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Baltimore, septiembre

(Siete años atrás)

Lily

Había pasado toda la semana con mis emociones oscilando entre la incredulidad y el miedo. Finalmente me incliné hacia delante con el ceño fruncido y le dije a Mel:

—Es que... —inspiré hondo, en busca de palabras—. No puedo creer lo que me estás contando, aunque claro yo también lo he visto con mis propios ojos.

—Lo siento —dijo Mel inmediatamente arrepentido—. No deberías haberte enterado así.

—Becky y tu padre... ¿Desde cuándo?

—Eso no importa, lo único que debes de saber es que no es, ni ha sido la única.

Tenía muy poca experiencia en esas cosas de las relaciones extraconyugales. No sabía como manejarlo, todo era abrumador y sentí una leve vergüenza porque mi prima se hubiera liado con un hombre casado que además, resultaba ser el padre de mi novio.

—Lo que más me preocupa es..., el tema de las drogas. No estoy segura, corrígeme, pero casi pondría la mano en el fuego y diría que Becky estaba colocada.

Mel me miró fijamente con expresión intensa, y asintió, con eso contestaba completamente a mi pregunta.

—Tendré que hablar con Becky. No puedo quedarme con los brazos cruzados viendo como destroza su vida con las drogas y con todo lo demás.

—Habla con ella y si puedes, adviertelá. Aunque sinceramente, no creo que te escuche.

—Estoy tan alterada que no sé como voy a encarar esto. No sé. Si mi tía se enterase se armaría una bien gorda y con razón.

Estaba muy cerca de Mel, tan cerca que podía vislumbrar la sombra de su barba y el movimiento de sus pestañas. Estaba muy serio, ausente, no era para menos. Su padre era un verdadero capullo.

—Lo peor de todo es que mi madrastra no dirá ni una sola palabra.

—¿Ella lo sabe? —pregunté atónita.

—No sé si sabe lo de tu prima, aunque estoy seguro que algo debe intuir. No es la primera aventura que tiene mi padre, no es muy discreto que digamos.

—Y... ¿por qué ella no le dice nada? No sé, no entiendo, ¿no se enfada, o no hace algo por aclarar la situación?

—No. Es consentidora.

Abrí los ojos de par en par y me quedé paralizada.

—¿Qué quieres decir? Pero por qué.

—Al igual que mi hermana ambas viven muy bien, y no les interesa que mi padre les cierre el grifo. ¿Qué crees que ocurriría si se separasen? ¿Crees que vivirían de manera tan cómoda?

—¿Tú has hablado con él? ¿Es por eso que tienes tantos roces con tu padre?

Su tono era calmado y su rostro parecía impasible, no obstante la forma en que me miraba y contestaba con rapidez a mis preguntas me indicaban que estaba muy alterado.

—Quiero a mi familia. No lo dudes, pero no les comprendo. No comprendo a ninguno y menos a mi padre y a mi madrastra. Mi padre siempre ha sido así, yo creo que desde siempre. Era un gran jugador en sus tiempos y ha vivido en la cima, en lo más alto. Es complicado cuando eres como él de narcisista resistirte a lo que te rodea, la mujeres te miman mucho cuando estás arriba y a él siempre le han perdido las faldas. No le estoy justificando con esto pero, él es el único que no ha cambiado.

Tal como éramosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora