrás)

Lily

—¿Qué te pasa hoy?

Mel no parecía muy animoso, me había recogido como cada día desde el día siguiente que se estropeó mi coche, nunca le había notado tan silencioso, incluso en ese instante que salíamos a dar una vuelta, estaba más callado que nunca.

Frunció el ceño, un gesto muy suyo y me contempló con curiosidad.

—Eres muy observadora.

—Mira hacia adelante si no quieres que nos choquemos.

Mel había usado un coche diferente esta vez, el deportivo de moda que la mayoría de los niños pijos utilizaban.

—Es un asunto complicado y, necesitaría mucho tiempo para explicártelo —me evaluó con la mirada—. No es que me importe que me hayas preguntado, es que prefiero no hablar del tema y centrarme en cosas más agradables.

—Está bien —resistí el impulso de decirle que así eran los diálogos, una persona hablaba y la otra respondía.

—Háblame de ti mejor —suspiró mirándome enfurruñado.

—No hay mucho que contar, solo soy una chica normal que estudia y trabaja —enfaticé las últimas palabras.

—Una chica auto suficiente y divertida.

—Eh..., no. No creo que sea todavía auto suficiente, pero me siento orgullosa porque con solo dieciocho años recién cumplidos, me puedo valer por mí misma; en cuanto a lo de divertida....¡Uf! No sé. ¿Una persona disciplinada y ordenada es divertida? No por favorr. Soy la persona más aburrida del mundo.

—Permíteme que te lleve la contraria.

Me guiñó un ojo. Tal vez a Mel no le aburriese mi manera de ser porque yo tenía mi futuro muy organizado, tampoco estaba segura si él me veía como la pobre chica sin recursos que necesitaba trabajar de criada para poder estudiar algo. Como si me hubiera estado leyendo los pensamientos volvió a la conversación:

—No, en serio, no eres para nada aburrida, al contrario; además tienes cualidades mucho más importantes que ser divertida, y con eso no quiero decir que no lo seas —dijo mientras sonreía y miraba hacia adelante de la carretera —. No se te caen los anillos a la hora de trabajar, te admiro por eso.

Se quedó en silencio durante un rato, me pregunté si realmente era sincero con sus palabras. ¡Dios! Seguramente pensaría que era rara, mis reacciones, mi manera de ser le tenían que tener desconcertado.

Unas millas más adelante encontramos un merendero al lado de la carretera, con varias mesas dispuestas bajo las sombras de los árboles. Unas nubes lejanas amenazaban lluvia, cogí una chaqueta de la bolsa por si acaso mientras Mel se encargaba de sacar la comida. No había probado bocado desde la noche anterior y el olor de los hot dogs  me hicieron la boca agua.

—Aquí tienes tu perrito, no está demasiado caliente, lo siento —le dije mientras le tendía el suyo.

Habíamos pedido un menú en un puesto que encontramos por la carretera, algo muy barato que supuso solo unos cuantos dólares de mi cartera, no se podía pedir mucho más.

—Siento haberte invitado a algo tan malo, esto está incomible.

Mel casi había engullido el suyo, era un chico grande.

—La próxima vez me dejarás que coja algo de la hamburguesería y esta vez pagaré yo.

—Me gusta pagar mi parte —insistí.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora